Cinco soluciones para paliar la crisis de Rioja

Éstas son las soluciones que se barajan. Todas tiene sus pros y sus contras aunque también una característica común: todas cuestan (mucho) dinero.

Es la medida más sencilla para reducir la producción de uva y vino. La hay desde 2020, con la pandemia, y la habrá en 2023. El pliego de condiciones de Rioja permite bajar el rendimiento por hectárea (en campo) hasta el 85% sobre el 100%: 6.500 kilos por hectárea tinta y 9.000 de blanca. Si se aplicara al máximo (85%) se dejarían de producir unos 50 millones de litros de vino. El pliego también contempla reducir el rendimiento de transformación, de uva a vino, fijado en el 70% hasta el 66%.

Ese 4% permitiría dejar de producir casi otros 15 millones de litros, pero las grandes bodegas (Grupo Rioja) ya han dicho que no están dispuestas. El problema de reducir rendimientos es que pagan 'justos' y 'pecadores'. Es decir, todo el mundo, al margen de que venda o no su producción de uva o de vino regularmente.

Es una medida que reclaman las organizaciones agrarias con la idea de que si hay financiación adicional para la crisis repercuta directamente en la renta del viticultor. Consiste en destruir químicamente (justo en el comienzo del ciclo) parcelas enteras de viñedo. Hay una partida habilitada por el Miniserio (15 millones) para todo el país, con lo que, si cayera algo y si no hay financiación adicional, serían migajas.

En cualquier caso, la prima prevista es de 33 céntimos por kilo, con lo que no compensa en una zona como Rioja (quizás si en otras como Mancha, donde hay muchos más kilos por hectárea). Por tanto, tampoco sería una opción si esa una prima adicional y, para ello, habría que buscar un encaje específico legal en los reglamentos comunitarios, lo que tampoco es fácil.

Rioja no destiló en la pandemia, pero sí hubo una partida específica para ello en España. Ahora no hay fondos ministeriales, pero sí podrían aportarlos las comunidades autónomas. El País Vasco ya lo hizo en 2021 y con muy buena financiación pero solo para vinos de Rioja Alavesa y txakolís. Es la mejor opción para destruir vino, como defienden las Bodegas Familiares, pero también la más cara. Consiste en quemar vino para hacer alcohol para la industria o para cosméticos.

En Francia la habrá, con 160 millones de euros. Aquí, de momento, el Ministerio ha dado largas. El problema es el de siempre: si hay fondos, las primas por litros no cubren ni de lejos el coste de producción en Rioja y el grueso acabaría en zonas de gran volumen productivo.

Es la propuesta que ya ha hecho el Grupo Rioja, la organización mayoritaria –así que tiene todos los 'boletos' para salir–. El vino de mesa se puede pagar entre 30 y 35 céntimos por litro y haría falta una prima adicional, que se confía en que aporten los gobiernos regionales, para que, si no rentable, al menos se pudieran sacar millones de litros de vino amparado.

Es una medida también coyuntural, pero, cuando menos, debería servir para sacar los peores vinos, incluso de cosechas atrasadas. Todo depende del dinero que se ponga en la mesa, pero precisa bastante aunque menos que la destilación. El problema es que no se destruye vino, sino que sale de Rioja pero sigue ahí. En la DOCa hay grandes bodegas, y alguna cooperativa, que ya elaboran vino de mesa, con lo que el canal de 'desvío' ya existe.

El arranque de viñedo en Rioja nadie lo ha puesto aún sobre la mesa pero... en Burdeos se han pedido primas europeas para eliminar entre 10.000 hectáreas y 15.000 hectáreas (el 10% de la superficie), para lo que es necesario que se modifique la legislación y se vuelvan a habilitar ayudas para el descepe (las hubo pero ahora no las hay). En ello está Francia. En Rioja, con más de 66.000 hectáreas (14.000 más que en el año 2000), o las ventas van hacia los 300 millones de litros más pronto que tarde o acabará poniéndose sobre la mesa.

El blanco, en Rioja y a nivel mundial, va mejor que el tinto y otra opción que han planteado las Bodegas Familiares es incentivar la reconversión o reinjerto de tinto a blanco, pero el efecto es limitado por el riesgo de no acabar fastidiando también el mercado de uva y vino blanco.