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Sonia Tercero
LA CATA | ESPECIAL 2024

Los vinos ya no quieren ser marqueses

La revolución que vive ahora mismo Rioja, con vinos pegados a las zonas, pueblos y viñedos y con estilos mucho más libres y atrevidos, se aprecia también los etiquetados: el equipo de cata retó a Calcco a probar a ciegas una colección de vinos y comprobar si el diseño se corresponde con los contenidos

Alberto Gil

Logroño

Martes, 26 de noviembre 2024

Cambia, todo cambia. Y cada día más rápido. Hace tres décadas todos los vinos querían ser marqueses, condes o barones. Hasta los años 90 del siglo pasado era difícil encontrar etiquetas que no hicieran referencia a títulos nobiliarios, incluso inventados o 'contratados'. También eran habituales, aunque menos, los vinos vinculados a viñedos o pagos históricos, pero pocas opciones más había desde el punto de vista del diseño.

Sin embargo, treinta y cinco años después, de la misma forma que los tipos y estilos de vinos dentro de Rioja se han multiplicado exponencialmente, también lo han hecho las etiquetas. El equipo de cata de este especial de vinos, en su reto número 24, propuso a Sergio Aja, fundador de Calcco, una de las mejores empresas de diseño del país dedicada prácticamente en exclusiva al packaging del vino, un desafío: una cata ciega de vinos de bodegas clásicas y de nuevos productores con varios objetivos. En primer lugar, comprobar si el contenido se corresponde con el continente, ver cómo están evolucionando los vinos y las etiquetas y explorar también qué tendencias se pueden encontrar entre estas nuevas propuestas que han convertido a Rioja en una de las regiones vitícolas más dinámicas del país: «Quien está 'sola ante el peligro', es decir, ante el consumidor y sin que nadie le ayude es la botella», explica Aja. «Nosotros –continúa– intentamos reflejar en la etiqueta el producto que hay dentro, pero, evidentemente, el elaborador debe sentirse cómodo. Es decir, tú puedes ir muy guapo a una boda con un traje sensacional, pero, si no te sientes cómodo porque no te ves reflejado, tampoco sirve».

La propuesta de cata fueron siete vinos de otras tantas bodegas:tres garnachas –La Maldita Revolution (Vivanco), Campeador (Martínez Lacuesta) y Suzzane (Oxer Wines)–; un multivarietal –Custero (Tentenublo Wines)–; y tres tempranillos –La Rellanilla (Viña Salceda), Las Preferidas (Bodegas y Viñedos Eguíluz) y Cupani (Heredad San Andrés)–.

LOS VINOS CATADOS

La Maldita Revolution 2020

La Maldita Revolution 2020

Impactante etiqueta la de la Maldita, la gama alta de la marca de la familia Vivanco. Un homenaje a la garnacha, 'maldita' porque hasta hace muy poco ha sido víctima de la viticultura industrial. Con un diseño rompedor, hoy es una colección de vinos de éxito, en este caso con garnachas de Tudelilla. 12 €

Campeador Garnacha 2021

Campeador Garnacha 2021

Martínez Lacuesta mantiene dos Campeador:el 'clásico', un reserva al 50% de tempranillo y garnacha, y un varietal de esta última uva que distingue por su tipografía roja. Bodega clásica y etiqueta clásica actualizada, pero dentro hay una garnacha muy fresca, con muy poca madera de fondo y estilo moderno. 12€

Suzzane 2022

Suzzane 2022

Oxer Bastegieta se inspiró en la canción de Leonard Cohen para este vino, una garnacha de una parcela centenaria de Cárdenas. Atractivo por dentro y por fuera y con el mérito de ser el vino más identificado en la cata ciega. Como todas sus etiquetas (oxerwines.com) son rompedoras y libres, con sus elaboraciones. 40€.

