Historia visual

Tras las huellas de los gigantes de la Tierra

Vive una aventura que te llevará de los yacimientos de icnitas de La Rioja al Parque de la Naturaleza de Cabárceno

Pío García, Irene Echazarreta y José Ahumada

Logroño

Viernes, 14 de abril 2023

Es este un viaje de 120 millones de años en apenas 300 kilómetros. Un viaje en compañía de animales gigantescos y de costumbres insólitas, que discurre por escenarios fascinantes. Dinosaurios de todos los tamaños dejaron su impronta en la sierra riojana y sus huellas fosilizadas o icnitas son fácilmente perceptibles. Se cuentan por miles y están por todas partes. En los centros paleontológicos de Enciso y de Igea se ofrece la información necesaria para interpretarlas y se exhiben algunos restos sorprendentes. En Enciso, El Barranco Perdido, un parque de paleoaventura invita al juego, a obtener todo tipo de conocimientos en su museo, al descanso y al chapuzón. Aquella fauna imponente sucumbió hace 60 millones de años y ahora los elefantes africanos ocupan su trono. A 290 kilómetros de Enciso, en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, 21 ejemplares se pasean por las veredas con su apacible contoneo. Forman la manada más grande fuera de África y ya hay entre ellos elefantes cántabros, nacidos en esa tierra húmeda mecida por los vientos del Atlántico. Una de las últimas, Beatuca, vio la luz hace apenas dos meses. Este es, por lo tanto, un pequeño viaje en el espacio y un enorme, casi inconcebible, viaje en el tiempo: de los animales terrestres más grandes que una vez poblaron la Tierra a los animales terrestres más grandes que hoy la habitan.

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Los dinosaurios riojanos

Hace 120 millones de años, La Rioja era una tierra pantanosa, ocupada por deltas y marismas. El clima era cálido y húmedo, casi tropical. Los dinosaurios fueron dejando sus huellas impresas en el barro fresco y aquellas pisadas, primero endurecidas y luego fosilizadas, jalonan hoy toda la sierra oriental riojana. En las faldas de Alcarama, un territorio montañoso árido y ceniciento, es fácil encontrar esos extraños huecos puntiagudos o redondeados grabados en las rocas. Los más viejos del lugar los llamaban «las grandes gallinas» y desde mediados del siglo XX los paleontólogos fueron descubriendo que aquellas gallinas mitológicas que tanto asombraban a los niños de Enciso o de Igea fueron en realidad dinosaurios de todo tipo y condición.

Los había gigantescos y minúsculos, carnívoros y herbívoros. Unos caminaban a grandes zancadas y otros desplegaban sus primitivas alas para volar. Alguno llegó a correr a 45 kilómetros por hora, pero también los había lentos y cuellilargos, de corpachones imponentes, que vivían en manadas y se paseaban por las marismas comiendo hojas de los árboles. No siempre resulta fácil identificar la especie o la familia por la huella de la pisada (se estudia a través de la Paleoicnología), pero sí se sabe que en aquella Rioja antediluviana había iguanodontes, hypsilophodones, pterosaurios (podían volar gracias a sus alas), hadrosaurios y terópodos de terrible estampa, como el ejemplar de una nueva especie de espinosáurido, todavía no identificada, cuya pata se conserva en el Centro Paleontológico de Igea. En este municipio existe otro singular resto de aquella época de grandes lagartos. A pocos kilómetros del pueblo, embebido en la roca como si reposase sobre un sarcófago, sobrevive un tronco de conífera de hace 120 millones de años. Los paleontólogos también han encontrado restos de tortugas, tiburones o cocodrilos. Sus dientes, petrificados, acabaron fundiéndose con estas montañas adustas que hace mucho tiempo fueron océanos.

El área suroriental de La Rioja está llena de yacimientos de icnitas (huellas fosilizadas) y todavía promete sorpresas al investigador. Sólo en la Era del Peladillo (Igea) hay más de 1.700 rastros, lo que lo convierte en el mayor repertorio de pisadas de Europa y en el tercero del mundo, pero en total hay más de 110 yacimientos de icnitas que se distribuyen en 20 términos municipales.

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Saurópodos

Los saurópodos eran dinosaurios de grandes dimensiones, aunque su tamaño variaba según las especies; algunos podían alcanzar los 45 metros de largo y su peso equivalía al de quince elefantes africanos. Andaban a cuatro patas y eran herbívoros. Sus huellas son redondeadas y se encuentran en parejas mano/pie. Aunque en La Rioja no son las más habituales, se ha llegado a encontrar una pisada de 87 centímetros de largo y se ha identificado el rastro de varias manadas. Comían hojas de los árboles, hasta media tonelada al día, aunque también engullían piedras para facilitar la digestión. Sus huevos podían alcanzar los 30 centímetros. La falta de restos óseos hace que sea imposible identificar la especie concreta que pudo dejar esas improntas. Solo como ejemplo, en Enciso hay una reproducción, a tamaño natural, de un braquiosaurio de 23 metros.

