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Alberto Núñez Feijóo perdió este miércoles, como estaba previsto, la primera votación del debate de investidura, pero la sensación de alivio y de satisfacción impregnaba la bancada del PP tras dos días de un pleno que aparecía como terreno minado para el presidente del partido ... si no conseguía dotar de un sentido político –de un relato– a una derrota cantada; y si no lograba conferir entereza a un liderazgo que, sin estar en cuestión, sí salió fragilizado del decepcionante resultado del 23-J ante las expectativas creadas y que ha sido permanentemente puesto en cuestión por el Gobierno en funciones de Sánchez y el resto de sus rivales desde la noche electoral.
Los socialistas se han afanado, de hecho, en alentar dentro y fuera del hemiciclo la hipótesis de que es un dirigente amortizado para incidir en lo baldío de su intento por ser investido para comandar el país. Pero los populares interpretan justamente lo contrario: que su jefe de filas sale reforzado porque ha transformado la potencial amargura del debate en un escaparate para exhibir su capacidad dialéctica, proyectar su perfil de «político de Estado» y fijar el marco del que huye Sánchez: la amnistía y la autodeterminación exigidas por el independentismo catalán a cambio de mantenerle en la Moncloa.
«Hacía tiempo que no nos salía todo tan bien», se congratulaba un dirigente del núcleo duro de Feijóo una vez concluida la votación con los pronosticados e insuficientes 172 votos a favor y 178 en contra del bloque al que le une esencialmente, según constató la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, su aversión a un eventual Gobierno de las derechas. Ese «todo tan bien» del que se felicitaba el cargo del PP abarca no solo el discurrir de la sesión de investidura, sino la movilización previa en las calles de Madrid celebrada el domingo. La estampa de prietas las filas en torno al líder, arropado por los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy, en un trance histórico que los populares identifican como de emergencia nacional se reprodujo este miércoles en la cerrada ovación con que los suyos reconocieron la derrota «con honra» de su jefe de filas.
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«Ha valido la pena», cerró su alocución el propio Feijóo tras haberse fajado durante jornada y media con unos portavoces hostiles en su mayoría a los que llamó a acostumbrarse a «la sorna gallega», en más de un pasaje inclemente con sus interlocutores; como si el líder del PP, de perdidos al río, se hubiera sacudido cualquier complejo si los tuviera. «Saldré con mi integridad intacta», lanzó abonándose a la épica, antes de reiterar, como hizo en la concentración del domingo, que su divisa es «la libertad, la igualdad y la dignidad» frente a un Sánchez dispuesto, a sus ojos, a todo. «Al final, este aciago debate ha sido enormemente útil», rubricó una diputada tan poco dada a las medias tintas como Cayetana Álvarez de Toledo. «Hay una alternativa a la degradación y la amnistía».
Génova deduce que la solidez en la tribuna de su líder le ha permitido extraer «lo máximo» en un debate en el que sus contrincantes le han zaherido con que no protagonizaba una investidura viable, sino una «moción de censura» contra un Sánchez que ni siquiera es aún candidato. Con un discurso transformado en alegato contra el borrado del 'procés' y, por extensión, contra el referéndum exigido por Junts y ERC, Feijóo tentaba a Sánchez a salir al ruedo y replicarle. El presidente no lo hizo y, en una valoración diametralmente opuesta a la que hacen los socialistas, el PP cree que cometió un doble error: por incurrir en «la cobardía» de refugiarse en el silencio faltando al «respeto parlamentario» y por delegar en un correligionario tan bronco como Óscar Puente.
Feijóo no ha hecho «amigos» en el intercambio de golpes en la tribuna; así se lo avisó Aitor Esteban, en cuyo tono molesto los populares ven la incomodidad del PNV al que pretenden remover aireando el riesgo de que Bildu, apoyada en los pactos con Sánchez, les supere electoralmente. El líder del PP no cuenta hoy, de hecho, con un apoyo más de los que tenía este miércoles. Pero los suyos han encontrado en su discurso «presidencial» cómo pertrecharse para resistir tanto si Sánchez logra la investidura como si hay que encaminarse a otras elecciones.
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