Secciones
Servicios
Destacamos
La segunda sesión del juicio contra el hombre acusado de asesinar al anciano que cuidaba se centró este martes en tratar de arrojar algo de luz sobre la relación que mantenían el acusado con la víctima y, a su vez, la víctima con su familia. ... Y como en todo, también en esto, el vínculo era bueno o malo en función del relato de cada uno de los ocho testigos que declararon este martes. En algo sí que coincidieron: el carácter difícil del hombre.
El testimonio principal este martes fue el del sobrino. Tajante aseguró que su tío «tenía miedo de esa persona». Se refería al acusado, que se enfrenta a 23 años de cárcel por un presunto delito de asesinato con alevosía.El fallecido, según describió, «tenía mucho genio, no se dejaba aconsejar y cuando se le metía una cosa en la cabeza era difícil sacársela».
Noticia relacionada
Carmen Nevot
La relación entre ambos no era ni mucho menos diaria, se veían, según contó, unas cuatro veces al mes y durante el confinamiento más estricto por la pandemia, le llamaba para ver si necesitaba algo. A finales de junio de 2020, le sorprendió que su tío se pusiera en contacto con él y le pidiera que se acercara a su casa. Le llamó al telefonillo, bajó y se sentaron en un banco en la plazoleta próxima a su vivienda. Le dijo que tenía un problema con un rumano –la nacionalidad del acusado– que le había alquilado un trastero y que tras pagarle un mes, cambió el bombín y no le dejaba acceder, incluso le amenazó con romperle las piernas si cambiaba la cerradura. Una vez que le relató lo que le ocurría, le dijo que si podía ir a hablar con él a su casa. Así lo hizo, pero no obtuvo respuesta ni en persona ni por teléfono, al menos esa jornada. Al día siguiente, le llamó por teléfono con su número oculto «porque no me daba buena espina» y a la tercera le cogió. La respuesta que, según su versión, obtuvo del acusado fue que todo aquello que le había comentado su tío era mentira, «que estaba loco y que él no le había amenazado, que sólo quería alquilar una plaza de garaje y no el trastero». El lunes, durante su declaración como imputado, también descartó que hubiera alquilado el trastero en cuestión.
El procesado le explicó que había quedado con su tío a las 16.30 horas de ese mismo día en un bar del barrio y que fuera él también. El sobrino llegó antes de la hora prevista y los dos ya estaban en el establecimiento. Al parecer llevaban un tiempo porque ya habían terminado sus respectivas consumiciones. En ese momento «le pregunté a mi tío si era él el que le había amenazado y no contestó». Quien sí habló fue el procesado, que comentó que acababan de tener una discusión porque la víctima le había acusado de querer quedarse con todo y «no estaba dispuesto a quedar como un ladrón», quería que el anciano le pidiera perdón públicamente en el bar. Ese día le llamó la atención un comentario que hicieron acerca de que tenían que ir al notario.
Respecto del ictus que sufrió el hombre y por el que estuvo ingresado en el Hospital San Pedro del 11 al 14 de julio de 2020, el sobrino indicó que el acusado nunca se lo dijo, se enteró gracias a un familiar. Llamó al San Pedro y se lo confirmaron. Transcurridos unos días y tras llamar insistentemente al procesado, «me cogió el teléfono y me dijo que mi tío estaba de puta madre, en San Sebastián tomándose un copazo y fumándose un puro. Yo le recriminé que no era lo más adecuado después de un ictus, le dije que me pasara con él, pero dijo que no, que éramos todos unos hijos de puta, que se fuera toda la familia a tomar por el culo». Nunca oyó por detrás a su tío, algo extraño, dijo, porque tenía un tono de voz muy fuerte.
A la muerte del hombre, de 82 años, el 5 de agosto de 2020, se puso en contacto con la compañía con la que tenía contratada la póliza de decesos, le dijeron que había acudido un rumano con un acta notarial asegurando que la familia no podía hacerse cargo, que le iban a incinerar y que la familia no tuviera acceso a nada.
El juicio continuará este miércoles con la declaración de diez nuevos testigos con lo que tratar de arrojar algo más de luz sobre lo ocurrido en la madrugada de aquel 5 de agosto de 2020. Unos hechos por los que el procesado, de 46 años, se enfrenta a una pena de 23 años de cárcel por un presunto delito de asesinato con alevosía. El fiscal pide además la medida de libertad vigilada del encausado por 10 años, así como el pago de una indemnización de 300.000 euros a los herederos de la víctima.