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Espinosáuridos

En La Rioja no hubo tiranosaurios, pero sí otros especímenes carnívoros de aspecto igualmente terrorífico. Los espinosáuridos eran depredadores carnívoros que caminaban sobre dos patas y tenían una cabeza alargada, como de cocodrilo, con una poderosa mandíbula y un centenar de dientes. Se alimentaban de peces. Se calcula que podían llegar a medir más de nueve metros de largo y casi tres de alto. Sus manos acababan en tres garras curvas que les servían para atrapar a sus presas. No sólo se conservan huellas; en el Centro Palentológico de Igea se expone una pata casi completa, con fémur, tibia y peroné, que supera los dos metros de altura. Aunque estrechamente emparentado con el baryonyx encontrado en Inglaterra, los investigadores sostienen que se trata de una especie nueva, todavía no identificada en el mundo.

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Los elefantes de Cabárceno

A vista de pájaro, el Parque de la Naturaleza de Cabárceno aparece como una gran extensión verde y rojiza, erizada de rocas puntiagudas; un paisaje singular que exhibe las cicatrices de su pasado industrial: ya los romanos extraían hierro de sus entrañas, ricas en mineral, que fueron explotadas hasta las últimas décadas del siglo XX.

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De aquella gigantesca mina fue surgiendo el parque, tras mover miles de toneladas de tierra y plantar miles de árboles para crear un espacio único, una especie de edén en miniatura que actualmente acoge un centenar largo de especies animales de todo el mundo que viven en régimen de semilibertad. Desde su inauguración, en junio de 1990, se ha convertido en uno de los principales focos de atracción turística de Cantabria.

Entre los habitantes de ese vecindario excepcional merece especial atención la extensa colonia de elefantes africanos que, con los 21 ejemplares con que cuenta en la actualidad, compone la manada más grande que existe fuera del continente negro. 

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Otro de los récords que ostenta Cabárceno es el de ser la instalación donde más elefantes africanos han nacido en cautividad, un total de 23. En 1995 nació la primera cría en el parque (y también en España), Kira; la anteúltima fue Beatuca, en enero de este mismo año, y la última, que aún no tiene nombre, nació en abril.

Cuando se habla de elefantes, los animales terrestres más grandes que existen en la actualidad, todo lo que se refiere a ellos comparte también esa dimensión colosal. ¿Hablamos de su hogar en Cabárceno? Ocupa una extensión de 25 hectáreas, y cuenta además con un gran establo de más de 1.000 metros cuadrados y una piscina con capacidad para más de 5 millones de litros de agua (curiosamente, les gusta bañarse en el lago los días de lluvia y tormenta, y cuando hace sol y calor prefieren sacar tierra y barro de unas canteras que ellos mismos han excavado).

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Jums, el elefante más grande de Europa

Jums, relajado en el parque cántabro. T. C.

Más cifras monumentales: Jums no sólo es el elefante más grande del parque, sino de toda Europa, con más de 7 toneladas de peso. Probablemente contribuya a ello su dieta diaria, que, como la de sus compañeros, supone la ingesta de más de 100 kilos de alimento. Este es el desglose: 50 kg de hierba mustia del propio parque, 40 kg de hierba seca, 15 kg de alfalfa, 6 kg de pienso y, como postre o aperitivo, ramas de los árboles de su recinto cuando le apetece.

La trompa, una de sus características anatómicas más particulares, también esconde números de vértigo, como sus más de 4.000 músculos y tendones, que le proporcionan una fuerza y precisión extraordinarias, y con la que llegan a levantar una tonelada de peso. Hasta su rugosa piel es excepcional: tiene de 2 a 3 centímetros de grosor, necesarios para poder soportar su gran masa corporal.

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Desde su creación, Cabárceno evitó que pudiera considerársele un zoológico al uso, tanto por sus dimensiones y las originales características de su emplazamiento como por jugar la baza de la investigación animal. El trabajo desarrollado con los elefantes ha permitido adquirir un conocimiento muy preciso del ciclo sexual de las hembras, desde saber si un ejemplar es fértil o está en celo hasta determinar el momento en que se producirá el parto, todo ello a partir del análisis de sus heces y orina. Otros estudios han ayudado a comprender mejor el comportamiento de los machos y los motivos de la gran agresividad que muestran en determinadas épocas del año.   

Actualmente se está desarrollando una investigación sobre una enfermedad vírica que causa elevados índices de mortalidad entre las crías de elefante, el herpesvirus endoteliotrópico. Aunque se trata de un mal que afecta principalmente a los elefantes asiáticos, Cabárceno participa por su experiencia en el manejo de su manada.

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Récord de nacimientos

Otro récord de Cabárceno es ser la instalación donde más elefantes africanos han nacido en cautividad, en total, 24 (hasta abril de 2023). En 1995 nació la primera cría en el parque (y también en España): Kira. El 18 de enero de este año Infinita parió a Beatuca, y el 5 de abril, Hilda dio a luz a su quinta cría, también hembra. La elefantita es la última incorporación a la prolífica manada hasta el momento y tiene tres hermanos de madre en la instalación: Martín, Saja y Maruca. La cuarta cría de Hilda falleció.

Créditos:

Dirección: Teresa Cobo.

Coordinación: M. Isabel Martínez.
Textos: Pío García, José Ahumada, Irene Echazarreta.
Gráfica: José Ángel Martínez Medrano, David Vázquez Mata, Marc González, David Fernández Lucas y Estela Pérez.
Edición y montaje: Inés Martínez Pérez y Xabi García Sodupe.
Vídeos: Barranco Perdido y Pablo Bermúdez.
Gestión de patrocinio y colaboradores: Quique Martínez Armas, Estrella Domínguez, Marta Mena y Elena González.

 

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