Custero 2023

Custero 2023

Roberto Oliván integra en este vino garnacha tinta, graciano, tempranillo, malvasía, calagraño, monastrell, garnacha gris y viura. Un pupurrí divertido para un vino muy fresco y diferente. En el universo Oliván es un vino 'clásico' elaborado como antaño en su pueblo, o aldea (Viñaspre)y de ahí su etiqueta también 'clásica'. 15,5€

La Rellanilla 2023

La Rellanilla 2023

Vino de pueblo (viñedo en Laguardia), que elabora Viña Salceda de un viñedo en propiedad . El vino madura en hormigón unos meses y al mercado, sin pasar por la madera. Nueva línea abierta por una bodega clásica, en cuya etiqueta destaca la marca y la imagen de Laguardia. El nombre de la bodega queda en segundo lugar. 15€

Las Preferidas 2022

Las Preferidas 2022

Vino de Israel Eguíluz, la nueva generación de Bodegas yViñedos Eguíluz (Ábalos). La familia elabora maceracion carbónica y hasta la llegada de Israel, joven, crianza y reserva con etiquetas clásicas. Las Preferidas, las mejores parcelas seleccionadas por Israel, rompe con un alegre lobo (animal del escudo de la bodega familiar) comiendo las uvas 'preferidas'. 18€

Cupani 2021

Cupani 2021

Tempanillo 100% de la familia Eguíluz (Cupani) en San Vicente. Carnoso, potente, con tensión y con fina madera integrada y presente. Un vino, como todos los de Cupani, de largo recorrido con botella y con una etiqueta estilizada y elegante, de inspiración francesa (muy limpia en fondo blanco) y muy coherente con el vino. 20€

Pese a que algunas bodegas, a priori, podían ser identificadas como clásicas (Martínez Lacuesta, Salceda e incluso Vivanco, aunque no con esta colección), la conclusión en la cata ciega es unánime:«Son todos vinos 'modernos', con poca o muy poca madera en general. El diseño ha cambiado muchísimo pero los vinos también. Con excepción de un puñado de bodegas prestigiosas que mantienen una etiqueta clásica, el resto elige con mucha más libertad y creatividad.

Antes los vinos también eran más 'aburridos' en el sentido de que eran más iguales, pero ahora hay tal diversidad que es lógico que se intente plasmar en la etiqueta. Personalmente, he aprendido mucho porque es un tema, el del diseño, que normalmente no te planteas pero evidentemente es clave en la decisión de elección», apunta Fernando Martínez de Toda, catedrático de Viticultura.

Los resultados a la vista

Al ejercicio de cata ciega siguió la presentación de las botellas con sus etiquetas, como no podía ser de otra manera, con luces y sombras en los resultados a la hora de señalar las correspondencias entre lo catado a ciegas y lo posteriormente descubierto.

Sergio Aja (Calcco) dan explicaciones justo antes de la cata. Sonia Tercero

El primer vino, La Maldita Revolution 2020, es un varietal de garnacha de Vivanco, con el que hace unos años rompió la imagen tradicional de una familia de vinateros y, sobre todo, conocida por el extraordinario museo de la Cultura del Vino: «La Maldita iba a ser una prueba, una añada con un guiño a la garnacha, por eso lo de 'maldita', y, sin embargo, se ha convertido en una línea estable de unas 400.000 botellas que ha llegado muy bien a la gente joven en diferentes versiones de tinto, blanco y rosado», explica Sergio Aja.

El segundo vino, también otra garnacha, es la marca Campeador, de Martínez Lacuesta, originalmente un vino histórico que combinaba tempranillo pero cuya uva dominante era la garnacha de Tudelilla que tradicionalmente utilizaban las bodegas de Haro. El vino de hoy es una garnacha muy fresca, que recuerda a aquél por la variedad, pero desde luego sin apenas madera y mucho más moderno y contraetiquetado como 'genérico':«Nos hemos fijado en las etiquetas pero también es curioso que todas las contraetiquetas, que igualmente dan información al consumidor, son 'genéricas', es decir, ni crianza ni reserva, al margen de que cumplieran o no los tiempos estipulados, y es que las nuevas opciones, varietales, vinos de pueblo, parcelarios, singulares... abren muchas más opciones, aunque suponen también más complejidad al consumidor a la hora de elegir», indica Juan Carlos Sancha.

