Este martes es el aniversario del trago más amargo que ha tenido que beberse Alberto Núñez Feijóo en su dilatada carrera política. Habituado a solo ganar -volvió a hacerlo, de hecho, en las generales del 23 de julio de 2023- y a gobernar con mayorías ... incontestables, el presidente del PP tuvo que asumir que no iba a alcanzar la Moncloa porque a Pedro Sánchez le daban los escaños para sumar con los independentistas a cambio de la ley de amnistía y otras cesiones. Pero en estos doce meses, Feijóo no se ha resignado a ese escrutinio y ha activado todos los recursos a su alcance -la mayoría absoluta en el Senado, su hegemonía en el mapa municipal y autonómico, la movilización en la calle y su óptima cosecha en el ciclo electoral de este 2024- para tratar de arrinconar a un Sánchez maniatado por sus pactos. Eso que los suyos ven como la respuesta esperable y necesaria ante la deriva presidencial -«el fallo multiorgánico», la definió este sábado Cuca Gamarra- y que los socialistas interpretan como una deslegitimación antidemocrática del «Gobierno de progreso».
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Pero lo que no estaba en el guion de los augurios era que el principal partido de la oposición llegara a la efeméride del 23-J pudiendo explotar a su favor dos circunstancias detonadas extramuros de Génova. Una, las investigaciones judiciales que, en cadena, han ido salpicando a Koldo García, antiguo hombre de confianza del exministro y ex número tres del PSOE José Luis Ábalos; a la mujer de Sánchez, Begoña Gómez; y al hermano de éste, el músico conocido como David Azagra. Acusaciones que permiten al PP, tantos años acogotado por la sombra de la corrupción que fue el argumentario de la censura contra Rajoy, pasar factura a sus rivales. Y dos, la inopinada decisión de Vox de romper las coaliciones de gobierno autonómicos por el pulso sobre la acogida a menores inmigrantes no acompañados, saludada en el equipo de Feijóo con el alborozo de haberse liberado del lastre del 23-J dejando a Santiago Abascal como responsable del divorcio.
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Escaldados por la dolorosa frustración de hace un año y con la decisiva gobernabilidad de Cataluña en el alero, los populares se tientan la ropa al vaticinar el devenir de la legislatura. Pero sí hay coincidencia en diagnosticar que las cosas pintan cada vez peor para Sánchez, dibujado como el protagonista de una paulatina «degradación» en el ejercicio del poder y cuya «táctica es solo la de aguantar un día más» mientras se le multiplican los frentes, incluido que el fiscal general, Álvaro García Ortiz, esté al borde de ser imputado por el Supremo por presunta revelación de secretos sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso, investigado por fraude fiscal.
«La legislatura está en el mismo lugar, pero con nuevas amenazas o debilidades para Sánchez», describe un dirigente popular. «Que hayamos llegado a un punto en el que el Gobierno nos necesite para aprobar la reforma de la ley de extranjería es el resumen de su debilidad política», ahondan en el círculo de confianza de Feijóo, que añade, al hilo del 'caso Begoña Gómez', una sobrevenida «debilidad emocional y ética». «El ciclo de Sánchez podrá durar un poco más o menos, pero está acabado», rematan estas últimas fuentes, que subrayan un dato de las cuatro elecciones celebradas en lo que va de año: frente al PSOE, Vox y Sumar, el PP es el único que ha retenido su mayoría (Galicia) y ha mejorado posiciones en Euskadi, Cataluña y el Europarlamento.
Feijóo sigue aparcando hoy, por falta de apoyos, la moción de censura que anticipó en este periódico en diciembre si «la legislatura colapsa». Y los suyos siguen recordando la dependencia del PNV de los socialistas al cogobernar el País Vasco, por más que Aitor Esteban haya roto en la tribuna del Congreso el tabú de no cuestionar la idoneidad de la conducta de la esposa del presidente en su desempeño profesional. Pero los populares sí empiezan a preguntarse por «cuánto tiempo pueden aguantar así los socios» de Sánchez, sin ver erosionada la coherencia de su discurso. Que la pareja de alguien que se dedica a la política pueda beneficiarse de su posición «también es casta», ironizan en Génova, donde resumen así el contexto: «Digamos que esperamos una rebaja en la protección parlamentaria de Sánchez».
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