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Etiquetas que hablan

Etiquetas que hablan

La evolución en la imagen exterior de Rioja ha ido a toda mecha en los últimos años, y es algo que no va a parar.

Fernando Bóbeda

Martes, 26 de noviembre 2024

Vivimos en una sociedad donde la imagen y la inmediatez mandan. Y un ejemplo perfecto lo tenemos en las etiquetas de vino que, con un simple chasquido visual, deben contar los sentimientos más íntimos del elaborador.

Estamos de acuerdo en que lo que mejor debería saber hacer un bodeguero es vino, pero, como dicen muchos, «lo fácil es hacerlo, lo difícil es venderlo». Ahí es donde entran en liza nuestras protagonistas. El elaborador tiene unas ideas que quiere ver reflejadas en su etiqueta, porque una botella no deja de ser sino una prolongación de sí mismo.

Siempre se ha dicho que en este campo Francia tiene una personalidad que Rioja no posee, pero lo que por un lado es malo por otro es un plus. Aquí se propone un mosaico de perfiles enriquecedor que huyen de lo milimétrico y exacto. La evolución en la imagen exterior de Rioja ha ido a toda mecha en los últimos años, y es algo que no va a parar.

Son nuevas etiquetas, y en esta cata tenemos unas cuantas: las hay muy locas, las hay distinguidas, descubrimos algunas crípticas y otras personalísimas y rompedoras que quieren reflejar lo que hay dentro. Porque el vino que bebemos cuando descorchamos una botella es fiel reflejo de Oxer, de los Eguíluz, de Roberto Oliván… No conviene olvidar que la que está sola en un lineal o en una vinoteca, es la etiqueta y no todo el mundo sabe el vino que va a comprar. Ahí el poder de atracción de la imagen resulta muy potente. ¿Reflejan las etiquetas la personalidad del bodeguero y su singularidad enológica? Personalísima mi opinión, creo que cada vez más.

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