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Jornadas intensas de medicina y... solidaridad. El gerente del Seris, Alberto Lafuente, junto al resto del Equipo Técnico Español de Ayuda y Respuesta en Emergencias (Start, por sus siglas en inglés) de la Aecid, integrado por 82 personas, se calzó ayer al amanecer los guantes, la mascarilla y la ropa quirúrgica para meterse en el quirófano del hospital de campaña levantado durante el fin de semana en el emplazamiento a las afueras de Iskenderun (Alejandreta), en el distrito de Arsuz de la provincia turca de Hatay. Es una de las zonas afectadas por el terremoto que afectó a Siria y Turquía.
La instalación se puso en marcha a las siete de la mañana, 9.00 horas en España, según explicó ayer a Diario LA RIOJA Alberto Lafuente, quien señaló que «esa es la hora a la que vamos a empezar a trabajar cada día para acoplarnos así a su cultura. Vamos a estar abiertos todos los días hasta las siete de la tarde, aunque lógicamente las urgencias se van a atender las 24 horas».
Ayer la actividad fue intensa, según el médico especialista en Anestesiología y Reanimación: «No sé exactamente el número de pacientes que hemos atendido, porque yo estoy más en quirófano, pero veo que hay un volumen importante y estoy convencido de que entre 150 y 200 pacientes habrán pasado para cuando concluya esta primera jornada».
El hospital de campaña tiene capacidad para atender a unos 200 pacientes cada día, así como para realizar hasta siete intervenciones quirúrgicas mayores y quince menores en su quirófano. También puede albergar hasta 20 pacientes en su área de hospitalización y dispone, al lado, de una tienda especialmente acondicionada para rayos X y de una planta potabilizadora de agua.
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Las patologías, urgencias al margen, las esperadas tras este tipo de catástrofes. «Está viniendo mucha patología de obstetricia, sobre todo por saber como está el niño tras todo lo sucedido durante el terremoto; también mucha consulta de pediatría; otras patologías asociadas al terremoto, en especial de traumatología, pero claro, siete días después, con lo que ya no se trata de casos agudos sino con menor compromiso para la vida; algunas heridas infectadas; y, también, muchos otros pacientes con patologías más banales».
A la espera de la llegada de un paciente con politraumatismos, el doctor Lafuente se disponía ayer, pasadas las seis de la tarde hora local, a entrar por tercera vez al quirófano. «Al final vamos a trabajar doce horas en los quirófanos más las urgencias que nos lleguen por la noche y para ello estamos dos anestesiólogos que nos iremos turnando», resumía.
primera ayuda
la lección
Además de médicos que atienden las patologías físicas, el equipo de la Aecid (Agencia Española de Cooperación) lo integran también un psiquiatra y dos psicólogos, detalló el gerente del Seris, que asegura que «esa es una labor clave en catástrofes de estas características debido a la pérdida de seres queridos pero también de haber perdido todo, la vivienda, el trabajo y convirtiéndote en minutos en un desplazado sin ni siquiera un sitio donde dormir».
Pero lo peor no ha pasado, explica el anestesista pamplonica. «Ahora estamos ayudando en un momento muy agudo y es importante, pero lo más complejo viene luego, porque hay que colaborar en la reconstrucción del país porque hay pueblos totalmente devastados». Los terremotos que el pasado 6 de febrero asolaron el sudeste de Turquía y el noroeste de Siria han causado ya más de 35.000 muertos (algunos pronósticos hablan de que podrían ser casi 100.000 las cifras reales) y 85.000 personas heridas en la mayor catástrofe natural del siglo XXI.
Dolor y desesperación en una zona arrasada que espera la ayuda internacional con inquietud. «Es un pueblo y un país muy acogedor, nos han recibido con los brazos abiertos y con muchas ganas de que estemos aquí. Pese a que nosotros hemos venido a ayudar, nos echan una mano en todo y nos dan todo lo que necesitamos para ayudarles, son supersolidarios», resalta Lafuente.
el compromiso
Su único pensamiento está ahora en ayudar, sin apenas descanso; el análisis y el bajón vendrá luego. «Ahora es trabajar, trabajar y trabajar, pero luego, cuando vuelva a Logroño, –añade– me pasará como en la docena de misiones anteriores, que te das cuenta de la fragilidad humana, de que el sufrimiento es muy duro y de cómo tus prioridades se modifican. Cuando llego a casa, con mi familia, con mi hijo, me doy cuenta de que tengo una suerte que me muero».
Nunca ha desatendido la llamada y una vez más ha dejado atrás su despacho en el Hospital San Pedro y su hogar en Navarra para marcharse a 4.500 kilómetros a echar una mano. «Yo siempre he querido, desde muy joven, ser anestesista porque sabía que con eso iba a poder ayudar a mucha gente, porque en estas situaciones hay una cosa fundamental, que es poder quitar el dolor. Es una profesión que me apasiona porque puedes ayudar a la gente y por eso, incluso antes de terminar la residencia, empecé a acudir a estas misiones humanitarias», resume para agradecer el apoyo familiar. «Sigo teniendo la suerte de que mi mujer me deje seguir viniendo a estas cosas cuando siempre hay un riesgo latente», se despide a toda prisa antes de volver al quirófano.
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