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A falta de un mes para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la igualdad ni está ni se la espera. Desde luego no en el mercado laboral riojano, en el que, como ocurre en el resto del país, la brecha salarial no ... deja de sangrar.
Aunque son pocos los que se atreven a negar su persistencia -ni siquiera la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, quien esta misma semana ha asegurado que «la brecha salarial está en mínimos históricos, 14%, incluso por debajo de la media europea, 16%, pero toca continuar actuando hasta la plena igualdad»-, hay quien todavía se echa las manos a la cabeza y clama que, en un mismo puesto de trabajo, nadie cobra menos por ser mujer. Cierto, no hay denuncias por discriminación directa, ninguna trabajadora cobra menos que un compañero varón si ambos ocupan un empleo con idéntica responsabilidad y sin diferencias en la antigüedad.
Sin embargo, las cifras oficiales son tan obstinadas como elocuentes: el sueldo medio en La Rioja de un trabajador varón, según la encuesta anual de estructura salarial que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), asciende a 24.532,64 euros, pero se queda en 18.762,15 en el caso del colectivo ocupado femenino. Es más, el mismo estudio refleja diferencias incluso en el salario por hora normal de trabajo, con 15,08 euros en la nómina de ellos y 13,34 en la de ellas.
Como en casi todo, en este debate la verdad también se esconde en la letra menuda. Algunos recientes informes hechos públicos recientemente por el INE y el Ministerio de Empleo y Seguridad Social dan algunas pistas de la realidad a partir de una ensalada de datos estadísticos que desvelan un aliño especialmente agrio para la mujer. Por ejemplo, en la EPA (Encuesta de Población Activa) correspondiente al último trimestre del 2017 que desmenuza el mercado laboral en una treintena de epígrafes solo con la categoría de ocupados. Una de las primeras claves que surge del cruce de datos es que el 79,9% de las 60.400 trabajadoras riojanas totales se gana la vida en el sector Servicios, donde el sueldo medio es de 2.030 euros al mes, pero apenas tiene presencia en los que mejores salarios acreditan, como Industria, con una paga mensual media de 2.757 euros, o Construcción.
Más claro aún, la EPA desgrana la situación de forma más pormenorizada en su capítulo de 'Ocupados por ocupación' a través de diez categorías. De ellas, la presencia femenina es abumadoramente mayoritaria en dos categorías, las peor remuneradas: la 5, de 'Trabajadores de los servicios de restauración, personales, protección y vendedores' (dependientes comerciales, camareros, cuidado de niños, ancianos y dependientes...), con un sueldo medio mensual de 1.300 euros; y la 9, 'Ocupaciones elementales' (servicio doméstico, limpieza...), con un salario de 1.000 euros. En el primer grupo, de los 28.900 empleados totales, 17.400 son mujeres; y en el segundo, de 16.700, el colectivo femenino asciende a 10.700. Es decir, de los 45.600 puestos de trabajo con menor atractivo de trabajo, 28.100, el 61,6%, están ocupados por ellas. También son mayoría en las categorías de 'Técnicos profesionales, científicos e intelectuales' (médicos, abogados, profesores), 13.900 mujeres y 8.400 hombres; y de 'Empleados contables, administrativos y otros empleados de oficina', 6.600 frente a 4.500. En ambos casos, profesiones muy vinculadas al sector público, en el que también el colectivo femenino es mayoritario, 11.300 de los 20.800 empleados.
Y ahí se acabó su dominio laboral, en las seis restantes categorías la presencia masculina es la predominante y especialmente elocuente en la primera, la de 'Directores y gerentes' -la de más alta remuneración media (4.000 euros mensuales)-, que contabiliza 6.600 personas en la región, casi tres de cada cuatro hombres (4.600) y solo 1.900 mujeres.
Pero no solo las condiciones salariales penalizan la reclamada igualdad en un mercado laboral que no deja de ser un espejo de la sociedad. Y ésta, durante siglos ha marcado a fuego que las tareas domésticas y el cuidado de los hijos y de los familiares dependientes es misión de la mujer, obligada a buscar ocupaciones que le permitan desdoblarse en aras a una conciliación que, a la vez, penaliza su carrera laboral.
Los indicadores hablan de que el 96% de las reducciones de jornada las solicitan las mujeres. De hecho, una de cada cuatro mujeres trabajadoras riojanas -14.900 de las 60.400- tiene un contrato laboral a tiempo parcial, una situación que no se parece en nada a la masculina, ya que solo el 7,3% de los 74.900 empleados varones no disfruta de un contrato a tiempo completo completo.
Lo mismo ocurre con las excedencias, demandadas en el 92% de los casos por la mujer, según datos nacionales y que esta misma semana ha ratificado con los registros del 2017 por comunidades autónomas el Ministerio de Empleo y Seguridad Social. En el caso concreto de nuestra comunidad la cifra de excedencias para el cuidado de hijo u otros familiares ascendió el pasado año a 465 solicitudes, de las que 429 fueron rubricadas por mujeres y solo 36 por hombres.
La igualdad parece seguir lejana.
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