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Una costumbre tan básica como acercarse al cajero para sacar dinero ya no solamente está en desuso sino que se ha convertido en misión imposible en más de un centenar de pueblos riojanos. El mundo rural se vacía de población y negocios, entre ellos, el ... bancario, y es que en la última década son 48 los pueblos riojanos que han perdido sus sucursales, sumando un total de 126 los que no cuentan con un servicio que consideran básico pero que fuerza ahora a desplazamientos y a gestiones 'on line' en unas poblaciones envejecidas.
El banco del pueblo siempre ha sido una referencia, un lugar que iba más allá de los trámites propios de estas entidades con especial flexibilidad, asesoramiento y cercanía, frente a las trabas que impone la banca moderna. La presencialidad es ahora secundaria, como muestra el continuo descenso del número de entidades desde el estallido de la crisis de 2008. Aquel año se tocó techo, con 497 sucursales en toda la región. Desde entonces, la caída hacia las 211 de 2022, según datos del Banco de España, que profundizan el repliegue en el mundo rural.
Actualmente son sólo 48 los municipios que tienen al menos una oficina financiera, hace una década eran 96; la banca ha pasado de estar presente en más de la mitad de las localidades riojanas a permanecer en una de cada cuatro. Por ejemplo, un vecino de Laguna de Cameros, que hasta hace poco podía pagar sus recibos o sacar dinero en su pueblo, ahora debe desplazarse 30 kilómetros hasta la oficina más cercana, en Ribafrecha.
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Ainhoa Pablo Olarte
Los diez últimos años certifican un mapa financiero cada vez más desdibujado en toda la región. También en Logroño se han reducido a la mitad, de 155 entidades en 2012 a 75 a día de hoy. No es comparable, pese a todo, a la situación en La Rioja rural, aunque algunos pueden sentirse afortunados por contar aún con este servicio que cuando se va tanto se echa en falta. Grávalos, con 178 habitantes, Bañares (206) y Grañón (250) son los municipios más pequeños entre los que mantienen su sucursal.
Gemma López
Alcaldesa de Anguiano
La estadística más reciente recoge a los últimos en caer de la lista:las oficinas de Anguiano, Berceo, Tricio y Treviana cerraron en 2022. Cuatro pueblos que viven esta pérdida entre el cabreo y la resignación. «Las sucursales físicas deberían ser entendidas como un servicio», subraya Gemma López, alcaldesa de Anguiano, que con sus 524 habitantes es el municipio más poblado de La Rioja sin entidad financiera.
«Cuando cerró el disgusto fue enorme», relata López, recordando que «hablé con los responsables pero la decisión era irrevocable, para ellos no somos más que unos números, es lo que hay». Y es que no faltaron los intentos por mantener lo que, para los pueblos, no es un negocio, es un servicio imprescindible:«A las dos últimas entidades que se fueron les ofrecimos gratuitamente un local para que, por lo menos, dejasen un cajero, pero respondían que les supondría un gasto exagerado». Ahora, cuentan con un servicio de oficina móvil, un autobús que se acerca semanalmente al pueblo, «aunque no es accesible, tienes que subir escalones», denuncia Gemma López.
José Félix Aransay
Alcalde de Berceo
Esta solución parece insuficiente para un pueblo con mucha vida en fines de semana y épocas vacacionales, pero también en el día a día. «Y para ayudar a nuestros mayores en las gestiones hemos lanzado cursos de formación en banca 'on line', pero ha sido por iniciativa del Ayuntamiento, no de las entidades que se van y se van», concluye la alcaldesa de Anguiano.
«Es una pena, menos servicios en los pueblos es más despoblación», aporta en la misma línea, José Félix Aransay, alcalde de Berceo, que relata lo que suponía la presencia de la oficina bancaria: «Era como el hogar del jubilado o el bar, un lugar básico en el pueblo donde la gente iba a hablar en confianza, a resolver cualquier duda... Había un trato cercano, ahora no hay ningún tipo de trato».«Lo que tenemos –refiriéndose a la oficina móvil– no es ni mucho menos lo mismo».
Antonia Cantabrana
Alcaldesa de Treviana
Desde Treviana, otra de las localidades en las que el pasado año bajó la verja su última sucursal bancaria, Antonina Cantabrana, su alcaldesa, se muestra resignada:«Cuando cierran tienes que aguantarte, no hay forma de que se queden». Comenta además que «la oficina tenía mucha vida, veías siempre a gente haciendo la declaración, con las ayudas de la PAC, con transferencias y pagos, a abuelos actualizando la libreta a ver si habían cobrado la pensión...», y es que, concluye la alcaldesa que lo peor es que «han dejado colgada a la gente mayor».
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