La biografía pública de Carlos Mazón bien puede escribirse entre dos hitos tan excepcionales como de cariz radicalmente dispar. Dos momentos que enlazan al hombre que, según cuentan, persuade en las distancias cortas y al político con ambiciones sobrepasado por un desafío de una virulencia ... inclemente. En 2011, el hoy presidente de la Generalitat valenciana se presentó -una rareza- junto a su grupo, Marengo, a la preselección de Eurovisión recordada porque también concurrieron entonces Sonia y Selena. Trece años más tarde, el 29 de octubre de este año trágicamente inolvidable para él y sus conciudadanos, el barón que recuperó para el PP su codiciada comunidad natal se ha convertido en el obligado gestor de la mayor catástrofe natural del siglo padecida por el país. El president musical y disfrutón anegado por el fúnebre furor de una riada sin parangón. Reza el refranero que quien canta su mal espanta. Pero el espanto de esta DANA, con más de 200 muertos, decenas de desaparecidos y una abrumadora devastación, no hay manera de ahuyentarlo. Y la pesadilla que atenaza a los valencianos y sitúa al borde del naufragio la carrera política de Carlos Arturo Mazón Guixot (Alicante, 8 de abril de 1974, abogado, casado y con mellizos adolescentes) amenaza con prolongarse más tiempo del soportable.
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Todo iba bien, razonablemente bien, para él y su Gobierno, con la izquierda aún lamiéndose las heridas del finiquitado Pacto del Botànic y con Vox yéndose del Consell por la estrategia migratoria del PP, hasta el atroz martes en que la ira del cielo descargó en terreno abonado a las inundaciones periódicas. Todo iba en apariencia bien aunque la alarma ya cundía entre los alcaldes la mañana de ese desgarrador 29 de octubre sin que en Valencia capital lloviera, hasta que a las siete de la tarde el pánico se hizo ya irremediable y una hora después, a todas luces ya tarde, la Generalitat envió la alerta clave. Desde ese instante, y pese a los reproches recibidos también por el Gobierno de Pedro Sánchez por no asumir el mando de la crisis decretando la emergencia nacional bajo la sospecha de querer ahogar a Mazón y, con él, al PP, el president no ha logrado salir de la trinchera defensiva. De hecho, lo que se ha ido desvelando después no ha hecho sino cavarla más, extendiendo la preocupación en un partido forzado al funambulismo de no poder dar un espaldarazo nítido a su correligionario por su administración de la hecatombe pero que tampoco está en condiciones de dejarlo caer. Al menos, por ahora.
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Paula De las Heras
El sentir de quienes admiten en el PP «la incomodidad» en que colocan a todos los suyos «los errores» del barón valenciano -un 'runner' con fama de resistente, con la cabeza bien amueblada según los que le aprecian y «listo» para manejarse en las intrigas partidarias pero no en la gestión, a ojos de sus rivales- se resume en la preocupación de un dirigente: «Esto es responsabilidad de Mazón y de Sánchez. Solo faltaba que, al final, acabe pareciendo que el culpable es Feijóo». Hay dudas de puertas hacia dentro sobre hasta dónde debe mojarse el jefe de la oposición para dotar de un paraguas al líder regional, mientras éste encadena pruebas de no haberlo visto venir y versiones confusas sobre su actuación en las horas críticas en las que miles de valencianos ya estaban atrapados por las riadas para cuando se envió la alerta. Un novedoso sistema digital, el ES-Alert, que Salomé Pradas, la consellera de Interior que apunta a posible chivo expiatorio, admitió haber descubierto casi al tiempo de activarlo.
Una confesión involuntaria -Pradas intentó desdecirse- que alienta la inquietud entre los populares por la respuesta de Mazón pero también de quienes lo rodean; «'zaplanistas'», los catalogan sus opositores, en alusión a las viejas guerras por el poder 'aparatero' entre el exministro y Francisco Camps. Feijóo se decantó al principio de la catástrofe por situar el foco en Sánchez exigiéndole una declaración de emergencia que, traducen en Génova, no tendría por qué significar quitar el mando a la Generalitat y sí dotar de un marco jurídico a la gestión de la crisis que evitara que Mazón tenga que «besarle el anillo» al inquilino de La Moncloa para contar con ayuda.
El líder del PP cerró filas primero con su barón sobre el terreno y este viernes organizó una videoconferencia con él y el resto de mandatarios autonómicos para dar impresión de unidad y tratar de reorientar la atribución de culpas hacia Sánchez. Pero el control de daños chocó por la tarde contra el muro de la polémica por la comida en la que el president -cuyo secretismo ha resultado del todo contraproducente- se enfrascó el día de la DANA con la periodista Maribel Vilaplana para ofrecerle la dirección de À Punt, la televisión valenciana. Luego, llegó dos horas después de su inicio al cónclave del Centro de Control de Emergencias (Cecopi).
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Tres veces director en la Generalitat con Zaplana, su mentor, y con Camps y ex máximo responsable de la Diputación de Alicante, Mazón fue aupado por Teodoro García Egea, el lugarteniente de Pablo Casado, cuando Ciudadanos pretendía ficharlo. En Génova, donde subrayan que Feijóo habla a diario con él en esta desafiante crisis, se indignan ante la alusión a las supuestas rencillas entre el líder y su barón después de que éste precipitara el primer acuerdo con Vox tras las autonómicas del 28-M de 2023; los comprometidos pactos que Sánchez perseguía -con éxito- para contrarrestar al PP cuando adelantó las generales al 23-J. «Fue a su bola», refieren sobre Mazón quienes marcan distancia con él. «Un tío inteligente, trabajador, que se preocupa por las cosas, al que le gusta que se hagan bien», traza su elogioso perfil un antiguo colaborador del mandatario, persuadido de que ninguna autonomía puede hacer frente por sí sola a «este tsunami» y de que el Gobierno le está haciendo la cama a la Generalitat. «Un dicharachero» -malician en el socialismo valenciano- sin cuajo suficiente para lo que gobernar puede comportar.
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