El Gobierno da marcha por segunda vez en apenas cuatro meses, y teniendo en cuenta que agosto es inhábil en las Cortes, retirando una iniciativa de calado parlamentario por falta de apoyos. Con Carles Puigdemont rumiando venganza por la investidura de Salvador Illa y Junts ... instalado en el 'no' que ya ejerció en julio a la senda de déficit y deuda que define el proyecto de Presupuestos, el Ejecutivo ha comunicado que retira su iniciativa y que la misma ya no se votara como esta previsto este jueves en el Congreso porque «quiere agotar todas las posibilidades para alcanzar un pacto beneficioso para las comunidades y los ayuntamientos». La traducción de la versión oficial constata que los socialistas siguen sin apoyos para superar el primer escollo de la tramitación de unas Cuentas públicas para 2025 ya muy cuesta arriba de partida. En mayo, hizo lo mismo, 'in extremis', con la ley de suelo para evitarse otra derrota. Pero esto tiene unas consecuencias más relevantes, con el presidente de viaje oficial en Nueva York con motivo de la Asamblea General de la ONU.
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Con Sánchez decidido a tirar para adelante con la legislatura «con o sin el Legislativo» -el Consejo de Ministros tiene previsto aprobar este martes la remodelación de su gabinete a fin de trasladar que sigue dispuesto a proseguir en Moncloa hasta 2027-, los grupos del Congreso, y singularmente sus socios, han querido demostrar en este inicio de curso hasta qué punto pueden aguarle sus aspiraciones al Gobierno. Aspiraciones que en el caso de los Presupuestos ya están muy en aire, con el Ejecutivo desplegando desde hace semanas el mensaje preventivo de que no tenerlos actualizados no será «un drama» porque hay recursos disponibles para manejar una nueva prórroga de los de 2023. Por de pronto, y según informó este periódico el domingo, el Ministerio de Hacienda que comanda la vicepresidenta María Jesús Montero ya había orillado presentar el proyecto de ley presupuestario en tiempo y forma, este 30 de septiembre, como marca la Constitución.
Pero el devenir de los acontecimientos en el Congreso desde la vuelta del verano ha evidenciado que el calvario para Sánchez va a ser más acelerado e intenso incluso de lo esperado. En apenas dos semanas, el Gobierno ha visto cómo, primero, el PNV le enviaba un aviso, sin que la sangre llegue al río, sumándose al PP para el simbólico reconocimiento del líder opositor venezolano Edmundo González como presidente electo de su país; y después -que fue los que encendió las alarmas-, cómo Junts tumbaba en puertas de la votación la proposición de ley gubernamental para acotar los alquileres de temporada y avisaba, en un mensaje en X del propio Carles Puigdemont, en que seguiría votando 'no' al techo de gasto presupuestario tal y como hizo en julio, cuando las negociaciones para la investidura de Illa estaban abiertas en canal.
Sánchez optó por 'el pájaro en mano' de atar la Generalitat, con los suyos alimentando la tesis de que Puigdemont tenía que «digerir» no tener la Presidencia catalana y la mirada puesta en un eventual giro estratégico de los independentistas en el congreso que celebrarán a finales de octubre. Pero Junts no cede, ni siquiera tras el nuevo viaje a Suiza este pasado fin de semana del número tres de los socialistas, Santos Cerdán, para intentar reconducir a sus interlocutores. «La historia se repite. El PSOE se comprometió a diversas cosas y esto no va. Ellos van a su bola y a su ritmo. Creen que se les tiene que votar sí o sí, y con nosotros las cosas no van así», resumía este sábado, al calor de la cita en Ginebra, un miembro de Junts.
Los secesionistas insisten en la lista de reivindicaciones que acusan al Ejecutivo de incumplir: la transferencia «integral» de las competencias migratorias pactada en enero, la oficialidad plena del catalán en Europa, la ejecución de las inversiones para Cataluña y la corrección del déficit fiscal que los junteros desdeñan que vaya a hacerse con el concierto acordado por el Gobierno con ERC. Y con su amnistía -viga maestra de la investidura de Sánchez- paralizada por el Tribunal Supremo, Puigdemont aprovechó la visita de Cerdán a suelo suizo para dejar claro en las sedes sociales que si bien el PP hace mal en pensar que tiene un aliando sobrevenido en su partido, a Sánchez le espera un martirio con negociación y votación «pieza a pieza» de lo que plantee.
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En su comunicado para anticipar la retirada del techo de gasto, el Ejecutivo introduce la coletilla de los eventuales beneficios de lograr un pacto para comunidades y ayuntamientos en una alusión implícita a la carga de la culpa que intenta endosar al PP por oponerse a la senda de déficit y deuda. Ministros como Montero y Óscar López llevan días martilleando con que que las administraciones gobernadas también por los populares -mayoría en estos momentos- perderán 12.000 millones extra si no se actualizan las Cuentas públicas. Pero los de Alberto Núñez Feijóo se revuelven recordando lo que su líder advirtió desde el comienzo de la legislatura a Sánchez: «Si sus socios le fallan, y lo harán, no me busque». Fuentes de Génova ironizaban, antes de que el Gobierno hiciera pública su decisión sobre la votación del jueves, con que el partido «se muere de ganas» de que el PSOE y en concreto su portavoz, Esther Peña, descuelgue el teléfono para pedir apoyo al techo de gasto después de haber tildado a Feijóo de «cenizo, amargado, líder menguante, mediocre, tristón y vinagre».
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