Carles Puigdemont (centro), acompañado de Jordi Turull y de su abogado, Gonzalo Boye (con gorra), este jueves en Barcelona poco antes de llegar al acto del Consell. AFP

La nueva fuga de Puigdemont convierte en un esperpento la investidura de Illa

El expresident catalán siembra el desconcierto y la incredulidad tras escabullirse después de su reaparición estelar en Barcelona

Jueves, 8 de agosto 2024, 10:07

Carles Puigdemont entró en escena este jueves dos minutos antes de la hora anunciada. En concreto, a las 8:58. Esta vez, el expresident catalán cumplió su palabra, su promesa de volver para la sesión de investidura de Salvador Illa. Escoltado por la plana mayor ... de Junts, del brazo de Josep Rull, president del Parlament, hizo su aparición estelar a escasos metros del Arco del Triunfo del paseo Lluís Companys de Barcelona, cercano al parque de la Ciudadela donde se ubica la Cámara catalana.

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Allí le esperaban 3.500 fieles –según cálculos de la Guardia Urbana– portando esteladas, pancartas contra 'el pacto de la vergüenza' de PSC y ERC, y también cartulinas con el rostro de Puigdemont. Junto a ellos un dispositivo de hasta 500 Mossos d'Esquadra, muchos vestidos de paisano, con un mandato claro: detener al exresponsable de la Generalitat y poner así fin a casi siete años de huida. Pero su fuga continua. El líder de Junts logró escabullirse tras su breve, pero contundente, intervención. Apenas diez minutos permaneció a ojos del mundo, dejando una sensación de desconcierto e incredulidad una vez que se supo que había vuelto a escaparse.

La reacción de los Mossos tras la esperpéntica situación no se hizo esperar. Se activó la 'operación Jaula', la misma que en agosto de 2017 se puso en marcha tras los atentados terroristas yihadistas de Las Ramblas, para tratar de frustrar la huida del expresident catalán, al tiempo que dentro del Parlament corría el rumor de que en cualquier momento podría aparecer en el hemiciclo; de hecho, fue el único diputado que no delegó su voto. Horas después, con casi todo el tráfico de Barcelona ya colapsado, se levantó un dispositivo que volvió a activarse a media tarde. Pero los Mossos acabaron por reconocer en un comunicado que trataron de detener sin éxito a Puigdemont. Asumían así su derrota.

Buscar los fallos

Ahora se trata de reconstruir los últimos pasos del líder de Junts para saber qué ocurrió y qué falló realmente. La última imagen que se tiene de él es sobre el escenario, cogido del brazo de su abogado, Gonzalo Boye. De la comitiva que le acompañó en su reaparición tan solo faltaba el secretario general de Junts, Jordi Turull, a quien se citará a declarar por colaborar en la nueva desaparición de Puigdemont. Con él se fue en el automóvil Honda blanco que aún busca la Policía autonómica catalana.

Puigdemont, según fuentes de la investigación, abordó el coche inmediatamente después de bajar del escenario y oculto tras un panel que formaba parte del atrezo del montaje. La pista de ese vehículo, no obstante, se perdió en el extrarradio de Barcelona. El propietario de ese vehículo, un agente de los Mossos, no tardó en ser arrestado por sus compañeros, que ya durante la tarde detuvieron a otro policía autonómico.

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Investigación

Dos agentes fueron detenidos por su presunta colaboración y también se investiga la participación de Turull

No obstante, el primero de los policías fue puesto en libertad finalmente por el juzgado de guardia en Barcelona sin llegar a abrir diligencias penales contra él, según Europa Press. En el caso del segundo agente autonómico arrestado, seguirá bajo custodia de los Mossos tras haber rechazado el juez su solicitud de 'habeas corpus' (para resolver directamente si continuaba su detención) y es posible que no pase a disposición judicial hasta finalizar el plazo preceptivo de 72 horas.

Los investigadores sospechan que al menos otra persona, un bombero de la Generalitat, también estaría presuntamente involucrado en esta nueva fuga del expresident catalán, aunque no se ha llegado a concretar ninguna acusación contra ellos. Al menos dos fueron los que escoltaron al líder de Junts hasta el atril tocados con gorras azules.

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Por lo tanto, creen los investigadores de la Policía catalana que varios de sus propios compañeros habrían tenido un papel fundamental en este último golpe de efecto teatral de Puigdemont, que no estaba en el guion de nadie más que en su propia cabeza: una desaparición al puro estilo Houdini, esfumándose delante de los ojos de todos. Eso sí, después de darse el baño de masas que deseaba. Y, sobre todo, después de convertirse en el protagonista absoluto de la jornada de investidura de Salvador Illa, amén de dejar en cuestión a los Mossos d'Esquadra y a los otros cuerpos de seguridad del Estado que también tenían la orden de detenerle firmada por el Tribunal Supremo.

