Víctimas de una enfermedad silenciosa
Día Mundial del Riñón ·
A José Miguel Manzanares le diagnosticaron con 38 años que sus riñones funcionaban a medio gas; 30 años después y tras dos trasplantes hace una vida «casi normal»Secciones
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Día Mundial del Riñón ·
A José Miguel Manzanares le diagnosticaron con 38 años que sus riñones funcionaban a medio gas; 30 años después y tras dos trasplantes hace una vida «casi normal»Una sencilla analítica de sangre y orina es crucial para saber si los riñones funcionan correctamente. No se les presta atención y cuando el daño empieza a dar la cara generalmente ya es tarde.
José Miguel Manzanares sabe muy bien lo que es vivir con los riñones a medio gas. En 1992 acudió al médico porque «tenía un cansancio que no se me quitaba nunca, aunque me pasara el fin de semana en la cama», describe. Le ingresaron en la antigua residencia San Millán y después de hacerle varias pruebas, entre ellas una biopsia de los riñones, dieron con el mal que le estaba provocando semejante fatiga. Tenía 38 años y le diagnosticaron fallo renal. Le dijeron que la causa era de tipo inmunológico. «Era yo el que estaba destruyendo mis riñones y no había trasplante posible en aquellos tiempos». La medicina no había evolucionado tanto como ahora y, por tanto, «el mazazo fue que me dijeran que no había posibilidad de trasplante», recuerda.
La única solución posible entonces –por fortuna la situación cambió con los años– pasaba por cuidarse mucho «para mantener la función renal que le quedaba y alargar lo más posible el deterioro del órgano que yo mismo me provocaba».
Aún así, el avance de la enfermedad le obligó a entrar en diálisis en 2004. Podía elegir entre la peritoneal y hemodiálisis. Optó por la primera porque se podía someter a ella en casa y evitar así el desplazamiento desde Santo Domingo de la Calzada en donde reside.
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Reconoce que tuvo suerte y a los nueve meses le llamaron para un trasplante. Para entonces todo había evolucionado y a pesar de que al principio le descartaron como receptor, años después podía ser un firme candidato para recibir un órgano donado. Todo fue rápido, pero la fortuna le duró poco y a los 20 días del trasplante perdió el riñón. «Se me formó un coágulo en la vena renal, no se alimentó el riñón y como estaba muerto me lo tuvieron que quitar», explica.
De nuevo entró en diálisis hasta que tres años después recibió otra llamada. Había un órgano compatible para él. Era 2007 y se sometió al segundo trasplante. Al principio tuvo problemas porque no funcionaba. «Veía a compañeros que entraban, les trasplantaban y se marchaban y yo seguía allí, el riñón que no funcionaba y en diálisis». Una nueva biopsia desveló que había una alta toxicidad por uno de los fármacos que le suministraban. Conocida la causa, le cambiaron el tratamiento y el riñón empezó a funcionar aunque ya dañado. La consecuencia es que «no me funciona bien del todo pero me permite no hacer diálisis y llevar una vida normal desde ese año y ya van para 14».
Ahora hace una vida «casi normal», cuidándose mucho y con once pastillas diarias, la mayoría inmunosupresores para evitar el rechazo, pero también para los efectos secundarios.
Confiesa que se cansa antes que los demás y le cuesta mucho recuperarse, «pero tengo una huerta, doy paseos y una vida para mi edad de lo más normal con casi 68 años».
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
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