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A. SERRANO / M. GARCÍA
Viernes, 27 de agosto 2021, 02:00
Una visita a un centro comercial fue la que libró a Jéssica Pérez y a su familia riojana, compuesta por su marido, Javier Ansoleaga, y su hija Valeria de 4 años, de haber estado entre las víctimas del derrumbe del edificio de apartamentos en Peñíscola. Los tres estaban fuera de casa y recibieron los primeros mensajes precisamente desde Logroño: «Mi cuñada nos avisó de lo que pasaba y cuando llegamos vimos mucha policía y no nos dejaron pasar. Nuestro apartamento se había derrumbado completamente». No fue hasta las doce de la noche cuando pudieron confirmar los daños.
Pérez explicó al Diario Las Provincias que llevaban alrededor de una semana en su apartamento, propiedad de su suegra desde hace alrededor de 30 años, y tenían intención de disfrutar de unas jornadas de asueto hasta el próximo lunes, pero estos planes deberán cambiar bruscamente. La mujer remarcó que la tarde anterior al suceso, la del martes, «nos quedamos en casa porque hacía mal tiempo. Podíamos haber estado». Recordó que, por fortuna, muchos propietarios decidieron volver a sus primeras residencias el pasado domingo, por lo que la presencia de turistas era mucho menor.
Ahora, aunque se han quedado sin todas las pertenencias que trajeron para disfrutar de sus vacaciones, es consciente de que son afortunados: «Lo material se recupera, otras personas han perdido mucho más que nosotros», declaró. Pérez, quien ayer tuvo que acudir de nuevo al centro comercial para comprarse ropa, agradeció a través de las redes sociales la respuesta tanto de los hoteles que recibieron a los afectados como de la Guardia Civil y la Policía Local.
El caso de esta familia de riojanos no fue el único. Hubo otros muchos inquilinos que libraron de milagro de perecer aplastados por los escombros. En declaraciones a À Punt, y aún con el susto en el cuerpo, Adrián Ríos, un joven zaragozano, explicaba que en el momento del derrumbe se encontraba en las calas: «Me empezaron a bombardear a mensajes preguntándome si estaba bien». Y reconoce que fueron unos minutos de mucha tensión hasta que volvió a la vivienda y vio el desolador panorama.
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Antonio Pareja, de 67 años, y su esposa Mercedes se libraron porque él salió a correr. Tiene 67 años y hace triatlón. Se estaba entrenando para uno este domingo y en la mañana del miércoles recorrió el centro de Peñíscola para comprar ropa: tuvo que ducharse y ponerse la misma ropa que llevaba, la de deporte, porque no le dio tiempo a coger nada de casa. El abuelo tiró de su mujer y de sus dos nietas, de 8 y 12 años, para salir a dar un paseo. Se llevó a la mayor a correr mientras que la pequeña, que no quería salir como reconocía su abuela entre lágrimas, caminaba con Mercedes. Apenas cinco minutos después, escucharon un estruendo. «El edificio se vino abajo. Cuando llevábamos trescientos metros me llamó mi mujer, no la creí, pero luego volví porque insistió», relató Antonio.
Su hijo se llevó a sus hijas anoche, pero ellos se quedarán unos días en Peñíscola para arreglar las cuestiones del seguro. Mercedes lo pasó mal la primera noche, con una crisis hipertensiva, y ayer apenas podía hablar sin que se le entrecortara la voz. La vecina explicó que el edificio «tenía grietas», pero que llevaban ahí «casi una década». Ambos insistieron en que lo ocurrido fue «un milagro». «Si hubiera pasado de noche...».
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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