Los vídeos de Pedro Sánchez en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos se expandieron hace diez días de forma casi viral en los círculos progresistas. «¿Cómo podemos pedir a los ciudadanos que aguanten un poco más ante la inflación cuando algunas grandes ... compañías pagan cero impuestos gracias a los paraísos fiscales y los agujeros en la regulación internacional (…) Sabéis que el sistema no es justo, que está lleno de desigualdades y que es hora de arreglarlo», dijo ante la elite empresarial y política reunida en la localidad suiza. Minutos después, el presidente de la entidad organizadora, el exministro de Exteriores noruego y miembro del partido conservador, Børge Brende, se lanzaba a ensalzar ante el auditorio el crecimiento económico (un 5,5% en 2022) y las reformas llevadas a cabo en España.
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El presidente del Gobierno regresó a Madrid convencido de su éxito. Y el episodio sirvió para reforzar la hipótesis con la que se trabaja en la Moncloa respecto a los beneficios electorales de la imagen que Sánchez se ha labrado en el exterior. Junto a los datos de creación de empleo –no tan positivos en el último trimestre– y medidas como la subida de las pensiones o el SMI, es una de sus principales bazas. Pero en casa la estrella de Sánchez no refulge con la misma intensidad. No solo los partidos de la oposición ponen peros a su gestión. Sus propios socios y aliados parlamentarios, que a cuatro meses de las municipales del 28 de mayo buscan sacudirse el cartel de meras comparsas del PSOE, se esforzaron el pasado miércoles en bajar al jefe del Ejecutivo a la realidad de muchos españoles.
No es que no aplaudieran su discurso. «Parecía Che Guevara con corbata», ironizó el portavoz de ERC, Gabriel Rufián. Lo que hicieron fue advertir de que las palabras pronunciadas ante las personas más poderosas del planeta tienen que traducirse en algo más de lo que ahora está haciendo. «No le echará de Moncloa un exceso de valentía, los indultos, una reforma del Código Penal sobre no sé qué delitos anacrónicos, ni siquiera una manifestación 'ultra'; le echará de Moncloa un exceso de prudencia en lo social», remarcó el independentista catalán en el pleno del Congreso.
Mertxe Aizpurua, de Bildu; Íñigo Errejón, de Más País; Joan Baldoví, de Compromís; Néstor Rego, del BNG, e incluso Pablo Echenique, de Podemos, también aprovecharon la ocasión para argumentar que lo que ahora toca es intervenir el precio de los alimentos y los alquileres (más allá del límite del 2% para las subidas anuales) o gravar los beneficios de las grandes distribuidoras.
De momento, la exigencias chocan con la posición del ala socialista del Ejecutivo. La ponencia de la ley de vivienda se constituyó este martes tras meses de tira y afloja pero el PSOE insiste en que, en lo referente a la regulación de los alquileres, el debate sigue abierto y es evidente que las palabras de la ministra de Derechos Sociales y líder de Podemos, Ione Belarra, contra el dueño de Mercadona, Juan Roig, al que tildó de «capitalista despiadado» han incomodado a sus socios y han abierto una nueva brecha en la coalición. A ello se ha sumado este fin de semana el debate por la reforma de la ley del 'solo sí es sí', que vuelve a dividir a la coalición por la senda a tomar par frenar el goteo de rebajas de penas a delincuentes sexuales.
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Pero más allá de las derivadas domésticas de Davos, otras dos cuestiones han vuelto a poner de manifiesto que la política exterior puede ser un arma de doble filo para el Ejecutivo: el envío de blindados Leopard a Ucrania y la Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos, la primera desde 2015, entre el 1y el 2 de febrero en Rabat. Los socialistas entienden que lo primero sitúa a España en el lugar donde debe estar, en la defensa de la democracia europea frente a Putin, y que lo segundo debe ser entendido como un logro de la diplomacia ante un vecino complicado con el que conviene llevarse bien.
Unidas Podemos siempre se ha opuesto al envío de armamento a Kiev con el argumento de que solo serviría para alimentar el conflicto. El mismo miércoles el portavoz de IU, Enrique Santiago, adujo que falta una voz en la UE «dispuesta a liderar una iniciativa de Paz» e instó a Sánchez a convertirse en esa voz durante la presidencia europea. La decisión, en todo caso, no debe pasar ni por el Consejo de Ministros ni por el Congreso, donde también contaría con la oposición de aliados como ERC y Bildu. De modo que los socialistas minimizan el impacto de los roces internos.
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Sara I. Belled Melchor Sáiz-Pardo
La cumbre en Rabat, después de que Sánchez rectificara en marzo la tradicional posición española sobre el Sáhara Occidental y ordenara votar a los suyos en contra de la iniciativa con la que el Parlamento Europeo reprobó a Marruecos por su política represiva contra periodistas críticos, es harina de otro costal. El rechazo del Congreso al giro histórico del Ejecutivo es unánime. El PSOE, sin embargo, apela a la 'real politik'. El propio presidente del Gobierno defendió hace cinco días que sus cesiones han valido la pena apelando a la frialdad de los datos. «En 2022 el comercio ha crecido hasta los casi 10.000 millones de euros, un 33% más que el año pasado y los flujos migratorios se ha reducido en un 25%», dijo cuando aún colea la tragedia de la valla de Melilla en la que el 24 de junio del año pasado fallecieron al menos 23 personas.
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