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No será un ajuste quirúrgico. En el PSOE ya lo sospechaban, pero el contenido de la convocatoria del comité federal no deja lugar a dudas. Pedro Sánchez no se limitará a tapar el hueco dejado por Adriana Lastra este lunes al renunciar a la vicesecretaría ... general. Lo que tiene en mente son cambios en la «estructura» de la ejecutiva que salió del 40º congreso celebrado en Valencia hace apenas nueve meses e incluso, según consta en el orden del día remitido a los miembros del máximo órgano de la formación, en las direcciones de los grupos parlamentarios.
Las especulaciones corren como la pólvora aunque nadie se atreve a dar nada por sentado. El líder de los socialistas guarda un enorme secretismo. No ha consultado con los barones y ni siquiera algunos de los supuestos afectados, para bien o para mal, han recibido pistas de lo que depara el futuro. Ni una llamada. «A mí nadie me ha comentado absolutamente nada», admitía a este periódico uno de los supuestos cargos salientes este miércoles mismo. «Seremos los últimos en enterarnos», dicen igualmente en el equipo de una de las figuras más al alza en la quinielas.
Los nombres del exlehendakari Patxi López y de Pilar Alegría suenan para puestos clave. Al primero, en concreto, se le sitúa en la portavocía de la Cámara baja o de la dirección del partido, de la que ya forma parte como secretario de Memoria Democrática. La ministra de Educación, una de las incorporaciones del Gobierno y la ejecutiva con las que Sánchez escenificó la reconciliación interna -fue representante de la candidatura de Susana Díaz en las primarias de 2017- solo ocupa ahora una vocalía, pero se da por sentado que asumirá un puesto de alta responsabilidad. Hay incluso quien apunta a la vicesecretaría general.
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En el partido está muy extendida la sensación de que la comunicación está fallando y de que faltan referentes con peso político y credibilidad para transmitir los mensajes en un momento de enorme dificultad política, con continuos episodios de ruido en la coalición gubernamental y una inflación galopante capaz de devorar buena parte de las medidas sociales impulsadas en lo que va de legislatura. Eso ha situado en el punto de mira tanto al portavoz de Ferraz y hombre de confianza de Lastra, Felipe Sicilia, como a los del Congreso y el Senado, Héctor Gómez y Eva Granados.
En realidad, muchos admiten que el problema va más allá de la transmisión del mensaje y de las personas a las que, no hace siquiera un año, Sánchez encomendó esa tarea. Hacía tiempo, de hecho, que incluso sobrevolaba el lamento de que también la drástica remodelación del Gobierno posterior a la debacle electoral del 4 de mayo de 2021 en Madrid había resultado fallida; que al desprenderse de sus dos puntales políticos, la vicepresidenta Carmen Calvo y el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, el presidente había quedado demasiado expuesto y que ninguno de los nuevos nombramientos parecía estar ayudando a ganar brío.
La posibilidad de una nueva crisis en el Ejecutivo no está ahora, en principio, sobre la mesa; aunque en función del papel que se otorgue a Alegría -la ministra de la última hornada que, a juicio de muchos, mejor ha funcionado- podría ser necesario algún retoque. Pasadas las elecciones andaluzas, con el PSOE muy mal parado, el foco se puso en el partido y en el grupo parlamentario.
Aunque nadie se atrevía a asegurar hasta dónde podría llegar, sí caló la idea de que el jefe del Ejecutivo quería poner fin a las disfunciones provocadas por la tensa relación entre la ya exvicesecretaria general con el secretario de Organización, Santos Cerdán, que, de momento, sobrevive a la revolución interna. Cerdán siempre ha mantenido un perfil discreto y en muchos territorios aseguran que es una «pieza clave del engranaje».
Lo que se espera, en todo caso, es que Sánchez, que también quiere aprobar ya este sábado el calendario de las primarias para los comicios de 2023, lance tanto con su discurso como con su actos un mensaje contundente. La convocatoria el martes del comité federal ya disparó las alarmas de los más avezados en cuestiones orgánicas y los convenció de que, aprovechando el adiós de Lastra, no se limitaría a nombrar un comité electoral como, según algunas fuentes, se había planteado en un primer momento para desplazar el polo de poder hacia la Moncloa y neutralizar a Ferraz (todas las miradas apuntaban a un papel estelar de su subdirector de gabinete, Antonio Hernando). Esa opción no requería convocar ya al máximo órgano entre congresos. Habría bastado con ratificarlo en septiembre. Reorganizar la estructura de la ejecutiva, en cambio, son palabras mayores.
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