Apocalípticos e integrados
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La ausencia de debate y el déficit de escucha de la política española son alarmantes y van a pasar facturaLa intervención del presidente la Generalitat, Pere Aragonès, en la Comisión General de Autonomías del Senado el pasado jueves, ha abierto ya la caja de Pandora de los truenos territoriales y presagia tormentas muy aparatosas que, previsiblemente, no se viven para nada en la sociedad ... con la misma intensidad que en determinadas élites políticas y de opinión. Es muy dudoso que en la sociedad española se vean de verdad esos elementos de disgregación que figuran en el intercambio de gruesas acusaciones del paisaje de la actualidad. El PP quiere convertir la Cámara alta que controla con mayoría absoluta en un ariete de oposición y desgaste del previsible futuro Gobierno de Pedro Sánchez, si es que al final este llega a un acuerdo de investidura con los independentistas catalanes. Si prospera, el Ejecutivo de coalición en minoría va a tener que mostrar un fuerte nervio político para contrarrestar el discurso de la oposición, que va a estar basado en el ruido y en la furia.
El pleno del Senado, ciertamente, no fue un debate sino una mera sucesión de intervenciones en la que Aragonès no tuvo el gesto elegante de oír los argumentos de algunos de los restantes presidentes autonómicos. La ausencia del Gobierno para no hacer el juego al PP fue también un gesto impropio del parlamentarismo. El déficit de escucha de la política española es francamente elevado. Los presidentes autonómicos del PP siguieron el mismo guion al denunciar el diluvio universal que se avecina si se aprueba la ley de amnistía y si Sánchez acuerda con los nacionalistas una estrategia que ya ven como la antesala diabólica de la autodeterminación. Apocalípticos e integrados, siguiendo la obra de Umberto Eco sobre la cultura de masas, pero en versión doméstica española.
Todos los mantras de las esencias se agitan en el escenario y rugen los leones del Congreso. La Nación española en riesgo de disolución, los españoles que dejarán de serlo, según la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La hipérbole llevada al paroxismo en tiempos en los que el blanco y negro aspira a monopolizar toda la gama de colores, como si no hubiera grises intermedios. El problema de la extravagancia –y lo estamos viendo en Argetina con el imparable avance del ultra Milei– es que tiene una enorme fuerza de conexión emocional.
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El frente autonómico del PP se va a convertir en un bloque de contundente oposición que le abre un boquete en relación con el debate territorial al Partido Socialista. La ausencia del Ejecutivo en el pleno, el hecho de que la única voz del PSOE fuera la del senador Juan Espadas, el exalcalde de Sevilla y excandidato a la Junta de Andalucía, anticipa una áspera realidad. Y es que la ausencia de una narrativa clara por parte de Sánchez coloca a los socialistas en un escenario bastante desfavorable en la decisiva batalla de la opinión pública, los ubica a la defensiva, obligados continuamente a no enseñar sus argumentos frente a quienes parece que tienen el monopolio de la Carta Magna y sitúan en la 'Antiespaña' a todos los que no comulgan con su visión. Es un reduccionismo empobrecedor para una idea moderna y atractiva de España.
Por un lado, el secesionisno sigue con su discurso victimista, anclado en una deslegitimación radical del papel del Estado en el proceso secesionista que puso en marcha para desconectarse del marco jurídico estatutario y constitucional mediante una ruptura aprobada por el Parlament al margen de los procedimientos establecidos. Por otra parte, el PP, que ha construido todo un relato catastrófico sobre las funestas consecuencias de la amnistía en la concordia de los españoles, sitúa el presumible acuerdo de investidura en el volcán de la ruptura de España. No por manido este mensaje no deja de ser cierto que tiene un efecto muy pernicioso en el debate sobre la pluralidad territorial, que es una cuestión que, tarde o temprano, tendrá que abordarse. ¿Cuándo veremos esa discusión? Va para largo, pero la cantidad de insensateces que vamos a tener que escuchar en las próximas semanas resulta realmente un factor muy desesperante.
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