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El de las Cien Tiendas es un paseo por un mundo «en peligro de extinción» si la Administración competente no lo remedia, afirman sus comerciantes –los que quedan–, que viven sus horas más oscuras. Primero fue la crisis del 2008 –«unos años estrepitosos»–, de la que algunos empezaban hace unos meses a sobreponerse. Pero llegó la pandemia y ahora sí que no levantan la cabeza. El relato es el mismo, clavado, entre todos los protagonistas de este reportaje: cada día que pasa es un paso más hacia el temido cierre.
Félix Mayoral, propietario de Rómulo, uno de los clásicos en moda masculina de las Cien Tiendas, tomó la decisión de no seguir con el negocio que emprendió hace 36 años en el mismo local donde su padre (Ezequiel) regentaba una carbonera: «Tres meses con cero ingresos no hay economía que los aguante». Su decisión la relata así: «Es lo mismo que cuando a un corredor de fondo le enseñas una meta que está a un kilómetro y, cuando estás a falta de cien metros, te corren la bandera otros 500 metros más. A Rómulo le ha pasado eso, que estaba exhausto».
Es la peor crisis de sus vidas. Y hay negocios con 46 años de historia, como Enzo, en Juan XXIII, regentada por José Pérez: «Este paseo lleva languideciendo 20 años, ningún año posterior ha sido mejor al anterior». La crisis comercial es global, la clientela ya no es ni por asomo lo fiel que era antes, dice, pero la ubicación tampoco suma. «Aquí no se ha cambiado un adoquín desde hace diez años y la iluminación da miedo, mientras que vas por otras ciudades y da gusto: hay luz, buenos adoquines, armonía en las terrazas..., aquí falta una apuesta decidida por parte del Ayuntamiento».
Si el apoyo sigue sin llegar, vaticina que «de aquí a cinco años quedarán la mitad de los comercios, que ya son menos de la mitad de la mitad de los que empezaron», señala aún convencido del potencial de este entorno peatonalizado. «Este verano he visto a chavales jóvenes en las terrazas que nunca se habían pasado».
Confiaba en cerrar en dos años con la jubilación, pero el futuro próximo se le presenta muy incierto, por lo que finalmente Carlota Álvarez, la dueña de Coté –la boutique destacada en el sector de la moda femenina que empezó su andadura en el 'prêt- à porter' de la mano de su madre, la reconocida modista Conchita Nájera–, echará la persiana en enero. «La campaña de primavera está en el aire, ya hay mucha inversión perdida y el futuro nadie lo sabe», señala Carlota Álvarez, quien se reconoce cansada y con pocas ganas de seguir adelante.
Empezó en avenida de La Rioja, luego pasó a Jorge Vigón y, en 1995, se vino a Vara de Rey, donde ha vendido la última moda «y en exclusividad» a clientas incluso de Madrid. Han sido años buenos, pero ya no confía en poder sacar su negocio adelante: «La forma de comprar ha cambiado; antes te comprabas un abrigo bueno para cinco años, ahora te compras cinco baratos en un año», señala en relación al cambio de hábitos. «Yo creo que a las Cien Tiendas le falta una firma de tirón, porque todas las Inditex están en la misma calle..., habría que plantearse qué hacer. El mobiliario urbano hay que cambiarlo, está obsoleto completamente y el cableado está por fuera de la fachada; necesita un lavado de imagen».
Las jubilaciones, sin continuidad, es el otro fenómeno que está viviendo la zona. Dos ejemplos recientes. La tienda de ropa infantil Tai-Tai, que cerró hace dos meses, y Almacenes Rioja, que ayer mismo se despidió de sus clientes. Después de 44 años «vendiendo miles de pantalones», Benito Moreno dice adiós desde casi la misma puerta de Maristas. En los 80 vivieron su máximo apogeo, cuando aun había dos hileras para aparcar. «Los sábados teníamos que cerrar la puerta porque no cabía un cliente más». Él lo tiene claro, la crisis no vino con Maristas, sino con los centros comerciales: «En poco más de un año abrieron tres». Pese a todo, su visión no es del todo pesimista: «Al lado está Santos Ochoa, abrió Juguettos, Orto-Rioja se ha reubicado y ahora llega Zeeman..., con dos o tres comercios grandes de ropa esto cambiaría».
El establecimiento de Rafael Arruga, propietario de la popular Children's, es un caso peculiar. La tienda, en plena actividad desde 1973 y especializada en juguetería técnica y manualidad (herencia de las habilidades de sus padres), experimentó con el confinamiento un repunte de ventas. Las maquetas y puzzles fueron un buen entretenimiento. Pero, como contrapunto, está «la situación tan adversa de las familias» y el goteo continuo de cierres. «Al final todos bebemos de la misma fuente y dependemos de que le vaya bien al de la tienda de alimentación o al ferretero».
Así lo entiende también Demetrio, propietario del bar Días de Norte, inaugurado hace dos años. «El comercio depende mucho de nosotros y, mira ahora...». La crisis del COVID le ha pillado con una «inversión enorme» en calefacción y en el mobiliario de exterior. «He comprado tres sombrillas a 1.200 euros cada una y 500 euros por estufa y ahora me cierran».
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