Estado actual de la parcela del camposanto municipal donde será instalado el futuro 'memorial'. JUAN MARÍN

Un memorial de justicia en Logroño

Memoria Histórica. ·

El Ayuntamiento y La Barranca avanzan en el homenaje a los al menos 395 asesinados durante la represión franquista que fueron enterrados en el cementerio de la capital

Javier Campos

Logroño

Sábado, 5 de febrero 2022

Aquí nunca pasó nada, pero lo cierto es que tras el 'alzamiento' de julio de 1936, el golpe de Estado fascista contra la II República Española que supuso el comienzo de la Guerra Civil, en ciudades como Logroño, que quedaron inmediatamente en la retaguardia del ... bando nacional, tuvo lugar el inicio de una represión criminal que acabó con cientos de asesinados en cuestión de meses.

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Desde hace años se ha contado que en La Rioja más de dos mil personas fueron masacradas en apenas 165 días sin frentes ni trincheras, 400 de ellas rescatadas desde hace años del olvido en La Barranca, pero lo cierto es que aún queda por recordar que en su capital a otras tantas se les arrebató la vida y acabaron en su cementerio. Y en ello se está.

El Ayuntamiento y 'La Barranca' llevan tiempo trabajando y, de hecho, a día de hoy tienen muy avanzadas las conversaciones para honrar la memoria de los 'tumbaos' en los alrededores de Logroño con un memorial que culmine la investigación y divulgación de lo sucedido a partir de aquel verano de hace 86 años. Un memorial de justicia, pero también de verdad y reparación; un claro homenaje, pero también la necesaria dignificación y el obligado recuerdo.

De hecho, ya en 2020 el actual equipo de Gobierno de PSOE, UP y PR+ acordaba con la asociación para la preservación de la memoria histórica ponerlo todo en marcha para saldar la deuda pendiente que otros municipios han ido cumpliendo desde la llegada de la democracia –donde lo habitual eran fosas comunes en alguna zona del camposanto–. «Sabíamos desde hace tiempo que había que hacer algo...», reconocen Jesús Vicente Aguirre y Martín Martínez, al frente del colectivo. «El objetivo es que esta historia poco conocida salga a la luz y quede reconocida», apostilla el concejal socialista Iván Reinares.

Se da la circunstancia de que lo que pasó en el cementerio de Logroño no fue más que la antesala de lo que iba a continuar sucediendo en la dehesa de Barrigüelo, en la vecina Lardero.

«A principios de septiembre de 1936 la oleada de asesinatos se había cobrado en el entorno de Logroño más de 300 víctimas (...) Hasta entonces los detenidos eran trasladados al abrigo de la noche a las afueras de la ciudad (incluidas las tapias del cementerio) donde eran disparados», puede leerse en la web de La Barranca. Cada madrugada, la Cruz Roja se encargaba de trasladar sus cadáveres al cementerio capitalino. Y ya no cabían más. «De ahí que se hiciera necesario encontrar un lugar donde matar y enterrar de una forma más cómoda, discreta y ágil... y el lugar elegido fue La Barranca», continúa el relato.

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Detalle de la piedra de la tapia del cementerio con posibles impactos de bala de las ejecuciones. Juan MArín

Ya el 22 de julio, con los detenidos hacinados en las improvisadas cárceles contándose por varios centenares, y los asesinados en aumento, se el da permiso para que se entierren los cadáveres que se van acumulando en la morgue del hospital provincial y del cementerio. «No se sabe por qué, pero probablemente por caridad», apuntan Aguirre y Martínez.

Gracias a los libros del cementerio de Logroño, a las diligencias judiciales, a los registros de Cruz Roja, y a distintos testimonios, se pueden identificar los enterramientos de al menos 395 personas muertas –19 de ellas desconocidas– de forma violenta desde el 22 de julio de 1936: 26 ese mes, 210 en agosto, 118 en septiembre, 13 en octubre, 12 en noviembre, y 20 desde diciembre hasta el 6 de febrero de 1942.

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«Sin juicio ni remisión, con nocturnidad y alevosía, la mayor parte de ellos entre julio y septiembre del 36... cuando se cambió de lugar a un paraje cercano a la capital riojana, en el que se pudiera cavar la fosa hasta donde resultase necesario», apuntan Aguirre y Martínez.

Antes, en Logroño, la gran mayoría fueron sepultados en la zona reservada a los entierros de caridad del denominado cementerio nuevo. Seis grandes rectángulos de 552 sepulturas distribuidas en 46 hileras de 12 tumbas cada una abiertas en tierra. El resto, poco más de 20, en nichos y panteones. Se ocuparon parte del 1 y el 3, sin nombre ni distintivo alguno... hasta que pasados los 50 se reordenó la zona acabando la mayor parte en el osario... lo que se repetiría con los restantes ya en los 70. Condenando al olvido lo que allí pasó, al menos hasta ahora.

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'Aquí nunca pasó nada', la obra de referencia de Jesús Vicente Aguirre, ha servido de base para seguir investigando en esas tantas vidas truncadas que merecen ser reivindicadas. Aquí nunca pasó nada, y precisamente por eso hay tanta necesidad de recordar.

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