Un tema en el que incide también Basilio Izquierdo:«La gente joven busca más impacto en las etiquetas y, aunque lógicamente hay etiquetas como Petrus, o Heredia en Rioja, que no los mueve ni los va a mover nadie por coherencia, vemos proyectos nuevos que van a su aire, y también más clásicos que se adaptan hacia consumidores más jóvenes, tanto en contenidos como en diseños. Además, tampoco he visto que el Consejo Regulador haya hecho mucho por defender los reservas, más bien nada en los últimos 50 años».

El tercer vino es otra garnacha, Suzzane, de Oxer Bastegieta, para el que utiliza viñedos muy viejos de Cárdenas y, como todos sus etiquetados, con una imagen rompedora y muy personal: «Oxer es Oxer –aclara Sergio Aja–, y tiene muy claro lo que quiere». De hecho, es el vino que, en cata ciega, más identificación tuvo: «Para mí –señala el sumiller Raúl Martínez–, es un mérito. Estamos viviendo un cambio tremendo en Rioja, en la diversidad de elaboraciones que se corresponde con la de viticultores». «La gente quiere reflejar sus parcelas, el origen –continúa–, pueblos y zonas, pero también su personalidad, y Oxer, desde luego, lo consigue».

Segunda tanda

Custero (Tentenublo Wines) era el cuarto vino. Un pupurri varietal de uvas tintas y blancos hecho a medida de su autor, Roberto Oliván, y con el que pretende recuperar los vinos de su aldea, Viñaspre, una pedanía de Lanciego que, al no poder indicarlo en la etiqueta como pueblo, lo acompaña de las siglas VALV (vino de la aldea de Viñaspre). Por lo demás, curiosa etiqueta porque es, quizás, la más clásica de todas, como un homenaje al cosechero histórico –la familia Oliván Ruiz–. El vino es coherente con la tradición elaboradora del cosechero de Lanciego y Viñaspre, donde se elaboraban las uvas ya mezcladas en la misma parcela, aunque de 'clásico', en el sentido de larga crianza en madera, el vino no tiene nada: frutal muy fresco, muy diferente en nariz por las más de seis variedades que conjunta y, en cierta forma, una 'vacile' de etiqueta incluso con una heráldica correspondiente a los escudos de las familias de Roberto Oliván y de su mujer Leire.

Fernando Martínez de Toda, Juan Carlos Sancha, Basilio Izquierdo, Raúl Martínez, Fernando Bóbeda, Alberto Gil y Sergio Aja, en una de las cuevas bodega de Leza de Río Leza Sonia Tercero

Ya en los tempranillos, Viña Salceda, bodega 'clásica' que en la actualidad está actualizando sus vinos con la incorporación de David González, elabora La Rellanilla de un viñedo de Laguardia. Al estar la bodega en Elciego (diferente localidad) el vino se etiqueta como 'Viñedo en Laguardia'. Es un tempranillo muy fresco, madurado en hormigón. Pura expresión de fruta y que rompe con los esquemas de la elaboraciones más tradicionales de Salceda, dentro de una nueva gama más vinculada a viñedos concretos con la que está trabajando González:«Ahí lo que queríamos es marcar la identidad muncipal y, por eso en la etiqueta aparece Laguardia de fondo, mientras que el nombre de la bodega, Salceda, es secundario porque lo que importa es el viñedo», señala Aja.

El sexto vino es de Bodegas y Viñedos Eguíluz (Ábalos), las Preferidas 2021, un tempranillo con un 10% de viura, garnacha y calagraño elaborado por maceración carbónica, pero con crianza en hormigón y madera. La familia Eguiluz, hasta la llegada de Israel, la nueva generación, elaboraba vino joven, crianza y reserva con un etiqueta muy 'clásica' (Viña Eguíluz) y 'Las Preferidas' fue el primer vino del joven viticultor: «Había que romper, las Preferidas son las mejores viñas de la familia elegidas por Israel y optamos por ese lobo alegre e inquieto –un animal que está en el propio escudo de la bodega familiar– y que busca las mejores uvas como un guiño a Israel, el joven revolucionario de la familia», aclara Sergio Aja.

