Miguel Anxo Fernández Lores, alcalde de la capital de las Rías Baixas, explica cómo sacó los coches del centro de la ciudad. «La solución es que circulen sólo los vehículos necesarios, y esos son muy pocos», dice
Cuenta la leyenda que hasta finales del siglo XX Pontevedra «era una ciudad dormida, amenazada por vientos dominantes: coches, atascos, doble fila, ruido, incomodidad...», y la publicidad institucional de la que ahora presume precisa que en 1999 todo cambió al iniciarse «la transformación con una medida simbólica, trascendente y no del todo comprendida: vedar a los coches el centro histórico».
Tal es el punto de partida de la historia moderna de la capital de las Rías Baixas, de un modelo urbano que devuelve la ciudad a sus habitantes. A partir de entonces, «las personas son lo importante», señalan las crónicas de modo recurrente. Y una de ellas, concretamente Miguel Anxo Fernández Lores, alcalde del Bloque Nacionalista Galego (BNG), es quien lo ha hecho posible.
Fernández Lores estuvo ayer en Logroño en la primera jornada del diálogo 'El futuro de las ciudades', organizado por el Gobierno de España y el Parlamento y la Comisión Europea en la capital de La Rioja, y sorprendió a propios y extraños con su manera de contar el 'milagro'. No en vano, son ya 22 años de 'idilio' con sus vecinos y seis mandatos reduciendo al máximo el tráfico motorizado.
«Siempre pongo el ejemplo de un señor que tenía una librería y le preguntaron si estaba a favor o en contra de la peatonalización de su calle, y respondió que a él nunca le había entrado un coche a comprar un libro...», comienza diciendo el médico conocido como el que puso a los pontevedreses a andar. Y es que, Pontevedra, hoy una ciudad con unos índices de calidad urbana que le valen para atesorar notables reconocimientos nacionales e internacionales, no difería mucho de cualquier ciudad española cuando empuñó el bastón de mando.
«Siempre pongo el ejemplo de un librero al que le preguntaron por la peatonalización de su calle, y respondió que nunca le había comprado un coche un libro..."
«Son ya 22 años dando pasos en un mismo sentido, y no es otro que ganar el espacio público para los ciudadanos y sacárselo directamente al vehículo privado. Fue una decisión política que ha ido acompañado de otras decisiones en pro del calmado del tráfico: 'ciudad 30' en el 2010 en todas las calles sean de los carriles que sean, plataformas únicas de accesibilidad universal... medidas que hacen que la ciudad sea más atractiva, agradable y sostenible», explica el peculiar regidor municipal. «Y seguimos trabajando en ello, y en 2019, por ejemplo, limitamos a 10 km/h la velocidad en todas esas plataformas únicas y vías de preferencia peatonal».
El caso de Pontevedra llama la atención en España, en Europa y hasta en otros continentes, con sus particularidades, eso sí... Una zona urbana que «tiene cinco kilómetros cuadrados y 65.000 habitantes», y un término municipal de 120 con hasta 400 núcleos rurales donde residente otros 20.000 «en los que también estamos poniendo en marcha las mismas políticas de pacificación».
«Son ya 22 años dando pasos en un mismo sentido, y no es otro que ganar el espacio público para los ciudadanos y sacárselo directamente al vehículo privado"
Pese a todo, Lores no quiere que nadie se lleve una idea equivocada y trata de aclararlo siempre que puede. «No somos la ciudad sin coches, hay que diferenciar». «De hecho», explica, «tenemos un índice de motorización mayor que Madrid en cuanto a vehículos por habitantes». «Pero lo que tenemos muy claro es que la ciudad no es para los coches, tienen que entrar los necesarios para que la ciudad funcione, y esos son muy pocos», sentencia. «Ello, además, permite una seguridad vial bestial... llevamos 10 años sin un solo muerto en el casco urbano y eso también ayuda al cambio climático, a la salud de las personas, a ser una ciudad que atraiga el talento y a que la gente quiera vivir aquí», añade quien matiza que «no hay ninguna calle como tal donde esté prohibido el coche».
El resumen, «la moraleja» en sus propias palabras, es que «se puede hacer y nosotros llevamos 22 años haciéndolo prácticamente solos, escuchando lo que se hace en el mundo de buenas prácticas, aplicando un modelo propio sin copiar acríticamente». Y es que, el primer edil pontevedrés, tiene claro que «cada ciudad debe buscar su propio camino». «Lo que hace falta, dicho sea con todo el respeto del mundo pues todo está escrito, son decisiones políticas. Son los alcaldes y las alcaldesas, con competencias exclusivas sobre el espacio público, quienes deben decidir, y así eliges si quieres un espacio de convivencia, donde los niños puedan ir andando tranquilamente al cole, donde los coches no te pillen los callos, sin ruidos...».