El médico que atendió al anciano asegura que le chocó la afectividad del cuidador, «le abrazaba, le agarraba y estábamos en la consulta»
Aunque el testimonio del sobrino centró la segunda sesión de juicio, por la sala de la Audiencia Provincial de La Rioja también pasaron este martes otros siete testigos, entre ellos dos trabajadoras sociales y el médico que le atendió en el centro de salud después de que la víctima sufriera un ictus.
Era el 27 de julio de 2020, el hombre vino con su cuidador y, como parte del protocolo, le pidió que saliera de la consulta para que no se sintiera cohibido. De aquella cita le sorprendió la «afectividad» que mostraba el acusado con el anciano «le abrazaba, le agarraba y estábamos en la consulta», pero «él no lo rechazaba». Le volvieron a citar a otra consulta, pero nunca llegó a producirse porque el hombre falleció antes.
En la misma consulta estaba presente una de las dos trabajadoras sociales que declararon este martes en la vista. Le informó sobre los ámbitos de dependencia, «pero no los quiso iniciar porque me dijo que tenía un cuidador y que se sentía bien atendido». Le dijo también que iban a ir a un notario, pero no sabía por qué motivo.
La segunda trabajadora social que declaró este martes como testigo cuidó al hombre durante los días que estuvo hospitalizado en el San Pedro a causa del ictus. El acusado, según dijo, estuvo allí con la víctima. En ocasiones discutían, pero «dentro de una relación normal» y todo porque, según recordaba, el paciente «tenía mal genio y un carácter fuerte». A preguntas de las partes, aseguró que durante el tiempo que estuvo hospitalizado no pidió que avisaran a su familia. «No quiso y es el paciente el que decide».
En el juicio también declaró este martes el hombre que tenía alquilado el trastero propiedad de la víctima. Habían tenido unas «palabras» porque «de la noche a la mañana me dijo que tenía que sacar todo lo que tenía en el trastero porque se lo quería alquilar a otro». Él se negó porque no podía sacar todo de golpe, le pidió tiempo y «cuando tuve otro trastero le devolví las llaves. No quería problemas, no quería discutir con nadie y me fui». Antes de concluir su declaración, negó que amenazara a la víctima.
La sesión de este martes dio para mucho. Para escuchar versiones totalmente opuestas, pero salvo el del sobrino, los testimonios del resto de testigos coincidieron en que la relación entre la víctima y su cuidador era normal. La camarera del bar en el que era habitual verles juntos aseguró que «él se sentía a gusto con su cuidador». Era «agradable con él» y en ningún momento vio que se sintiera amenazado. El procesado le acompañaba hasta el establecimiento y ahí tomaban café.
Una vecina que vivía en el mismo edificio de la víctima explicó que, en julio de 2020, empezó a oír más ruidos en casa de la víctima, un hombre que siempre había vivido solo. «Se oía a gente salir y entrar, había más movimiento en su domicilio». Sobre los sobrinos del anciano, señaló que él le había hablado en alguna ocasión de ellos, pero «no sé si iban a visitarlos».
Otros dos vecinos del mismo inmueble también aseguraron que en los últimos meses se oían más ruidos en casa de la víctima.
Los hechos por los que está siendo juzgado, según la versión de la Fiscalía, comenzaron a gestarse a principios del mes de junio de 2020, en plena pandemia de covid. Por entonces, el hombre que después se convertiría en víctima alquiló al procesado una plaza de garaje y un trastero que tenía en la calle Beratúa de Logroño.
A raíz de estos primeros contactos, el acusado comenzó a ejercer funciones de asistente de su víctima, que entonces tenía 82 años. En un primer momento, le acompañaba durante un día, pero con el tiempo, como el hombre sufrió un ictus por el que estuvo hospitalizado del 11 al 14 de julio, llegó a pernoctar en su casa. Transcurridos tres días desde que el hombre fue dado de alta en el hospital, el acusado le acompañó al notario para otorgar testamento a su favor a cambio de que le cuidara y le asistiera hasta que falleciera. El nuevo testamento revocaba otro anterior en el que a partes iguales legaba todo a sus sobrinos.
El 4 de agosto de 2020, el procesado acudió a un establecimiento de productos de fontanería para comprar un desatascador profesional. Esa misma noche, añade el fiscal, el acusado administró a la persona a la que cuidaba una dosis de un medicamento, Noctamid, superior a la normal para provocarle somnolencia. Cuando se encontraba en ese estado de letargo que le impedía defenderse, le hizo ingerir parte del desatascador que había adquirido por la mañana con el propósito de «causarle la muerte y poder heredar sus bienes». La víctima falleció a las 07.50 horas del 5 de agosto en el Hospital San Pedro.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.