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Álex Sánchez
La trama asturiana del 11-M: 7.000 euros por 200 kilos

20 años del 11-M

La trama asturiana del 11-M: 7.000 euros por 200 kilos

En los últimos días de febrero y primeros de marzo de 2004 se produjo el robo de dinamita en una mina asturiana. Fueron los explosivos de la matanza

Leticia Álvarez

Domingo, 10 de marzo 2024

La llave de los polvorines donde se guardaba la dinamita se dejaba bajo una roca o detrás de un árbol. Era un lugar secreto, pero un secreto a voces. El vigilante minero hacía la vista gorda a cambio de un dinerillo extra mientras su mujer le controlaba el sueldo mensual. Y los libros de contabilidad de explosivos se hacían cuadrar si faltaba algún que otro cartucho antes de la visita de la Guardia Civil para sus inspecciones rutinarias. Además el lugar ayuda. Para llegar a Mina Conchita hay que comerse una carretera de las que dan su merecida fama a las infraestructuras asturianas. Entre altas paredes de piedra donde se producen continuos desprendimientos; curvas cerradas y estrechas y el firme húmedo por la cercanía del Narcea, la carretera transcurre por un terreno que parece no haber recibido jamás un rayo de sol. A un lado, cruzando esa vía está la bocamina. Difícil acceder si el lugar no se conoce.

En esa mina en el concejo asturiano de Belmonte de Miranda entró a trabajar José Emilio Suárez Trashorras en 1999. Y allí no tardó en darse cuenta de que con esos ingredientes vender dinamita era pan comido. ¿Para qué? Pescar truchas a paladas, demoliciones ilegales, agilizar la extracción de una cantera y quizás reventar una caja fuerte o un furgón de seguridad. Lo que fuera. En ocasiones regalaba cartuchos a quien le pasaba hachís. Hasta que apareció en escena Rafá Zouhier, un marroquí que había cumplido condena en la cárcel de Asturias por robo a una joyería y que compartió módulo con Antonio Toro, amigo de Trashorras. Fue él, según los hechos probados en el juicio del 11-M, quien hizo de mediador entre el minero y el grupo de marroquís liderado por Jamal Ahmidan 'El Chino', uno de los terroristas que semanas después, el 3 de abril, se inmolaría en el piso de Leganés y a quien los avilesinos llaman 'Mowgly'.

Agentes de la Guardia Civil, en las inmediaciones de la mina. J. C. Román
Imagen - Agentes de la Guardia Civil, en las inmediaciones de la mina.

Con 'Mowgly' la cosa iba en serio. Necesitaba muchos kilos de dinamita y estaba dispuesto a pagar. Tras varias reuniones se cerró el acuerdo: doscientos kilos a cambio de 7.000 euros y una partida de hachís. Ahora solo había que articular el robo y no dejar rastro. Para ello, Trashorras se valió de varios jóvenes a los que conocía de la noche y a los que a cambio de drogas o de perdonar deudas contraídas hizo bajar a Madrid con varias mochilas llenas de explosivos. En la capital siempre les esperaba la misma persona: un marroquí con «los ojos achinados» y «dientes de conejo». Pero parece que la paciencia de 'El Chino' tenía un límite y decide viajar a Asturias y participar en el robo de dinamita personalmente.

Hasta cuatro trayectos entre Avilés y Mina Conchita fueron suficientes para completar la infamia. El relato de Gabriel Montoya 'Baby', el menor de edad que participó en esa macabra terna de viajes acompañando a Trashorras y al marroquí, describe paso a paso cómo se sucedieron los hechos. Siempre de noche, 'Baby' viajó en una primera ocasión con Trashorras.

El siguiente trayecto se realizó el 28 de febrero, en una noche bisiesta de 2004. Al llegar a la mina, Trashorras y 'El Chino' dejaron al menor en el coche y se adentraron en la oscuridad del monte. Al cabo de un tiempo regresaron con una carga y él le escuchó decir a Emilio que no se olvidara de los tornillos y las puntas. Hubo otro siniestro viaje a la mina. Esta vez los marroquís, conscientes del filón que tenían antes sus ojos, se pertrecharon con mochilas aún más grandes.

Suárez Trashorras, al fondo a la derecha, durante el juicio. J.L.Cereijido

Para el último viaje hubo un ausente. Trashorras se quedó en Avilés. 'Baby' fue el encargado de volver a acompañar a Jamal Ahmidan. De nuevo, la misma operación y, de nuevo, mochilas vacías y después llenas. La verdad es que agradeció que los marroquís no le obligaran a guiarles por el monte porque estaba nevado y hacía mucho frío. En el coche, mientras hacía guardia se quedó dormido. Al llegar a Avilés desayunó caliente y se fue a su casa.

En una ocasión preguntó a Emilio:

-¿Para qué lo quieren?

-Para robar joyerías, para reventar escaparates...

Pero la misma mañana de los atentados algo en la mente de Emilio Suárez Trashorras hizo click y las imágenes empezaron a rebobinarse de manera frenética, angustiosa. Hasta aquel primer día en que se sentó en un restaurante de comida rápida a las afueras de Madrid y cerró el negocio de su vida con Jamal Ahmidan. «Por más vueltas que le doy no le veo capacitado para hacer lo que hizo», asegura ahora, pero le infravaloró. La mañana del atentado lo primero que pensó fue «Menuda la que armó el 'Mowgli'». La infamia había sido consumada.

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