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La Policía Nacional celebra en este 2024 su bicentenario. Doscientos años de «honor, servicio y lealtad» que sirven para afrontar nuevos retos, pero también para recordar a los que dieron su vida «en defensa de la libertad», en palabras del jefe superior de Policía, Manuel ... Laguna Cencerrado. Por eso, desde este año se ha instaurado el 'Día de las víctimas del terrorismo en la Policía Nacional', que se convertirá en la tercera gran celebración del cuerpo junto a su aniversario (13 de enero) y los Ángeles Custodios (2 de octubre).
La plaza del Ayuntamiento de Logroño ha sido el lugar escogido para un acto que ha tenido tres protagonistas especiales: los agentes Miguel Ruiz y Francisco de la Mata, heridos en 1988 por un coche-bomba en Eibar, y Nelly Oñate, viuda de Rafael Mucientes, asesinado por ETA en Vitoria. Laguna ha recordado también otros atentados sufridos por «policías de aquí o que vivían aquí», como el coche-bomba de la calle Ollerías o el atentado contra las viviendas de 'El Coso' en septiembre de 1983.
«El deseo de convivencia en paz debe ir parejo con el recuerdo sentido a quienes con su vida la hicieron posible», ha expresado el jefe superior de Policía Nacional. Aunque la familia del agente José Antonio Barrado, asesinado en el mismo atentado de Eibar en el que cayeron heridos los dos agentes homenajeados, ha expresado su malestar por no haber sido reconocida. La Policía aseguró que su homenaje se llevará a cabo el próximo año, ya que esta conmemoración se repetirá anualmente a partir de ahora
La delegada del Gobierno, Beatriz Arraiz, ha explicado que «con esta conmemoración se refuerza el Estado de Derecho, se reivindican los principios de la convivencia, del respeto… principios que contribuyen como antídoto contra la violencia terrorista y su caldo de cultivo, basados en el fanatismo, la sinrazón y la intolerancia».
Historia gráfica
Una guardia de honor, un homenaje a todos los caídos y otro a la bandera han arropado un acto durante el que también se ha recordado a los agentes jubilados «por su larga trayectoria, entrega y dedicación». El inspector jefe Manuel González, los inspectores Antonio González y Daniel Gómez, los subinspectores José Ignacio Gutiérrez y Germán Sánchez y los policías César Estebas, Juan Moreno, José Cácerez, Juan José María Moler, Rafael Orden y Carlos Daniel Catalina han recibido sus diplomas de mano del presidente del Gobierno, Gonzalo Capellán, la delegada del Gobierno, la presidenta del Parlamento, Marta Fernández, y el alcalde de Logroño, Conrado Escobar.
Además, en el Ayuntamiento se han emplazado cinco vehículos históricos para recordar la trayectoria del cuerpo, exposición que permanecerá hasta el próximo 23 de junio y en el que se podrán ver reliquias como un Seat 1500 ranchera, un Land Rover Santana o una furgoneta Mercedes que fue utilizada en la década de los 70 a comienzos de los 80 por los antidisturbios.
Por otra parte, la sala de exposiciones de Ibercaja (San Antón, 3) acoge desde este lunes y hasta el viernes (de 10.00 a 13.30 y de 17.00 a 20.00 horas) una muestra en el que se recorren los doscientos años de la vida del cuerpo. Armas históricas, fotografías muy curiosas que incardinan a la Policía con la sociedad riojana (desde el ascenso del Club Deportivo Logroñés a la llegada de los Reyes Magos pasando por el incendio del convento de la Merced), emblemas, trajes, uniformes y hasta un equipo del Tedax.
«Es como pasar de la noche al día. De pronto tienes de todo y una llamada de teléfono te dice que eso ya no va a existir. Después de 36 años, esto sigue escociendo igual que el primer día», recuerda profundamente emocionada Nelly Oñate, esposa del agente Rafael Mucientes, asesinado por ETA el 6 de agosto de 1987, y que ayer recibió el cariño del cuerpo.
«Para nosotros es importante porque demuestra que no nos han olvidado, que seguimos en el pensamiento de los compañeros. Las viudas, los hijos, los familiares... necesitamos un reconocimiento, saber que cuentan con nosotros y que estamos todavía presentes», indica.
Rafael Mucientes entregó su vida por los valores en los que creía, pero ya antes había sacrificado muchas cosas, algunas pequeñas, otras enormes, de la mano de su mujer por ser policía. Recuerdos que hablan de una época de plomo y miedo ya superada, en lo que respecta a ETA, pero que no por eso debe ser olvidada. «Durante los siete años que vivimos en Bilbao nos sentíamos como clandestinos», recuerda Nelly y eso lo explica con un detalle tan nimio como el hacer la colada. «Tenía que traer la ropa de mi marido a lavar a Logroño. No podía tender en el tendedero, como todos, para que no supiese que en esa casa vivía un policía», detalle. Ni tampoco que esto se supiera en el colegio «porque había gente de ETApreguntando». «Así que a mi hija pequeña, de 4 años le dijimos que era mecánico de coches, que trabajaba en un taller. Mi marido venía a casa muchas veces con las manos manchadas de grasa y con las manos le pintaba la cara para que pensase que era mecánico», rememora enternecida. Una vida de servicio por unos valores que ahora se reconocen sin estigmas ni miedos.
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