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Un olor como a gas. Hedor a cadáveres. «Pensé que no volvería a ponerme la mascarilla, pero tuve que hacerlo allí», confiesa Francisco José Caparroso, el logroñés que acudió la semana pasada a Turquía para colaborar en las tareas de localización de supervivientes tras el terremoto ... . Miembro de la Unidad Canina de Rescate de La Rioja, Caparroso viajó con su perra Argui y otros compañeros de Asturias. El paisaje que se encontraron fue desolador. Afirma no recordar haber visto un solo edificio en pie en todo Adiyaman. En cada uno de los cuatro días que permaneció en suelo turco calcula haber trabajado en una treintena de edificios en cada jornada. Su misión consistía, junto con su perra, en descartar que hubiera supervivientes para proceder, a continuación, al desescombro.
La embajada de Turquía requirió la colaboración de la Asociación Nacional de Grupos del Perro de Salvamento que preside el propio Caparroso y los equipos disponibles viajaron a Estambul el pasado miércoles. De allí, por medio de un aeropuerto militar, fueron trasladados en un avión Hércules a la zona de trabajo, el epicentro del terremoto. «Estuvimos seis horas de viaje y, al llegar, fuimos directamente a trabajar», asegura Caparroso.
Y es que, tal y como lo describe, no había tiempo que perder. «Estaba todo derrumbado, la gente viviendo en la carretera, al lado de donde, se supone, estaba su casa, con hogueras», cuenta Caparroso. Las jornadas, a pesar de ser solo cuatro, fueron intensas. Desde las 7 de la mañana hasta más allá de la medianoche, a veces con hasta -8 grados, muchas veces sin parar a comer ni cenar, trabajando entre maquinaria pesada, en coordinación con bomberos y otros equipos de rescate, con ruidos ensordecedores.
Más sobre riojanos en el terremoto
«Nuestra labor es detectar o descartar que hay personas con vida en los edificios. Si no, se desescombra y se sacan los cadáveres. Si hay alguien vivo, el perro lo marca y se establece un protocolo para intentar extraer a la persona con vida», cuenta Caparroso. Aunque Argui y él no localizaron a nadie con vida, su equipo sí, un logro que consideran compartido porque, a veces, es solo una cuestión de suerte. «El drama fueron tres localizaciones de personas con vida que no se pudieron extraer en ese momento, que es lo peor, lo realmente dramático», confiesa Caparroso. Y es que los perros de rescate marcaron la existencia de personas vivas entre los escombros pero era imposible acceder hasta ellos por la gran cantidad de material derrumbado que tenían encima, así que, una vez realizada su labor, dejaron a otros equipos trabajando sobre el terreno y a día de ayer aún esperaban información sobre estos casos.
SOBRE LA SITUACIÓN EN TURQUÍA
CONCEPTO
«Los perros detectan la vida humana con el olfato, marcan ladrando a las personas vivas», describe Caparroso. «Cuando llegas allí todos queremos encontrar a alguien con vida y salvarlo», añade, aunque su labor va más allá. Perros como Argui, una pastor belga malinois de 5 años, rastrean los edificios derrumbados y, si no detectan vida, se desescombra y extraen los muertos para evitar epidemias.
Esta ha sido la primera misión internacional de un miembro de la Unidad Canina de Rescate de La Rioja, habituada a trabajar, sobre todo, en la búsqueda de personas desaparecidas. Antes Caparroso ya fue motivado en tragedias como las de Nepal y Beirut, pero finalmente, por seguridad o burocracia, no viajó. «Argui se ha portado de forma excepcional, incluso en el aeropuerto y en los trayectos, lo que facilita mucho el trabajo. Que el perro no tenga miedos y tenga un buen comportamiento es muy importante, porque cogías cualquier furgón o 'pick up'. Si no hay control y obediencia del perro es muy complicado», explica.
Ayer, este logroñés se incorporó a su trabajo como autónomo, aunque si por el fuera, regresaría. «Lo que más me impresionó, la imagen que más se repite en mi cabeza, fue la de una niña que no pudimos sacar con vida. A Argui le llamó algo la atención, fue corriendo, pero no marcó. Entonces me metí yo a explorar, porque me extrañó, por si se hubiera equivocado, y la encontré. Es lo peor que puedo contar», admite.
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