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La calle Fundición abrió este martes por primera vez tras las obras de reurbanización. Decenas de personas, en su mayor parte residentes de la zona, se concentraron en la vía para observar el resultado. Una calle peatonal que ahora cuenta con arbolado, mobiliario, espacio ... para la colocación de terrazas y un parque infantil, pero que no deja de generar controversia entre negocios y vecindario.
Un pasacalles con Bandaluse Big Band se abría camino entre la gente para llegar a las puertas de la Sala Fundición, donde se preparaban para dar un concierto con motivo de la inauguración. El calor de la tarde acompañaba al ambiente, animado hasta en los balcones por lo inusual de la situación. Sin embargo, no todas las personas allí presentes estaban de acuerdo con el cambio, que forma parte de Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado por la Unión Europea.
Vecina de la zona
«La verdad es que ha quedado muy bonita. A mí me gusta por lo menos. Podemos convivir los coches y las personas, aunque los primeros ya no puedan aparcar ahora», explica un vecino que paseaba por allí. Frente a esta declaración choca la de una mujer que, sentada en un banco frente al portal de su casa, deja claro su desacuerdo con la obra: «Me parece innecesaria toda esta sobrecarga de inmobiliario. Este parque ridículo que hay aquí en la puerta de mi casa, cuando hay dos parques a cincuenta metros con zona súper amplia para niños. Se ha gastado un montón de dinero y es absurdo, ridículo».
Para los negocios el debate se asemeja. Unos están encantados con la reforma y otros la encuentran poco efectiva, pero en lo que la mayoría de ellos coincide es que esto puede afectar a sus ventas. «Estéticamente es muchísimo más bonita y luminosa, pero a efectos prácticos para los comercios creo que todos perdemos. En mi caso, tenemos un concesionario de motocicletas. En la misma manzana hay cuatro parkings de bicicletas, todos ellos vacíos. Los parkings de motos se han retirado y el cliente ya no puede llegar al establecimiento», explica el encargado de Scratch Motos, uno de los muchos locales de la calle.
Vecino de la calle
Opinión similar es la que tiene el dueño de la relojería Virma, Javier Fernández, que, si bien asegura que le gusta mucho cómo ha quedado, como más le gustaba es «como estaba al principio, porque por lo menos la gente podía entrar con el coche, que es la única forma que tenemos de no ponerle barreras a la gente para que llegue». Este vecino considera que «las peatonalizaciones muchas veces hacen que los habitantes de los pueblos no entren en la ciudad, y así me lo ha comentado algún cliente».
Se trata de una calle que cuenta con un total de doce aparcamientos privados, y tal y como detallan en el concesionario, «es mucho tráfico de vehículos para ser una calle peatonal». Sin embargo, hay quienes no le ven a esto un problema, y opinan que la vía ahora está «muchísimo mejor» y que, «pese a las quejas, va a ser la envidia de todas».
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