«España ni se vende ni se rinde». El mensaje del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en la puerta del Sol, 'kilómetro 0' del país, quiso convertirse ayer en un grito de guerra y de ánimo. Pero lo cierto es que el ambiente ... y la respuesta en las 52 convocatorias del PP contra la amnistía en todas las capitales de provincia no fueron ni mucho menos los mismos. Se notó dónde están los bastiones del partido.
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Casi 530 kilómetros al sur de ese punto 0 madrileño, en Sevilla, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, evitaba ese optimismo del que pareció hacer gala el regidor madrileño. «Sánchez está descontrolado y no va a atender a ninguna de las movilizaciones. Pero nuestra obligación es intentar evitar lo que está sucediendo en España», afirmaba sin mucha esperanza el jefe del Ejecutivo andaluz.
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Miguel Ángel Alfonso
Esa cara y esa cruz se percibieron en todas las protestas, que se movieron entre el tono festivo y el calor del cierre de filas y, según las voces, también con el sentimiento de fatalidad de que poco cabe hacer ante Sánchez. Y en todas latía el cabreo. El único patrón que se repitió en todas ellas fueron las acusaciones contra Pedro Sánchez, en ocasiones insultantes, y las peticiones de que Carles Puigdemont acabe entre rejas.
Eso sí, por primera vez en esta semana larga de protestas, dos nuevos clamores se colaron de forma masiva en las movilizaciones: la exigencia de unas nuevas elecciones por el «engaño» de Sánchez a sus propios votantes con la amnistía y la convocatoria de una huelga general, como se escuchó en Sol, que defienden sectores de la extrema derecha.
Fueron centenares de miles los españoles que salieron ayer a la calle. Pero hasta ahí llega la precisión. El PP asegura que activó a dos millones de personas. En el otro extremo, la suma por separado de los cálculos ofrecidos por las diferentes delegaciones y subdelegaciones, así como la Policía Nacional, se movió entre los 400.000 y 500.000 manifestantes en todo el país.
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Sea como fuere, la respuesta fue desigual. No obstante, la movilización del PP fue muy importante, aunque se tomen solo las cifras oficiales del Ejecutivo central, en Madrid (con 80.000 personas), Valencia (50.000), Zaragoza (40.000) y buena parte de las capitales andaluzas (Sevilla, 40.000; Málaga 30.000; y Granada, también 30.000). En el otro extremo, el pinchazo fue evidente en Barcelona, con apenas 6.500; o en las tres capitales vascas (en Bilbao apenas llegaron a las 5.000).
Lo que sí consiguió el PP es controlar en las convocatorias la infiltración de ultras, una obsesión durante los últimos días en los servicios de organización de estos actos. Solo en Valencia un grupúsculo extremista intentó reventar la concentración, pero fue acallado por la multitud.
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Los centenares de agentes que el Ministerio del Interior y las policías autonómicas desplegaron en las ciudades tuvieron un mediodía bastante relajado, más allá de la detención de algún exaltado. Pero sobre todo, ya una vez terminadas las manifestaciones del PP y cuando las protestas de Vox ante las sedes del PSOE tomaron el relevo.
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