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En el centro de Haro, en el número 14 de la avenida de La Rioja, las persianas metálicas han caído sobre la sucursal del Banco Sabadell. El cajero automático sigue iluminado y en funcionamiento, pero la cristalera está embadurnada con una especie de pintura ... blanca y no deja ver el interior, según informa María Caro. Un humilde papelito pegado en el vidrio avisa de la novedad: «Oficina cerrada. Oficina más próxima, Santo Domingo de la Calzada».
Según el Banco de España, que publica periódicamente el registro de oficinas de entidades bancarias, esta es la última baja de una lista cuya plasmación gráfica da vértigo. En diez años, La Rioja ha perdido la mitad de las sucursales que estaban abiertas. Las 425 oficinas bancarias que había distribuidas por toda la región en 2013 se han convertido una década después en 210. La escabechina ha sido especialmente relevante en el mundo rural, aunque también se ha apreciado una brutal cura de adelgazamiento en Logroño y en las cabeceras de comarca. En el mejor de los casos, se mantiene un cajero automático a disposición de los ciudadanos, pero la vieja estampa del trabajador que atiende y llama por su nombre al cliente ha quedado ya arrinconada en el desván de los recuerdos.
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No es este un problema exclusivo de La Rioja, aunque resulte más visible –y doloroso– en las regiones afectadas por la despoblación. Si escarbamos en los datos del Banco de España y compramos los datos de junio de 2020 con los de junio de 2023, observamos que el mayor recorte en oficinas se ha registrado en Baleares (-33,12%) y en la comunidad de Madrid (-32,9%), aunque los datos de La Rioja (-25,3%) son sensiblemente peores a los de comunidades vecinas como Navarra (-12%), Aragón (-13,5%) y País Vasco (-18,2%). En total, en toda España quedan en pie 17.597 sucursales, una cifra casi ridícula si la comparamos con las 24.004 oficinas que había a finales de 2019 y que nos retrotrae al año 1975, en los albores de la democracia, antes de que la economía española entrará en la Unión Europea y pegara el estirón.
De los 174 municipios de La Rioja, solo en 48 se mantienen oficinas bancarias abiertas. En términos poblaciones, eso supone que, a 30 de junio de 2023, 17.302 personas no tienen una sucursal en su localidad. No resulta sorprendente ver cómo, de nuevo, el mapa de la comunidad se divide tajantemente entre la sierra y el valle. Aunque el adelgazamiento ha sido general y también ha afectado a Logroño y a las cabeceras, su impacto crece a medida que nos alejamos del río Ebro. De los pueblos menores de mil habitantes, solo en 18 se mantienen algunas sucursales en pie. El municipio más pequeño con un local bancario registrado es Grávalos, que con sus 178 habitantes conserva un despacho de Ibercaja. La misma entidad sigue presente en Bañares (206 habitantes) y en Valverde, pedanía cerverana que apenas supera los 200 vecinos. No obstante, en la mayoría de los casos no son sucursales tradicionales, como podemos encontrar en las ciudades, sino despachos que, aunque cuentan con un local fijo, se abren un día o unas horas a la semana para atender a los clientes del lugar.
Para remediar este déficit, algunas entidades financieras con especial implantación en la comunidad decidieron poner en marcha un autobús que fuera recorriendo los lugares que se habían quedado sin servicio bancario. «Las oficinas móviles son ejemplo de nuestro compromiso firme con la inclusión financiera en las zonas rurales. Queremos dar cobertura financiera en poblaciones en las que, además, los sectores agrícola y ganadero tiene un gran peso y en las que hay un porcentaje elevado de clientes sénior», señala Isabel Moreno, directora de la Territorial Ebro de Caixabank. El 'ofibús' de esta entidad cubre en la actualidad 78 municipios «en riesgo de exclusión financiera» en la región y recorre, según los datos de Caixabank, 4.900 kilómetros al mes. La mayoría de sus usuarios (cerca del 70%) tiene más de 70 años.
En el caso de Ibercaja –la entidad financiera que mantiene más sucursales abiertas en La Rioja (56)–, su oficina móvil se desplaza a 25 localidades. Según indican, el autobús va una vez por semana o una vez cada dos semanas, «en función de la necesidad que se detecta». Con este servicio, los ciudadanos pueden realizar las operaciones bancarias más habituales, como la retirada de efectivo y el pago de recibos.
La progresiva desaparición de las entidades bancarias en la parte más vacía de La Rioja también preocupa al nuevo Gobierno: «La pérdida de servicios, aunque sean privados, agravan el problema de la despoblación», reconocen desde la Consejería de Política Local, Infraestructuras y Lucha contra la Despoblación. El departamento que dirige Daniel Osés ha solicitado información a Correos sobre la instalación, anunciada en septiembre de 2021, de cajeros automáticos en diez municipios de La Rioja.
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