De la despoblación a la superpoblación en apenas unas semanas. Y luego, vuelta al ciclo. La realidad de muchos municipios riojanos pasa por ese camino de extremos, de cientos a miles, sin transición. El ejemplo más terrenal lo ponen esas casas vacías durante el invierno ... que en momentos estivales no dan abasto para acoger a hijos, nietos, primos, amigos... Una realidad que devuelve vida social y económica a pequeños municipios, pero que también tensiona sus servicios y obliga a un sobresfuerzo.
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En esa complicada dualidad se mueven alcaldes, trabajadores municipales y servicios básicos como los de agua o basuras: los pueblos deben funcionar para una población septuplicada u octuplicada. «Se trata de un gran desafío en el que la financiación es la clave», explica Daniel Osés, consejero de Política Local, Infraestructuras y Lucha contra la Despoblación, que sabe bien de lo que habla tras su paso por la Alcaldía de Nalda.
El consejero defiende que se ha aumentado la financiación para pequeños ayuntamientos, cabeceras de comarca y también para núcleos separados, aunque los alcaldes siempre piden más porque recursos no sobran. Por ejemplo, este verano uno de los problemas ha radicado en que los consistorios han incorporado tarde a su nómina a trabajadores desempleados para afrontar el verano. «Había que adaptar una normativa y ya está todo lanzado. El año que viene la convocatoria volverá a salir en su periodo habitual», tranquiliza Osés.
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Una de las claves pasaría por tener en cuenta, a la hora de la financiación, esos vaivenes estivales. «Pero es un asunto complicado porque resulta casi imposible determinar la población de un municipio en cada momentos, el censo de cada localidad es el que es», asevera.
Así que mientras ciudades se vacían y desembarcan en las localidades riojanas miles de descendientes y turistas en busca de descanso, los ayuntamientos sudan la gota gorda para que todo funcione con unos más que aceptables parámetros de calidad. El objetivo, a pesar de los quebraderos de cabeza, es que los que vienen, repitan. Y tal vez alguno, ya en edad de jubilación o con un proyecto vital y laboral por delante, decida quedarse y que esas casas cerradas a cal y canto largos meses acojan vida todo el año. El sueño casi imposible de unos pueblos que se ven abocados a vivir con ruido y gentío casi solo durante el verano.
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