Carlos García Juliá, coautor de la matanza en el despacho de abogados laboralistas en la calle Atocha 55 de Madrid, puso fin este viernes a una fuga de 26 años. Intentó desestabilizar una democracia incipiente y tendrá que cumplir los diez años de cárcel ... que le restan de su condena en un país con el primer Gobierno de coalición de la izquierda desde la Segunda República. Ya solo queda en libertad Fernando Lerdo de Tejada, que no se sabe si está vivo o muerto y que también se fugó.
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Aquel 24 de enero de 1977 habían quedado en la cafetería Nilo de la calle San Bernardino. Poco después de las 22:30 horas, García Juliá, con chubasquero azul y la capucha puesta, y el cabecilla del comando, José Fernández Cerrá, con trenca verde, entraron arma en mano en el bufete de la calle Atocha, vinculado a CC OO y a un PCE todavía ilegal. Lerdo de Tejada se quedó fuera para vigilar. «Esas manitas bien arriba», gritó Cerdá. Preguntaron por un líder sindical, Joaquín Navarro, que no estaba. Dispararon y mataron a tres abogados, un estudiante de Derecho y a un empleado. Otros cuatro letrados quedaron heridos graves.
Durante mes y medio, los integrantes de aquel comando Hugo Sosa de la Alianza Anticomunista de España vivieron en Madrid sin preocupaciones. Pero la presión de la calle, los medios de comunicación y de una inexperta oposición hizo mella en unas fuerzas de seguridad franquistas hasta la médula. El 12 de marzo fueron detenidos y entraron en prisión. Pero Lerdo de Tejada, recluido en la cárcel de Ciudad Real, se escapó con un extraño permiso de Semana Santa concedido por el juez en abril de 1979 sin conocimiento del fiscal ni de la acusación particular de las víctimas. Fueron juzgados en la Audiencia Nacional, y Cerdá y Juliá, con camisa azul durante el proceso, resultaron condenados a 193 años de prisión cada uno como autores materiales.
En 1994, con solo 14 años cumplidos, García Juliá recibe otro extraño permiso del juez para trabajar en una naviera en Paraguay con la obligación de presentarse cada cierto tiempo ante la embajada. Como era de esperar, desapareció. Paraguay era todavía, solo habían pasado cinco años del derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner, un paraíso de fascistas y ultraderechistas de todo pelaje y nacionalidad. La Policía española perdió enseguida la pista del prófugo hasta que apareció dos años después en la cárcel de Palmasola, de la localidad boliviana de Santa Cruz, encerrado por tráfico de drogas.
Las peticiones de extradición se congelan hasta que cumpla la pena, pero aprovecha otro sorprendente permiso en 1999 para desaparecer de nuevo. Recorre varios países, Argentina, Chile, Venezuela, hasta que fija su residencia en Brasil. Solo que ahora se llamaba Genaro Antonio Materán Flores, natural de Dolores, estado de Barinas en Venezuela. Desempeña varios trabajos de perfil discreto, el último, conductor de Uber. Un cotejo de huellas permitió comprobar en diciembre de 2018 que las suyas coincidían con las de una orden de busca y captura contra Juliá. Detenido, intentó eludir la extradición en un largo proceso legal de 13 meses. El viernes llegó a Barajas 43 años después de la matanza y tras 26 de huida permanente. Tiene por delante los más de 3.800 días de prisión que le faltan, más de una década. Su causa no ha prescrito, aunque su defensa intentará demostrar lo contrario, y está viva porque violó en 1994 una libertad condicional, delito que no prescribe hasta los 30 años.
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En la cárcel, ingresó en la de Soto del Real, cerca de Madrid, no encontrará a su colega Cerdá, que quedó en libertad en 1992, con 15 años de los 30 de cumplimiento efectivo de la pena de 193. En el penal cántabro de El Dueso se quejó de que «los camaradas» de Fuerza Nueva y de la Falange le habían dejado tirado. Una vez libre, se fue a vivir a Alicante, se casó, tuvo una hija y empezó a trabajar en un negocio de gasolineras de su familia política. También creó dos empresas propias, una de reformas y otra de importación y exportación. Ahora está jubilado.
Del que no se sabe nada es de Lerdo de Tejada. Prófugo de la justicia desde 1979, cuando se escapó para evitar el banquillo de los acusados por la matanza de Atocha. «Se lo tragó la tierra. No sé nada de él», aseguró uno de sus hermanos hace tres años al diario 'El País'. Pero parece que ha merodeado la residencia familiar en la localidad toledana de El Toboso, de donde son los Lerdo de Tejada. «Vive fuera, no sé dónde. No se casó y ha engordado», relató una asistenta de aquella casa ya jubilada.
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Durante mucho tiempo se especuló con que se había refugiado en Paraguay, pero no se le ha vuelto a ver. No figura en los archivos policiales de entradas a España ni ha renovado el DNI. Pero no tiene ningún obstáculo para regresar. La última orden de busca y captura dictada por la Audiencia Nacional venció en 2015.
Tras la culminación el viernes del proceso de extradición, el embajador de España en Brasil, Fernando García Casas, ensalzó la cooperación en «la defensa de la democracia y los derechos humanos» y trasladó a las autoridades brasileñas su «gratitud profunda» por la colaboración en «uno de los casos que marcaron la Transición». Mientras tanto, el expresidente del Congreso José Bono, que en su día ejerció la acusación particular, confía ahora en que el detenido «cumpla hasta el último día» y que se le juzgue también por quebrantar la condena con su huida. Intentará personarse «para honrar la memoria de quienes dieron su vida por la libertad y se convirtieron en protagonistas de la democracia».
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