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En familia. Milagros acudió flanqueada por sus hijas a la manifestación, en la imagen de la izquierda, y, a la derecha, un niño porta su popia pancarta. J.R.

Reivindicación en femenino y plural

Marcha del 8M. Mujeres, hombres, niñas, jóvenes, ancianas..., todas sin distinción reclamaron a una sola voz con su presencia que, para luchar por la igualdad, todo suma

Lunes, 9 de marzo 2020, 07:46

A sus 82 años y a pesar de estar limitada por los 'achaques' propios de la edad, Milagros decidió ayer aparcar su costumbre habitual de disfrutar de una tarde de domingo tranquila y en familia en el pueblo para sumarse a la bulliciosa marea en ... favor de la mujer que inundó las calles de Logroño. Avanza a ritmo acompasado con el de la marcha, flanqueada por sus hijas. Ambas, Montse y María Belén, la llevan cada una de un brazo. Unos metros más adelante, su nieta participa también. Féminas de tres generaciones distintas, unidas ayer bajo una misma reivindicación: «Venimos desde Tricio porque hay que hacerse oír», defendían las hijas de Milagros que confesaban también: «Estamos muy orgullosas de poder presumir de mujeres como nuestra madre que han trabajado muy duro toda la vida y que son el mejor ejemplo de todo lo que queda por hacer».

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La manifestación con motivo del Día Internacional de la Mujer que ayer recorrió las calles del centro de Logroño volvió a servir para comprobar que la lucha por alcanzar la igualdad no entiende de edades. Marina, Lucía, Laura, Paula... todas avanzaban también con sus brazos entrelazados. Son amigas. A las muchas circunstancias que las mantienen unidas en su rutina, ayer sumaban una mas: «Tenemos sólo 15 años pero ya estamos convencidas de que nuestra presencia aquí suma y es necesaria para que las cosas cambien», clamaban con firmeza al tiempo que denunciaban que «somos jóvenes pero ya hemos podido comprobar que nosotras tenemos muchas más piedras en nuestro camino».

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En medio del bullicio que marcaban los eslóganes que no dejaron de repetirse a lo largo de toda la marcha, destacó también la presencia silenciosa de numerosos hombres. La mayoría no gritaba. Pero sí que asentía constantemente. Con sus gestos y, más allá, simplemente con su presencia. Cuando se les daba voz, eso sí, muchos como Jesús defendían con firmeza: «Pocos estamos para los que debiéramos teniendo en cuenta que luchar por la igualdad es hacerlo en beneficio de todos, no sólo de ellas».

«Somos jóvenes pero ya hemos podido comprobar que nosotras tenemos muchas más piedras en nuestro camino»

Por las que faltaban

Entre los miles de asistentes, hubo una constante que se repitió insistentemente: la de cientos de madres que acudieron a la manifestación del 8M acompañadas de sus hijas asidas de la mano. Claudia es un ejemplo. Tiene 10 años y la de ayer no era su primera marcha reivindicativa. Explicaba que ella misma había elaborado el cartel que sujetaba en alto con una de sus manos y que rezaba: «Viva la mujer trabajadora». Yolanda, su madre, la miraba orgullosa y confesaba que era su «obligación que entienda pronto cuáles son sus derechos para poder decidir, no tener miedo y luchar para que se logre alcanzar la igualdad real entre ambos sexos».

Cientos... quizás miles de pancartas y carteles clamaban a lo largo de la manifestación por muy diversas reivindicaciones entre los que llamaron especialmente la atención los que sirvieron para recordar también a todas aquellas a las que, a pesar de ser de las que más lo necesitan, les resulta imposible reclamar sus derechos. Entre ellas, sobre todo, las miles de madres e hijas que padecen la injusticia de la guerra y a las que ayer representaban activistas como Yaiza Moro. Una de las integrantes de la plataforma 'Bienvenidos Refugiados' que, con su presencia en la marcha recordaron «a todas aquellas que dan sentido a este Día Internacional y cuya voz está más silenciada aún».

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