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Las dos hermanas tenían estudios y un nivel cultural medio-alto. Amelia había sido anticuaria y Ángeles había trabajado como profesora en Chinchón (Madrid). Pero el amor -primero- y el dinero -después- las cegaron hasta el punto de convertirse en títeres en manos de una ... banda de estafadores que las engañaron haciéndoles creer que mantenían un romance con militares de alto rango del Ejército estadounidense a los que debían enviar dinero para, a la postre, acabar disfrutando de una herencia millonaria. En concreto, de 1,5 millones.
El caso de los Gutiérrez Ayuso, que acabó de forma sangrienta con las muertes de ambas y también de su hermano José en Morata de Tajuña a manos de uno de sus prestamistas, es extraordinario por sus consecuencias y por la profundidad a la que Amelia y Ángeles llegaron a hundirse dentro de la trama. Como en la fábula del palo y la zanahoria, las dos hermanas extendieron el timo a su entorno, entre ellas algunas amigas pensionistas que les entregaron grandes sumas de dinero en una especie de estafa por poderes.
El autor confeso de las tres muertes, Dilawar Hussain Fazal, empezó entregando pequeñas sumas y acabó vendiendo su locutorio en Arganda del Rey para prestarles, en total, 59.500 euros. En una de las entrevistas con los profesionales que investigan los hechos y su cerebro, el paquistaní manifestó que llegó a pensar que las hermanas formaban parte de la estafa. Se equivocaba. Amelia y Ángeles estaban tan terriblemente engañadas que llegaron a creer que se carteaban con Pedro Sánchez. Los timadores se hicieron pasar por el presidente del Gobierno de España para seguir sacándoles dinero.
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Tras el hallazgo de los cadáveres, la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Arganda del Rey autorizó el registro de la vivienda de los Gutiérrez Ayuso. En la vivienda, un chalé de dos plantas situado en la calle Travesía del Calvario, en Morata de Tajuña, los investigadores de la Guardia Civil encontraron documentos que prueban la trama en la que las dos hermanas estaban inmersas. Desde contratos de préstamo con el propio Dilawar hasta una guía con los pasos que debían dar para cobrar la herencia. E incluso una carta dirigida a Sánchez.
La misiva, escrita a mano en una sola cara, empieza así: «Buenas tardes, señor presidente Pedro Sánchez, en primer lugar quiero pedirle disculpas por robarle cinco minutos de su tiempo para explicarle la situación en la que me encuentro en estos momentos y le explico». El siguiente párrafo es muy revelador, porque demuestra una correspondencia previa, es decir, que los estafadores les habían escrito haciéndose pasar por el representante del Ejecutivo y ellas lo habían creído: «[...] pregunté al Banco de España si el dinero lo podía entregar personalmente en el banco, pero me dijo que enviara a Correos y así lo hice, envié 3.380 euros en vez de 3.370 euros como usted me había dicho (sic)».
A continuación, las hermanas cuentan a Pedro Sánchez (o eso pensaban ellas) las dimensiones del drama y cómo la estafa se había extendido a su entorno: «[...] el problema ahora es que cuatro de las tarjetas dicen que están usadas y que tengo que reponerlas a los amigos que me han ayudado con sus pensiones y yo misma nos hemos quedado con 0 euros y no podemos reponerlas. Por favor, autorice al banco que me haga el ingreso en cuenta de esos 70 euros, yo no me niego a pagarlos».
En el sumario del 'caso Calvario', como lo conocen los investigadores, figuran las declaraciones y las denuncias de media docena de personas que entregaron sus ahorros a las Gutiérrez Ayuso con la esperanza de que, cuando ellas cobraran la herencia prometida por sus amantes virtuales (los estafadores), se los devolverían con pingües intereses.
Las dos hermanas dilapidaron antes todo su patrimonio. Aunque se desconoce el montante total que entregaron a los timadores, el sumario también desvela que las dos hermanas pasaron en ocho años de una situación económica desahogada -habían vendido un piso en Madrid- a estar completamente arruinadas. Según contaron a una amiga, habían perdido la casa, pagaban un préstamo y estaban de alquiler para, se supone, entregar todo a los estafadores.
No solo les dieron su dinero, sino también el de sus amistades. En uno de los oficios del caso, la Guardia Civil cifra en 263.000 euros la suma que recibieron de su entorno y transfirieron a los timadores. Pero el montante real es mayor. Una amiga llegó a darles 108.000 euros. Otra, 71.200. Una antigua vecina, 60.000. Dilawar, 59.500. Y a tres vecinos de Morata, 16.000, 14.000 y 7.000 euros, respectivamente. En total, al menos 336.200 euros.
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