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Primero, «un porro en el patio del colegio», después, «probar el speed en la fiesta de final de curso del instituto», luego «rayas solo durante ... los fines de semana», a los 22 «ya todos los días»... Así, escalón a escalón, Mikel, nombre ficticio, fue quemando etapas asociadas a una juventud loca pero que, a los 25, después de conocer a la que hoy es su exmujer, pensaba que ya eran el pasado.
«Tuvimos un hijo, pero después nos separamos y entonces volví al mal camino», rememora. Los porros y los gramos se volatilizaban a una velocidad cada vez mayor. «Fueron tres años que no supe gestionar», indica. Dejó de trabajar y comenzó a delinquir. «Mis padres estaban a punto de darme la patada porque ya no podían más. Lo tenían que haber hecho antes, pero como tenía un hijo, aguantaron y aguantaron», rememora. Pero fue detenido cuando cometía un delito e ingresó en prisión.
«Fue muy duro, me vi solo, sin contacto con la familia... En la cárcel me di cuenta de los líos que había preparado y empecé a cambiar de vida», dice. Conoció el programa de Proyecto Hombre y dio paso a una lucha que, en su caso, pasaba por mantenerse limpio en las analíticas. Lo logró. Después de un año se trasladó a la unidad terapéutica de Logroño y comenzó algo nuevo para él:«Empecé a trabajar mis dificultades, a trabajarme a mí mismo».
La evolución le llevó a salir del centro penitenciario para incorporarse, hace cuatro meses, a la casa donde convive con más compañeros. Para él, además del evidente riesgo que supone una recaída en sus adicciones, volver a la droga supondría retornar la cárcel. «Mi salida está condicionada a eso», reconoce. Pero tanto esfuerzo («esto es duro todos los días») está teniendo sus recompensas. «»He empezado a recuperar a mi familia, que es la que más me ayuda, y sobre todo a mi hijo. Antes no había sido padre de verdad», recalca Mikel.
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