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Cristina Monaj tenía parte de su futuro condicionado incluso antes de nacer. Había un 50% de probabilidades de heredar una carga genética demasiado pesada. Una losa que antes arrastraron su madre, que falleció hace una década, su abuela y su tío y de la ... que, a pesar de las sospechas, no tuvo constancia real hasta los 16 o 17 años. Fue en su primera revisión ginecológica. La doctora, en una ecografía, detectó los quistes en los riñones. Le derivó a Nefrología y allí le pusieron nombre a su enfermedad. Sufría lo mismo que sus antepasados: poliquistosis renal autosómica dominante. «Una patología que como no tiene cura termina en insuficiencia renal y se llega a entrar en diálisis», explica.
Desde entonces está controlada, sobre todo porque es de progresión rápida, y porque desde 2017 comenzó un tratamiento nuevo que lo frena, Tolvaptán. Fue la primera persona a la que se lo suministraron en La Rioja y tras ella vinieron más. A día de hoy, gracias a este fármaco, está estable. «Ni para atrás ni para adelante», explica. Y lo que iba a ser para tres años porque todavía estaba en fase de investigación, «nos han propuesto tomarlo de por vida».
«Al final es como que te retrasa lo que parece inevitable. A mí, de momento, nadie me habla de entrar en diálisis, pero tengo una función del 60%. Estoy en un estadío 2, es decir, partimos de una función renal deteriorada».
El tratamiento no es compatible con un embarazo, aunque en su caso, cuenta que la maternidad nunca ha sido una prioridad. Aún así, «durante tres años me estuvieron haciendo un test de embarazo cada mes. Yo les decía: ahorraos el test porque os podéis imaginar que no tengo ganas de esta historia».
A sus 40 años, Monaj lleva una vida extremadamente sana, hace ejercicio y vigila escrupulosamente su dieta. No siempre fue así, reconoce. A los 20 años, cuando salía con amigos «pequé bastante». Aunque nunca ha bebido ni fumado, dice que entonces abusó de las carnes y de las proteínas y «eso hace tiempo que lo he dejado atrás». Ahora, cuenta, se arrepiente bastante de haberlo hecho «porque tendría una función mejor si me hubiese cuidado toda la vida como me cuido ahora».
¿Qué espera en el futuro de su enfermedad? Cuando se le deteriore el riñón, si llega el caso y no ha habido avances en el tratamiento de la patología que sufre, salvo que haya un donante en vivo, sabe que lo primero es entrar en diálisis porque «nadie va directamente a trasplante si no pasa antes por este proceso; solo lo evitas si tienes un donante en vivo, porque es tu donante, es para ti».
En cualquier caso, seguiría teniendo la enfermedad porque los riñones siguen estando dañados. «Los tuyos no te los quitan, te ponen uno nuevo, sería una solución para no tener que depender de una máquina, es para tener calidad de vida, poder seguir viviendo como una persona normal, con un órgano sano que te hace la función de los enfermos».
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