Una niña de cinco años muerta a manos de su madre, y una abuela en paradero desconocido. Una tragedia que no se recuerda en La Rioja en muchas décadas, un caso que ha sacudido Logroño, donde ocurrieron los hechos, y Haro, el lugar donde vivía ... la familia. Un horror que tiene aún muchos flecos sueltos, flecos que la Policía Nacional y la Justicia deberán atar en una investigación que comenzó este lunes por la mañana.
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Todo empezó como un posible suicidio. Un vecino llamó a los servicios de emergencia para alertar de que una mujer estaba en una de las ventanas del hotel Los Bracos, en la céntrica calle Bretón de los Herreros, con la aparente intención de quitarse la vida. Pero cuando los agentes de la Policía Nacional llegaron al lugar, se encontraron con algo mucho peor: la mujer, efectivamente, estaba en la habitación 404 del establecimiento con cortes en su cuerpo que parecía haberse autoinflingido. Pero en la cama, tapado con una manta, estaba el cadáver de su hija, la pequeña Carolina, de solo cinco años de edad.
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El despliegue policial no se hizo esperar y hasta el céntrico establecimiento se llegaron a desplazar seis coches patrulla, a los que luego se sumaron otros sin identificación, así como dos ambulancias. La madre de la niña fue trasladada en uno de los vehículos sanitarios en torno a las diez de la mañana. No fue necesaria camilla, salió del hotel y entró en la ambulancia por su pie. En el hospital San Pedro fue atendida de las lesiones que se habría causado, y también por una crisis de ansiedad.
En un primer examen el cuerpo de la pequeña no presentaba señales de violencia aparentes, por lo que todas las hipótesis se mantenían abiertas, aunque bien pronto cobró fuerza que la muerte de la pequeña no había sido accidental.
Los padres de la menor -él, jarrero; ella, A.U.F., nacida en 1984, de origen canario- estaban divorciados desde hace un tiempo. El padre tenía la custodia de la pequeña, pero la madre tenía establecido un régimen de visitas. Este domingo debería haber devuelto a la niña a la vivienda que compartía con su progenitor en Haro. Pero no lo hizo, algo que él denunció en el cuartel de la Guardia Civil de la localidad esa misma noche.
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Entre tanto, el domingo por la mañana, la madre y la niña llegaron al hotel Los Bracos. Les acompañaba una tercera persona, la abuela materna. La niña y la madre quedaron alojadas en la habitación 404. Qué pasó desde ese momento hasta la llegada de la Policía, veinte horas más tarde, es la incógnita principal de este caso.
No la única: nada se sabe tampoco de la abuela desde ese domingo por la mañana. La Policía busca a la mujer, con quien residía la madre desde el divorcio. Es sin duda un testigo clave de lo que pasó en esa habitación, y queda por determinar su grado de participación en los hechos.
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Mientras, la Policía tenía en sus manos unas cartas que la madre habría escrito, y cuyo contenido, leído a posteriori, parecían acercar la posibilidad de que ella hubiera sido la causante de la muerte de la niña.
La mujer permaneció todo el día en el hospital San Pedro. Primero simplemente como vigilada, en espera de que su estado le permitiera ser interrogada. Y después, a media tarde, ya como detenida por la muerte de su hija.
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El caso ha recaído en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Logroño, que es el que estaba de guardia en la mañana de ayer. El Juzgado decretó minutos antes de las 12 de la mañana el levantamiento del cuerpo de la pequeña. Un coche de una empresa fúnebre jarrera entró al garaje del hotel para, desde allí, trasladar el cadáver al Instituto de Medicina Legal, donde se le iba a practicar la autopsia. De ella se esperan más detalles de lo ocurrido en esas horas en la habitación 404.
Primero fue la profusión de vehículos policiales a la puerta de Los Bracos junto a un par de ambulancias. Si los coches de la Policía tenían los rotativos apagados, los sanitarios mantenían sus luces azules encendidas. Al poco tiempo, al revuelo en Bretón de los Herreros se sumó la aparición de periodistas y cámaras. Sobre todo éstas últimas llaman más la atención. Así, quienes paseaban por la zona o trabajan en la misma comenzaron a preguntarse qué estaba ocurriendo en el lugar.
De entrada, todos suponían la presencia de algún famoso en el establecimiento hotelero. No sería la primera vez, ni mucho menos. También se decantaban por esta opción quienes llegaban para alojarse. Ayer no muchos, no en vano es enero y era lunes. Hubo un par de visitantes de Castilla-La Mancha que, al ir a registrarse y advertir la amplia presencia policial en el vestíbulo, preguntaron por ella, pero los agentes no les dieron más explicaciones, contaban después, antes de irse a buscar la cercana Oficina de Turismo.
Pero no había ningún actor de moda ni cantante alguno, solo una numerosa presencia policial; agentes, efectivos de la Científica con sus equipos de trabajo, incluso el jefe superior del cuerpo apareció por allí. También estuvo la representación judicial correspondiente y, una vez retirada ésta, llegó el vehículo funerario, que, a eso de las doce del mediodía, se adentró en el garaje del hotel para poder llevarse el cadáver sin más testigos que los estrictamente necesarios. La salida de la funeraria, custodiada por agentes que le aseguraban el paso, detuvo el paseo de más transeúntes, que quedaban demudados por el caso.
Los científicos de la Policía aún permanecieron trabajando en el hotel un rato más y ya en torno a la una menos cuarto salieron del establecimiento con sus cajas. En esos momentos, cadenas de televisión, locales y nacionales, hacían ya sus directos con presentadores ante la puerta. Poco a poco, fue retornando la normalidad, más o menos, a una zona que, durante horas permaneció casi sin respiración.
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