Es un vino muy logrado, muy fresco y apetecible, también con maceración carbónica, y al que Israel acaba de acompañar con Las Preferidas Blanco, a la espera de más novedades que el joven viticultor de Ábalos tiene en cartera y se conocerán en breve.

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Y, como cierre, Cupani, un tempranillo 100% de la familia Eguíluz de San Vicente (Bodegas Cupani), con la etiqueta más 'francesa' de todo el conjunto. Cupani es una antigua sinonimia del tempranillo y desde luego hay coherencia en el diseño, puesto que, pese a ser un vino potente y rotundo, conjunta un tempranillo carnoso con una madera muy fina pero también marcada, en una elaboración, no tradicional, pero sí pensada para vinos de larga guarda:«Aquí lo teníamos todos claro –recuerda Sergio Aja–, Miguel Eguíluz quería una etiqueta limpia y estilizada, como es su propio vino».

Se aprendió de vinos, por supuesto, pero también de diseño o, al menos se entendieron más cosas:«El consumidor cambia y, ahora mismo, lo define muy bien 'Tik-Tok'. No quiere que le cuenten la vida en verso, sino que hay que ser mucho más concisos, por lo que se abre una oportunidad para etiquetas más locas para una barra, para un poteo..., pero también, como sumiller, hay otras opciones con vinos con más 'serios' cuando tenemos que vestir una buena mesa en un restaurante», sentencia Raúl Martínez. «Quizás, lo idóneo, sería tener una personalidad propia reflejada en las etiquetas, como sucede en Francia». «Eso hace que para el consumidor, desde el punto de vista de la imagen, pueda ser más fácil encontrarse ante un vino francés que ante uno de Rioja, pero también es cierto que es muy bonita toda esa multicultura de imágenes que podemos encontrar aquí ahora porque lo que nunca hay que olvidar es que la etiqueta es el principal faro de atracción para elegir un vino e incluso para diferenciarlo por precio», concluye el fundador de Calcco.

El juego del impactante Rayo de Olarra

Sergio Aja guardaba una sorpresa final para el equipo de cata. El Rayo es una especie de 'pirueta' en una bodega como Olarra, relacionada con el clasicismo de Rioja como elaborador de crianzas, reservas y grandes reservas. La primera añada salió al mercado con la cosecha 2019, entonces vestida de azul y con un imponente rayo frontal que a muchos, probablemente, les recordaría a Flash Gordon. La 2020 vistió el mismo rayo, aunque sobre fondo negro, mientras que la 2021, la última recientemente lanzada al mercado, llega sobre un fondo rosa fucsia, en un intento de relacionar el color con las características de cada cosecha y su resultado final. Está claro que los hermanos Limousin (Bodegas Olarra) buscaban una etiqueta de impacto que, por sí misma, sea inconfudible para el consumidor en cualquier barra de bar o restaurante. El juego propuesto por el fundador de Calcco fue catar tres vinos a ciegas y tratar de identificar cuál de los tres era el Rayo de Olarra. Hubo unanimidad: ninguno de los catadores situó el vino con su etiqueta, sino que las elecciones fueron una garnacha o un tempranillo, ambos con muy poca madera y de estilo 'moderno' que completaban la terna. Ahora bien, también hubo unanimidad con que el mejor vino de los tres era el Rayo, pero se trata de un estilo mas bien 'clásico', con fruta madura y muy potente de tempranillo con aportes de graciano y mazuelo (mezcla típica de Rioja) y con una madera de roble nuevo también marcada que dará mucha longevidad al vino: «Como he comentado antes –indica el fundador de Calcco–, uno tiene que ir a una boda 'guapo', pero también cómodo y Olarra lo está con ese traje para su vino». «Me parecía un ejemplo interesante, por rompedor, y por eso el jueguecito de la cata».

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