No es una lacra –o una epidemia ya que de sanidad hablamos– pero preocupa. Es una mal nacional, que también se aprecia en La Rioja, donde en los últimos años no han dejado de crecer las estadísticas de ataques o agresiones a profesionales sanitarios, considerados ... autoridad en el ejercicio de su labor.
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Los números, en frío, pueden parecer estruendosos. Con una media de unos cuarenta anuales hasta la pandemia, en los últimos tres ejercicios los registros se han desbocado: los 90 de 2022 crecieron hasta los 136 el pasado año y, en el actual 2024, la contabilidad va incluso peor, con 121 denuncias entre el 1 de enero y el 30 de septiembre, lo que supone una media de más de 13 al mes.
Son cifras que chirrían, pero que deben ponerse en el contexto de un ámbito que desarrolla una actividad monstruosa, como demuestran algunos de los indicadores: en el servicio público de salud de La Rioja se realizan anualmente más de 16.000 intervenciones quirúrgicas, se contabilizan unos 31.000 ingresos hospitalarios, casi medio millón de consultas en Atención Especializada y otros tres millones de atenciones en Primaria, entre médicos de familia, pediatras y Enfermería.
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Roberto G. Lastra
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Son por tanto episodios minoritarios, pero que inquietan por ser más frecuentes que antaño, además de intolerables. Desde el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Servicio Riojano de Salud, además de ofrecer herramientas y apoyos a los afectados, se recopilan todos los datos para, además de remitirlos, junto al resto de comunidades, al ministerio, desmenuzarlos y analizarlos para trazar una radiografía real e implementar medidas.
En los tres primeros trimestres de este año las denuncias presentadas se elevan a 121, de ellas 81 por violencia verbal y 40 por agresiones físicas (de todo tipo, no todas violentas). La mayor parte, 87, tuvieron como escenario el ámbito hospitalario y las 35 sucedieron en Atención Primaria o en centros de asistencia ambulatoria. En ellas hubo, entre otros profesionales afectados, 30 médicos afectados, 43 enfermeras, 39 TCAEs y 4 celadores.
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Por sexo, las víctimas han sido mayoritariamente femeninas. En concreto 99 casos frente a solo 22 varones. «Una de las razones es que el 75% o más de las personas que trabajan en el Seris son mujeres», concreta el psicólogo José Luis Jalón, junto a la especialista en Medicina del Trabajo Silvia Santo Domingo, dos de los profesionales del servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Seris.
Silvia Santo Domingo
Medicina del Trabajo. Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Seris
José Luis Jalón
Psicología. Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Seris
«La cifra de casos es insignificante para los actos médicos que se realizan anualmente, es una minoría, aunque efectivamente no debería haber ni una», incide, por su parte la médico, para a continuación, con su compañero, alertar de una variable que se consideran clave: «Efectivamente van a más las cifras de episodios violentos denunciados, pero no la de agresores. En los 121 episodios de violencia comunicados este año se han contabilizado 85 agresores y en las 136 de 2023 hubo 106 denunciados, por tanto, varios de ellos reincidentes. Ese dato es importante porque altera muchísimo las estadísticas y, por lo tanto, los planteamientos. Cuando una persona provoca un incidente violento con los sanitarios en una planta, por ejemplo, puede afectar a 8 personas y esas ocho personas comunican la agresión», aclaran, pese a admitir, que efectivamente hay más episodios o al menos más denuncias.
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Una tendencia al alza que los especialistas achacan a una doble variable. «Efectivamente van a más las cifras de episodios violentos, insisto no la de agresores,, y el diagnóstico que hacemos es que en primer lugar se ha producido una rebaja en la sensibilización por parte del usuario hacia la figura del sanitario; es decir, hemos pasado de 'mi sanitario me ayuda' a 'usted está aquí para servirme en lo que yo quiero'. De hecho un altísimo porcentaje de las denuncias están relacionadas con demandas del usuario no satisfechas (exigencia de pruebas diagnósticas, medicación...), que aparecen en una de cada dos denuncias; pero no por la atención recibida, ya que solo están en 12 de las 121 denuncias», concreta José Luis Jalón. A la par, según señala, Silvia Santo Domingo, «por parte del profesional se ha producido lo contrario, una sensibilización para no tolerar esos episodios. Hay, por ello, más denuncias, en especial por faltas de respeto más que por amenazas físicas». «Y en muchas ocasiones el profesional denuncia para que conste, primero porque no hay que tolerarlo y, también por temor a una posible denuncia por mala praxis por parte de ese tipo de pacientes», tercia el doctor en Psicólogía.
