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En la calle Laurel, con hosteleros y policías debatiendo sobre las mesas de apoyo y la gente de vermú, aunque sin aglomeraciones.

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En la calle Laurel, con hosteleros y policías debatiendo sobre las mesas de apoyo y la gente de vermú, aunque sin aglomeraciones. SONIA TERCERO

Logroño recupera sus aromas

La hostelería de la capital reabre sus puertas bajo una amplia vigilancia policial, que provocó algún enfado por la interpretación de las normas

Luis J. Ruiz

Logroño

Lunes, 30 de noviembre 2020, 07:42

Un mes después, Logroño recuperó parte de su libertad. El toque de queda continúa vigente, también la prohibición de salir de la región, pero desde ayer los logroñeses pueden moverse con absoluta libertad por el resto de la comunidad (salvo si el destino es Arnedo, que mantiene su cierre perimetral). Y también, desde ayer, en Logroño es posible tomarse un café, un vino o un pincho (o lo que el cliente guste) en cualquiera de sus cientos de tabernas, bares, tascas y restaurantes.

La movilidad exterior, la de permitir abandonar los límites del municipio capitalino, quizá fue más patente a media mañana en la rotonda de la calle Chile, una de las principales vías de entrada y salida de la ciudad. Allí, más de uno –de los que llegaban y de los que se iban– se sorprendió por encontrarse en la mañana de un domingo pequeños atascos. También unos cuantos se toparon con inesperados controles de la Guardia Civil, que les hicieron dudar sobre el momento de la entrada en vigor del fin de las restricciones. Vigilancia rutinaria.

La otra movilidad, la interior, se notó sobre todo a partir del mediodía, si bien es cierto que hubo quien aprovechó para celebrar el último domingo del mes de noviembre desayunando fuera de casa. Y es que esa era la gran novedad para quienes no tenían previsto salir de la ciudad: los bares y restaurantes podían reabrir sus puertas desde ayer.

«Abrimos con mucha incertidumbre y confiando en que todo el mundo respete las normas»

Cristóbal Roldán, Café Picasso

«Como no está claro qué podemos hacer hemos decidido quitar todas las barricas del exterior»

Santiago Barrera, El Soriano

«No puede ser que cada agente tenga un criterio. Si no hay unas normas claras nos obligan a cerrar»

Miguel Ángel Miguélez, El Caracol

No lo hicieron todos, pero sí la gran mayoría de los que han sido capaces de sobrevivir al confinamiento del primer estado de alarma y al más protestado e inesperado del segundo. Hace un mes, Logroño sumaba 896 positivos y una incidencia acumulada en 14 días de 786 casos por cien mil habitantes. Ayer, ambos indicadores habían caído casi hasta la mitad: 438 positivos y una incidencia acumulada de 410 casos.

Con esos mimbres, no pocos logroñeses consideraron que eran suficientes como para recuperar parte de aquellas rutinas de la nueva normalidad perdidas hace ahora un mes: la de los pinchos por la ciudad. Más allá del tapeo por los diferentes barios de la capital, el mayor interés se centró en el casco histórico de Logroño, en los entornos de las calles San Juan y Laurel.

Que algo había cambiado se percibía ya en la calle Portales, en donde muchas terrazas volvían a ver la luz del día tras un mes de confinamiento estricto. «Abrimos con mucha incertidumbre», asumía Cristóbal Roldán, del Café Picasso, que si bien agradecía los apoyos recibidos, se sentía «cabeza de turco» de la crisis sanitaria. «He abierto a las 10 horas y esperaba más afluencia de clientes», decía con el interior del establecimiento vacío, la mitad de las mesas de la terraza ocupadas y confiando en que el vermú caldeara el ambiente. «He recuperado a los trabajadores del ERTE y esperemos que todo el mundo respete las normas para que no se tomen más medidas», explicaba.

Con las terrazas de la Plaza del Mercado y de San Agustín a medio completar, la Laurel ofrecía una afluencia inusitadamente madrugadora. Pasadas las 12 horas muchos bares ya estaban abiertos –finalmente sólo se permitieron mesas y barricas en el exterior en algunos tramos de Travesía de Laurel, San Agustín y Albornoz– y además de clientes y hosteleros, la Policía Local de Logroño se sumó a la reapertura para comprobar que las normas se cumplían... aunque no todos encajaron bien su presencia (quizá sepan algo del coronavirus que los demás no sepamos).

Vídeo.

Frente al Soriano y a costa de la disposición de unas mesas en el interior del bar Lorenzo hubo diferencia de pareceres entre Policía Local y hosteleros, con Francisco Martínez Bergés (FER Hostelería) como portavoz de estos últimos. «No conocen la normativa que se tiene que aplicar. Nos dicen que tiene que haber un metro y medio entre el camarero y el cliente, no entre el final de la barra y la mesa del cliente», explicaba Martínez Bergés.

Hubo quien, ante el diferente criterio de unos y otros, optó por pecar de conservador. Los responsables del Soriano, por ejemplo: «Voy a quitar todas las mesas y barricas del exterior y que la gente esté dentro, en una mesa. Parece que no está claro qué es lo que se puede hacer y así evitamos problemas», decía Santiago Barrera.

En la San Juan, el escenario fue similar. Barras vacías, gente consumiendo en las mesas del interior y agentes de policía controlando. «Estamos en una dictadura», gritaba un paisano al parecer inmune a la pandemia.

En 'El Caracol', los agentes mandaron retirar unas pequeñas repisas (apenas 30 centímetros) de la fachada. «No estará mejor la gente fuera que dentro», se preguntaba su responsable, Miguel Ángel Miguélez que, sobre todo, pedía claridad: «No puede ser que cada agente tenga un criterio. Si no hay unas normas claras nos obligan a cerrar».

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