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Julio Luis Fernández Sevilla, director del IER, destapa en San MIllán la placa con las glosas en euskera, en presencia de los miembros de la Academia de la Lengua Vasca en 1974. Herce
Seis palabras llenas de misterio

Seis palabras llenas de misterio

San Millán guarda los primeros testimonios escritos del euskera, dos breves frases de muy difícil traducción | Sanz ya animó en 2011 a la Fundación San Millán y a la UPV a «indagar en el pasado común de ambos territorios y en la historia de las lenguas castellana y vasca»

Pío García

Logroño

Martes, 13 de noviembre 2018, 13:28

«Izioqui dugu» y «guec ajutu ez dugu».En dos pliegos del códice emilianense número 60, figuran estas brevísimas frases, anotaciones a vuela pluma del monje copista sobre un texto latino. Seis palabras que suponen el bautismo escrito del idioma vasco, descontando algunos nombres propios diseminados por aquí y por allá. Al contrario de lo que sucede con las Glosas Emilianenses, recogidas en el mismo manuscrito y que todavía hoy son perfectamente comprensibles («Cono aiutorio de nuestro dueno dueno Christo, dueno salbatore...»), aquella frase fundacional del euskera ha traído de cabeza a todos los vascólogos. En el año 2006, Henrique Knörr, catedrático de Filología Vasca, reconocía a este periódico la dificultad de la empresa: «Esas frases son un tanto enigmáticas porque sabemos qué significan algunas palabras (hemos, no, nosotros), pero no el conjunto. En realidad -confesaba- no sabemos nada. Nos encontramos ante un muro». «Es que existen hasta problemas de lectura paleográfica sobre esas glosas», advierte Claudio García Turza, filólogo riojano y director del Instituto 'Orígenes del Español' del Cilengua. El lingüista Luis Mitxelena suponía que el monje que las escribió conocía y hablaba tanto el primitivo euskera como el protorromance hispánico, pero eso quizá sea ir demasiado lejos. Todavía falta una exhaustiva edición crítica y filológica sobre las Glosas Emilianenses y Silenses, en la que ya trabaja el Cilengua, para zanjar cuestiones cruciales como si las celebérrimas anotaciones al margen fueron obra de un solo monje o de varios amanuenses.

La importancia de San Millán para la investigación del vascuence remoto no se detiene en esas seis palabras: otro documento menos conocido y también procedente del cenobio riojano, la Reja de San Millán, fechado hacia el año 1025, resulta un tesoro para los investigadores porque recopila el nombre arcaico de una serie de pueblos de Álava tributarios del monasterio, al que debían pagar el diezmo en rejas de hierro.

La discusión sobre el origen y la extensión primitiva del euskera es muy antigua y plantea muchos problemas todavía irresolubles. Su brumoso pasado y la escasez de textos disponibles admite casi cualquier hipótesis, algunas en la frontera de la fabulación. Por ejemplo: el posible íntimo parentesco entre el íbero (un idioma aún por descifrar) y el vasco, teoría basada en algunas inscripciones cerámicas levantinas, ha originado encendidos debates filológicos nunca exentos de matices políticos.

Un documento del siglo XIII permitía a los habitantes de Ojacastro declarar en vascuence en los pleitos

García Turza subraya la relevancia de la influencia eusquérica en la formación del castellano

De la niebla de la historia emerge una certeza: un documento del siglo XIII (1239), durante el reinado de Fernando III de Castilla, permitía a los habitantes de Ojacastro declarar ante los tribunales en vascuence. Los topónimos del alto valle del Oja (Ezcaray, Altuzarra, Ayabarrena) tienen un evidente componente vascongado, quizá por el aluvión de colonos de las montañas alavesas y navarras que se asentaron en la comarca en el siglo X y que mantuvieron vivo su idioma vernáculo.

Las glosas en vasco. La glosa 31 («Izioqui dugu») y la 42 («guec ajutu ez dugu») en el códice 60 de San MIllán de la Cogolla. L.R.

De lo que no cabe dudar en ningún caso, como puntualiza Claudio García Turza, es de la relevancia de la influencia eusquérica en la formación del primitivo idioma castellano y de que la investigación del uno no puede prescindir de la otra. En el año 1992, cuando los Reyes asistieron en San Millán a un acto de homenaje a la lengua, Fernando Lázaro Carreter, entonces director de la RAE, remachó esta idea: «En este venerable recinto aparecen los primeros testimonios de que había empezado en España el diálogo entre dos de sus lenguas». Y dieciocho años antes, todavía bajo la dictadura franquista, la Academia de la Lengua Vasca y el Instituto de Estudios Riojanos colocaron una placa en San Millán con las primeras glosas en euskera.

Esta idea colaborativa vertebró el convenio que firmaron en el año 2011 La Rioja y el País Vasco. Durante su presentación, el entonces presidente autonómico, Pedro Sanz, invitó a la Fundación San Millán y a la Universidad del País Vasco a «indagar en el pasado común de los dos territorios y en la historia de las lenguas castellana y vasca». En ese convenio, ambos Ejecutivos se comprometían a aportar 30.000 euros cada uno durante tres años. Fruto de esta colaboración fue la edición digital del Becerro Galicano, un cartulario emilianense de crucial importancia, según su introducción, «para el conocimiento de las tierras y las gentes de La Rioja, Navarra, Castilla, Álava y Bizkaia durante cuatro centurias».

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