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No es casual el empeño de la gente del campo por escudriñar siempre el cielo. De ahí llegan sus bendiciones en forma de buenas cosechas pero también todos los sinsabores de los 'caprichos' meteorológicos. El cambio climático está alterando los ciclos conocidos hasta ahora ... y sus efectos en los campos se aprecian en episodios de inusitada violencia que acaban con el esfuerzo de toda una campaña. Así han sido el 2017 y el 2018, los años de más alta siniestralidad en las explotaciones agrarias, según los informes de Agroseguro. Sólo en indemnizaciones se han afrontado pagos de 28,4 y 19,5 millones de euros respectivamente.
Para la historia estadística y en la mente de todos queda el 2017, récord por aquella helada tardía que hizo estragos en el campo, un recuerdo casi tan áspero como la intensa sequía que agostó el cereal. Y el 2018 no fue mejor porque estuvo marcado por continuos pedriscos primaverales y estivales (la actividad tormentosa fue realmente excepcional en julio) y un buen puñado de heladas, aunque focalizadas; en definitiva, desastroso para el campo.
Casi el 30% del viñedo riojano de la comunidad autonóma -si la estadística incluyese Rioja Alavesa el porcentaje sería incluso mayor- ha padecido las consecuencias de heladas y pedriscos durante los dos últimos años. En el pasado, Agroseguro recibió partes de siniestro de más de 28.000 parcelas y casi el 52% correspondió a producciones de uva de vino (seguidas de las explotaciones de herbáceos y fruta), recapitula Javier Zarcero, director territorial Norte de Agroseguro. De hecho, la uva de vino fue el cultivo más afectado, con casi 15.000 hectáreas siniestradas, por los reiterados pedriscos (por helada fueron poco más de 900 hectáreas).
Y si echamos la vista un año antes, la tristemente célebre helada de abril se llevó por delante 8.000 hectáreas de uva a las que se añadieron otras 4.000 largas por pedrisco. Ese año, además, se sumó el efecto de la terrible sequía (casi 10.000 hectáreas). Los agricultores saben que siempre hay pedrisco, heladas, sequía, lluvias torrenciales, mal cuajado... pero hasta ahora lo había con, más o menos, cierta mesura. Los datos del 2017 y 2018 no tienen parangón: más de 28.000 hectáreas siniestradas cada uno de los años cuando venimos de resultados tres veces inferiores 8.300 (2016) y 9.584 hectáreas (2015).
En definitiva, situaciones imprevisibles y de gran incertidumbre. «Estamos sometidos a fenómenos tormentosos frecuentes, periodos de sequía, heladas... por eso, el seguro agrario tiene que ser una herramienta principal que garantiza la renta y el agricultor y ganadero tienen que contemplarlo como un gasto más de explotación», considera Igor Fonseca, secretario general de ARAG-Asaja.
Explica Fonseca que los seguros son imprescindibles, por ejemplo, en explotaciones frutícolas, «donde cualquier pequeño accidente o merma deprecia muchísimo el producto frente al consumidor». También en el caso de la uva: «En aquella terrible helada se vio que muchas explotaciones no estaban aseguradas».
Como consecuencia, el miedo disparó en el 2018 la contratación de pólizas. «La alta siniestralidad del 2017 influyó en concienciar a los agricultores de La Rioja para contratar seguros, lo que provocó una importante subida en líneas como frutales un 5% en pólizas y en el seguro de uva con un aumento del 40% en superficie y en pólizas»», señala el director territorial Norte de Agroseguro. La comparativa es reveladora: en el último año se suscribieron 6.288 pólizas (3.500 de uva) que cubrían 82.000 hectáreas (36.386 de uva) y a una producción de 467,3 millones de kilos (200,5 de uva). Cuatro años atrás, hubo 4.466 contratos (1.980 de vino) que cubrían poco más de 56.000 hectáreas (20.721 de uva) para una producción de 345,7 millones de kilos (126,7 de uva)
A fecha de hoy, la implantación del seguro agrario en La Rioja es «muy notable» -superior al 60%-, según los datos de Javier Zarcero, quien destaca algunos sectores productivos como es el caso de los herbáceos extensivos, el 58%; los frutales, el 75%, y la uva, el 57%.
Mientras desde Agroseguro se recuerda que del total del recibo de prima del seguro, en torno al 30% está subvencionado por la Entidad Estatal de Seguros Agrarios (ENESA) -dependiente del Ministerio de Agricultura- y casi el 16%, por el Gobierno de La Rioja, desde la óptica sindical, Igor Fonseca aporta una dosis crítica: «En los últimos años hemos sufrido una congelación de la aportación del Estado (no tanto de la comunidad autónoma). El coste que soporta el agricultor o el ganadero es mayor y en casos ha dado lugar a la no contratación de seguros».
ARAG censura que algunas condiciones del seguro sean tan exigentes «que llevan a que parte de los siniestros queden sin cobertura económica. Es algo que las organizaciones agrarias estamos reclamando en el seguro de la fruta». Y lo mismo sucede con el mildiu -demandas de ARAG y UAGR aún sin respuesta-: «De Madrid hacia abajo el riesgo está cubierto, pero de Madrid hacia arriba, no. El Ministerio entiende que es un riesgo habitual pero esto no es así porque desde 1999 hasta el 2018, en veinte años, no se había producido ningún episodio de mildiu significativo hasta el año pasado. Por eso, pedimos que se estudie incluir el mildiu en las pólizas».
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