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Si el PNV expresa hartazgo hacia la estrategia de oposición del PP, de dar por buena la aseveración crítica de Aitor Esteban de que él y los suyos están hoy «más lejos» de los populares que tras la investidura de Pedro Sánchez, la saturación de los de Alberto Núñez Feijóo ... con los reproches que reciben de los nacionalistas no es menor. Eso no significa que unos y otros no puedan coincidir en votaciones puntuales en el Congreso -como la que proclamó simbólicamente al disidente Edmundo González como presidente electo de Venezuela-, que permiten a Génova dar cuerpo a su denuncia de la fragilidad del Gobierno y a los socios de Sánchez recordarle el peso de sus escaños. Pero no hay sintonía entre populares y peneuvistas, competidores, además, por un electorado fronterizo en Euskadi.
Feijóo asumió pronto -así lo confesó en una entrevista con este periódico- que no podría contar con el partido de Andoni Ortuzar para ganar la investidura tras el 23-J. No obstante, el líder del PP se personó hace un año ante el Congreso con, entre otros objetivos, intentar zaherir al PNV por haberse subsumido, a su juicio, en la amalgama de siglas que avala al líder del PSOE. Y los arañazos aún escuecen, porque este viernes, en RNE, Esteban pasó factura, entre otras cosas, por aquella sesión en la que Feijóo cargó al unísono contra los peneuvistas y EH Bildu.
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«Lo importante no es lo lejos o lo cerca que el PNV está del PP, sino lo amarrado que lo tiene Sánchez y lo que le va a salpicar la corrupción», se revolvía el mismo viernes un dirigente de los populares en respuesta al portavoz parlamentario vasco, que incidió en «las muchísimas cosas» que separan hoy a los dos partidos y atribuyó «nervios» a Feijóo ante la posibilidad de que Sánchez agote la legislatura nutrido por unos nuevos Presupuestos. Donde los peneuvistas subrayan todo lo que lastra sus relaciones el tipo de oposición por el que ha optado Génova, que agrava el 'pecado original' de los pactos con Vox aunque estos estén rotos, los aludidos objetan que poco tienen que hacer ante la dependencia del PNV de los socialistas.
Si Feijóo tuvo que interiorizar hace un año lo que le constató Ortuzar -que su opción para la Moncloa no era él-, perdió poco menos que toda esperanza después de que el escrutinio de las elecciones vascas ratificara no solo la coalición de gobierno de los nacionalistas con el PSE, sino también su mayoría absoluta. «Nos juzgan todo el rato, pero si no salen con nosotros es porque están casados con el Partido Socialista», ironiza un barón popular, quien interpreta que los peneuvistas ya no pueden orbitar en el Congreso con las manos libres de antaño porque «el blanqueamiento» post-ETA ha homologado a EH Bildu como interlocutor para el PSOE.
Si el PNV, clave en 2018 para que Sánchez desbancara a Mariano Rajoy, nunca ha contemplado sumarse a una eventual moción de censura de Feijóo, Junts ha alejado esta misma semana esa posibilidad aun a costa de desautorizar a su todavía presidenta, Laura Borràs. Pero si a alguien prestan «interés» los populares es a Míriam Nogueras, la portavoz de Carles Puigdemont en el Congreso. Es decir, la que traduce el humor impredecible de los independentistas, al que los de Feijóo fían hoy el devenir de la legislatura antes que a una modulación del PNV de su posición.
Desde que el informe de 233 páginas de la UCO reventó el 'caso Koldo' convirtiéndolo en el 'caso Ábalos', Feijóo no ha cejado en interpelar a los socios de Sánchez sobre su eventual 'contaminación' ante la espiral judicial que condiciona al Gobierno. «Silencio» ha sido la consigna en Junts, mientras el PNV ha reprobado la querella del PP contra el PSOE por financiación ilegal, cuando no hay indicios de ella en la investigación, para ponerse de perfil sobre los delitos de los que sí hay evidencias. En el equipo de Feijóo se afanan en negar que se hayan precipitado y arrostran el riesgo de que el juez Pedraz no se la admita a trámite porque creen ques, han conseguido colocar en la agenda política y mediática la sospecha de que la 'trama Koldo-Ábalos' dejara dinero en Ferraz. «Hacemos lo que consideramos», intentan zanjar en Génova, entre quienes acusan al PP de «blando» o de «duro».
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