Marlaska, el ministro incombustible a prueba de todo
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El titular de Interior, casi 2.000 días en el cargo, es confirmado a pesar de que la haya abandonado en los últimos meses la 'baraka' en su tema talismán, la gestión migratoriaPerfil ·
El titular de Interior, casi 2.000 días en el cargo, es confirmado a pesar de que la haya abandonado en los últimos meses la 'baraka' en su tema talismán, la gestión migratoriaLe llaman el «ministro incombustible». Fernando Grande-Marlaska lleva al frente de Interior desde la llega de Pedro Sánchez al poder. Es de los poquísimos que quedan de aquel primer gabinete de junio de 2018 tras la moción de censura. 1.990 días en un ... cargo de los más complicados del Gobierno que le asoman a batir marcas absolutas de permanencia. Y eso a pesar de que Grande-Marlaska, a su vez, ha sido en estos cinco años y medio uno de los ministros más cuestionados como protagonista en primera persona de todo tipo de polémicas.
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Sánchez le ha confirmando no obstante después de que en el último año y medio le haya abandonado la 'baraka' en el que siempre ha sido su tema talismán: la gestión de la inmigración ilegal. La extranjería, otrora su gran salvavidas, se ha tornado un escollo, con cifras de llegadas de irregulares jamás vistas en Canarias (más de 33.000 personas este año, un 118% más que en 2022) y el imborrable borrón de la tragedia de Melilla en la que fallecieron hasta 72 sin papeles.
Pero el titular de Interior tiene las espaldas anchas. No en vano, solo ha salido con algún arañazo de la veintena de charcos y polémicas en las que se ha visto envuelto desde su llegada al cargo. Ni siquiera los últimos revolcones le han pasado factura: ni la obligada restitución en el cargo de Diego Pérez de los Cobos tras una larguísima guerra judicial en la que Marlaska ha salido muy mal parado (y señalado por los tribunales por sus resoluciones directamente arbitrarias) ni el pésimo ambiente entre el ministro y la Guardia Civil tras los expedientes por criticar la amnistía o las polémicas por las aturulladas salidas de las dos últimas directoras del cuerpo, entre ellas María Gámez, por un supuesto caso de corrupción de su marido.
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Su inclinación por fulminar a cualquiera de sus subordinados al más mínimo roce le ha metido en varios jardines, pero evidentemente siguen sin pasarle factura a los ojos del presidente. Y no solo el cese de Pérez de los Cobos. Su lista de cadáveres ilustres en estos años ha sido larga con nombres como el entonces coronel-jefe de la Unidad Central Operativa Manuel Sánchez Corbí, el exdirector de la Guardia Civil Félix Azón o su exsecretaria de Estado Ana Botella.
Ha habido tormentas por sus destituciones, pero también por sus maniobras para efectuar nombramientos de personas con mucho perfil político. Marlaska llegó a reinventar un puesto técnico para convertir en número tres del departamento y salvarle de paso de la jubilación a José Antonio Rodríguez González, más conocido en la Policía Nacional como el «comisario Lenin».
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Otro de los puntos débiles del ministro y que le ha llevado al centro del huracán en no pocas ocasiones es su locuacidad, sus juicios precipitados y su afición por señalar a otros partidos. Le ocurrió al vincular a Vox con la inexistente agresión homófoba de Malasaña; al calentar los ánimos contra Ciudadanos en el Orgullo de 2019 por sus pactos con la derecha, lo que acabó en incidentes; o cuando en abril de 2020 -al inicio de la covid-19, con casi un millar de muertos diarios- aseguró tajante en una entrevista con este periódico que «este Gobierno no tiene ningún motivo para arrepentirse de nada». También en pandemia sonadas y controvertidas fueron las declaraciones aplaudiendo la patada en la puerta para «atajar fiestas ilegales» en los pisos turísticos, ya que según su interpretación estos inmuebles no eran «moradas».
En el plano más personal tampoco se ha librado de la polémica en estos casi 2.000 días: la compra de una cinta de correr por valor de 2.800 euros a cargo del ministerio; su cena en Chueca mientras a esas horas ardían la calles de Cataluña en las protestas por la sentencia del procés o su incongruencia en la cruzada contra los tatuajes en la Guardia Civil cuando el luce dos en el antebrazo.
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En la vertiente política han sido varias las polémicas fundamentales que le han perseguido: los acercamientos de todos los presos de ETA y los contactos del máximo responsable de Prisiones con el entorno de los reclusos; la paralización judicial de la devoluciones de los menores que entraron a Ceuta tras un apaño con Marruecos y sin expedientes individuales; o el caos en el improvisado campamento en el muelle de Arguineguín en Gran Canaria.
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