Aunque no han faltado los episodios dramáticos, afortunadamente, son muy minoritarios. Desde el servicio a todo denunciante se la ofrece apoyo psicológico y jurídico. «Este año, de los 121 denuncias solo en una de ellas tuvo consecuencias psicológicas incapacitantes y baja laboral por una situación bastante traumática. El resto, lo que te verbalizan es 'fue una situación complicada, pero estoy bien'», resume Jalón, que incide en que «La Rioja, con estos datos, está en línea e incluso por debajo de la media nacional».
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Unos registros que no deben ser una mera estadística, defienden ambos expertos. «Esos datos deben servir para moldear los factores de protección que hay que implementar en cada ámbito. Las medidas ya implementadas son muy importantes, pero muy generales, por eso debemos realizar un análisis en profundidad de los hechos y casos para poder acometer soluciones específicas», señala Silvia Santo Domingo, que a buen seguro será una de las integrantes del futuro grupo de trabajo que el Seris va a constituir en breve con el objetivo prioritario de analizar los datos, estudiar y poner en marcha las medidas preventivas adecuadas en cada nivel asistencial y en cada centro sanitario, y, evidentemente, evaluar la eficacia de las decisiones.
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El sistema público de salud de La Rioja dispone, desde el 2008, de un programa de prevención y atención al profesional del Servicio Riojano de Salud (Seris) víctima de agresiones en el desempeño de sus funciones. En él se prevé, además de asistencia médica, los apoyos psicológicos y jurídicos necesarios, así como las herramientas oportunas para prevenir y controlar esa situación.
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Desde septiembre de 2017 los centros sanitarios cuentan con una nueva figura, el interlocutor policial territorial sanitario, creada por el Ministerio del Interior para reforzar la prevención y la investigación de acciones violentas contra los profesionales sanitarios.
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Salud creó el Observatorio Riojano para la Prevención de Agresiones en el ámbito sanitario, compuesto por representantes de los colegios de Médicos, Enfermería, Psicología y Farmacia; de la Delegación del Gobierno, Guardia Civil y Policía Nacional; del Seris y de la Fundación RiojaSalud.
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El Seris instaló un 'sistema avisador' en los escritorios de los profesionales sanitarios para que puedan solicitar ayuda de forma inmediata ante situaciones de riesgo y posibles agresiones. Además de emitir la señal de aviso en los ordenadores y móviles de los compañeros y los vigilantes de seguridad, emite una alerta en el centro de control, que verifica la alarma y gestiona de manera automática y rápida una llamada a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
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Cada año se organizan jornadas y cursos con profesionales sanitarios para potenciar sus habilidades en la atención a pacientes y prevenir o saber manejar situaciones conflictivas.
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Refuerzo con personal de seguridad fijo o en ronda continua e instalación, desde este año, de cámaras en todos los centros sanitarios de la región.
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Desde el Colegio de Enfermería de La Rioja, su presidenta, Raquel Velilla, distingue los episodios protagonizados por pacientes con trastornos mentales o demencias de las agresiones puras y duras, frente a las que asevera «tolerancia cero, hay que denunciar siempre».
– ¿Qué razones ve tras esa agresividad en aumento?
– Yo creo que hay dos factores que influyen: en primer lugar, que cada vez es más visible y lo denunciamos más; y por otro, es cierto que se ha dado un cambio de valores, se ve más lo negativo que lo positivo, hay más crispación, nerviosismo por las esperas... Muchas veces todo eso lo vuelcan en Enfermería, porque somos la cara más cercana. Aunque están cambiando los roles, al médico le tienen todavía un poco más de respeto y aunque nos hayan trasladado a nosotras su malestar, cuando llegan los facultativos se les pasa el enfado.
– Y el problema crece, ¿no?
– Lo malo es que muchas veces nosotras mismas hemos empezado a normalizar esos comportamientos, esas quejas y faltas de respeto, cuando en esto tiene que haber tolerancia cero y, por ello, desde el colegio defendemos que hay que denunciar siempre. Todo ello sabiendo que hay situaciones en que las patologías de los pacientes o su estado puede provocar situaciones que no son agradables. A mí me han pegado, me han arañado, me han escupido, me han insultado… Pero eran pacientes con trastornos psiquátricos o con deterioro cognitivo. No gusta y puedes llegar a disculparlo, aunque también hay que implementar medidas. Hablamos de la agresividad de personas sin esos problemas ante los que, insisto, tolerancia cero.
– ¿Qué más se puede hacer?
– Más formación a los sanitarios para saber manejar esas situaciones y, claro, mejorar las condiciones de seguridad de nuestros puestos de trabajo.
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