Contactos con su abogado

El expresident cumplió así, al menos sobre el papel, su promesa de volver del extranjero para la histórica sesión de este jueves, pero no se dejó capturar a las puertas de la Cámara, como había dejado entender –de manera tácita– el entorno del huido a los propios Mossos en las conversaciones informales mantenidas los últimos días entre ambas partes. Esa creencia de que sería detenido de forma tranquila, sin resistencia, sostienen fuentes de dicho Cuerpo, es la que les ha llevado a caer en la nueva trampa de Puigdemont.

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El gran truco empezó tras una intervención de apenas cinco minutos en el acto de «recibimiento institucional» montado por el Consell de la República y al que asistió lo más granado del independentismo de Junts, la CUP, ANC, Òmnium Cultural e, incluso, de ERC. A las 9:04 el expresident abandonó el escenario saliendo del mismo tras un panel blanco. Al mismo tiempo, la comitiva que iba a acompañarle comenzó lo que parecía un paseo hacia el único acceso a la cámara: la puerta del parque de la Ciutadella más pegada a la Estación de Francia.

Derrota

Ni los 500 agentes desplegados ni la 'operación Jaula' lograron frustrar la huida

Todo indicaba entonces que, como estaba previsto, el líder de Junts, tras recibir el calor de los suyos, se iba a dejar apresar de manera tranquila por los agentes que custodiaban esa única puerta del recinto. Incluso los funcionarios policiales llegaron a desplegarse por el acceso en lo que parecía la última maniobra para la detención, dado que la comitiva se acercaba a lo lejos. Pero todo era un señuelo.

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Para entonces Carles Puigdemont se había convertido de nuevo en un fantasma. Su transmutación se produjo solo instantes después de abandonar la sombra del cercano Arco del Triunfo, donde se había desarrollado el acto de ensalzamiento de su figura ante miles de acólitos. En los primeros metros del paseo de Lluís Companys, ya en dirección al Parlament, se escabulló y allí mismo se subió al Honda blanco del mosso detenido para, acto seguido, salir pitando de la zona hacia un 'piso franco' o un lugar seguro.

El señuelo de la comitiva

Sea como fuere, se había completado con éxito ese enorme número de magia que bien podía haber firmado David Copperfield. Una farsa que tuvo como señuelo la nutrida comitiva que acompañaba al líder de Junts. Debido a la confusión y al supuesto cordón de seguridad que impedía acercarse al 'retornado', los medios de comunicación y los propios asistentes tardaron unos minutos en confirmar que, efectivamente, Carles Puigdemont no estaba ya en ese grupo.

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Mientras, los miembros de dicha comitiva siguieron como si nada su camino hacia el Parlament, incluidos el resto de miembros de Junts que participaron en el truco. Entre ellos estaban el presidente del Parlament, Josep Rull; su antecesora Laura Borràs, o los expresidentes Quim Torra y Artur Mas, además de tres centenares de cargos públicos posconvergentes.

Los responsables de la Consellería de Interior empezaron a darse cuenta poco después de que habían caído en un tremendo engaño, permitiendo que Puigdemont se dirigiera a los suyos en la creencia de que se iba a 'entregar' después en el control de acceso a la Ciutadella. Pero cuando la comitiva llegó allí no estaba el prófugo. Las tres personas más cercanas (casi inseparables) a Puigdemont y miembros destacados de su 'corte de Waterloo' –su abogado Gonzalo Boye, el empresario Josep Maria Matamala y su jefe de oficina, Josep Lluís Alay– sí que permanecieron en ese grupo hasta el final, lo que también aumentó la confusión.

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Ya dentro del Parlament, los diputados de Junts se encargaron de alimentar durante la maratoniana jornada, con dos reuniones de la Mesa ante la petición de aplazamiento del pleno por la detención de un mosso y la investigación puesta en marcha contra Turull, la posibilidad de que Puigdemont irrumpiera en la Cámara catalana para votar. Pero su única aparición el resto del día fue en redes sociales, donde colgó en Instagram un vídeo resumen de su baño de masas.

Gonzalo Boye, abogado de Carles Puigdemont, escoltado por decenas de simpatizantes independentistas tras asistir a la intervención 'sorpresiva' del líder de Junts. E. P.

«No se entregará nunca», afirma el abogado del líder de Junts

El abogado del expresident de la Generalitat Carles Puigdemont, Gonzalo Boye, afirmó este jueves por la noche que su defendido «se ha ido a su casa, donde tiene su lugar de trabajo», tras haber regresado a Barcelona. No obstante, evitó precisar si con ello se refería al domicilio en el que reside desde hace casi siete años en Bélgica, después de haber huido de Cataluña tras la declaración unilateral de independencia.

Según declaró el letrado a TV3, después de la 'sorpresiva' intervención pública de Puigdemont por la mañana –cerca del Parlament y antes de la investidura de Salvador Illa-, el líder de Junts se fue a casa «como hace todo el mundo cuando termina de trabajar». Desde ese momento, añadió, no ha vuelto a hablar con él.

Eso sí, descartó cualquier tipo de acuerdo con los Mossos d'Esquadra para pactar su detención en los próximos días porque, según enfatizó Boye, Puigdemont «no se entregará nunca». «Ha dicho que vendría a la investidura y yo creo que ha participado de manera clara», concluyó el abogado para valorar lo ocurrido con su cliente.

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