La ciudad apuesta por el «mejor a pie», aboga porque la solución «es que circulen solo los coches que sean precisos» y, si no queda más remedio que ponerse al volante, se recomienda «aparcar y caminar». «Para aparcar hay varias alternativas. La mejor, dejar el coche a 10 minutos del centro de forma gratuita y sin límite de tiempo (hay unas 2.500 plazas). Si deseas hacer una pequeña gestión de menos de 15 minutos, puedes utilizar una de las aproximadamente 500 plazas gratuitas de aparcamiento rotatorio de servicios en superficie. También dispones de unas 4.000 plazas en aparcamientos subterráneos convencionales», narra la literatura.
Llegados a este punto de la historia, y preguntado respecto a lo que está pasando en Logroño, Miguel Anxo se muestra cauto, pero finalmente se lanza con lo que le sucedió a él. «Sucedió y sigue sucediendo. Claro que hay siempre una oposición, que en primer lugar es oposición política, y no depende del partido que esté en la oposición sino del que está en la oposición en ese momento, sea el que sea, que se opone a cosas que son razonables y eso no es hacer política, sino hacer marrullería política», asevera sin pelos en la lengua.
«No somos la ciudad sin coches, pero lo que tenemos muy claro es que la ciudad no es para los coches, solo tienen que entrar los necesarios para que funcione"
Y luego, a su juicio y según su experiencia, está el «miedo al cambio». «Si no se explican bien las cosas, la gente dice que a ver qué va a pasar, sobre todo cuando coincide que hay que hacer obras y eso implica tres meses, cinco o un año de trabajos en los que se resiente el comercio y la actividad, pero al cabo de un tiempo esa misma gente se da cuenta de que es muchísimo mejor y se puede vivir sin tantos coches, e incluso el comercio funciona mejor».
«Acompañado de otras cosas, claro, pues si permito que a las afueras cada vez se instalen superficies comerciales más grandes pues no me digas que estás a favor del comercio local... son contracciones que cada alcalde debe resolver como buenamente pueda», dice quien también es consciente de que hay gente que se opone «porque sí y no hay manera».
«Nosotros en el 99 decidimos peatonalizar el centro histórico y lo hicimos un mes después de las elecciones porque, además, lo llevábamos en nuestro programa electoral. Negociamos hasta la extenuación con vecinos y comerciantes, pero lo hicimos. Hay que tomar decisiones, siempre lo digo, y a los cuatro años el ciudadano valoró positivamente lo que suponía sacar 500 coches de allí... Hay que tomar decisiones, sí, y las decisiones las que tiene que tomar quien gobierna».
Pero, ¿y si te montan una manifestación como en Logroño? «No puedes conseguir el consenso total, y siempre puede haber oposición, claro, manipulada generalmente por la oposición política, movida por no sé qué, y hay una serie de impactos mediáticos que parece que está todo el mundo en contra, pero cuando preguntas a la gente, la gente vota que sigas mejorándole la calidad de vida», sostiene.
«... hay una serie de impactos mediáticos que parece que está todo el mundo en contra, pero cuando preguntas, la gente vota que sigas mejorándole la calidad de vida»
«Es muy complicado percibir qué hay detrás de esas manifestaciones, saber diagnosticarlo... A mí me preguntaban hace años si todos los ciudadanos están a favor de la 'ciudad 30' y yo digo que deben estarlo porque todos me dicen 'no quiero que se corra en mi calle'... por lo tanto quiero entender que mayoritariamente estamos a favor de una ciudad calmada en la que los niños puedan salir de casa sin ser atropellados por un coche...».
Un tema «difícil» y «complicado», que necesita de mucha «pedagogía» y continuas y constantes explicaciones. «Tengo un caso ahora mismo en un barrio que se niega rotundamente a la peatonalización, pues no sé, quizás no calentamos motores lo suficiente... mi experiencia es que vas este año y la oposición es total, y al año siguiente son ellos los que te lo piden. Habrá que madurarlo, hacer labor de zapa y explicarlo más y por lo menudo. Saber, además, jugar con los ritmos, pues los ritmos en política son importantes. Vamos, que si me pongo a hacer una actuación en el centro con toda la ciudad levantada, en elecciones me llevo una castaña electoral que..., pero si acabo antes antes y la gente disfruta del espacio público dicen 'yo quiero esto para mi barrio'». Así de fácil... sobre el papel.
«Tengo casos de todo tipo, de no hablarme, de insultarme, y de al cabo del tiempo decirme que estaban equivocados y de agradecerme que tomase esa decisión porque viven mejor»
«Hay quien lo entiende y quien no, y otros muchos que lo entienden con los años. Tengo casos de todo tipo, de no hablarme, de insultarme, y de al cabo del tiempo decirme que estaban equivocados y agradecerme que tomase esa decisión porque viven mejor». Así de sencillo... palabra de alcalde fuera de su ciudad.
Miguel Anxo Fernández Lores entiende que eso es «política», cosa que defiende. «Llevo seis mandatos, no legislaturas, pues yo como alcalde no legislo nada, sino que lo hace la administración central o autonómica; yo ejerzo mandatos y eso no es otra cosa que tomar decisiones, sobre todo si esas decisiones van en el programa. Si ganas, toca ejecutar, con el concepto de participación hasta la extenuación, eso sí, pero después de debatir, tener en cuenta pros y contras, e incorporar todo aquello que se tenga que incorporar, ejecutar, pues es una obligación».
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