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La política estaba casi por descubrir y la gestión municipal era un misterio opaco hasta entonces a la decisión de la gente. La democracia se desperezaba también en La Rioja y tras dos elecciones previas -una con la convocatoria de la Asamblea Constituyente en ... junio de 1977 y otras generales en marzo de 1979 que auparon a Adolfo Suárez- las urnas se ofrecían para configurar cada uno de los ayuntamientos. Aquella cita celebra hoy 40 años. Ilusión, dudas y buenas dosis de amateurismo regaron los primeros comicios municipales que hoy rememoran con orgullo y un pizca de nostalgia algunos de sus protagonistas riojanos.
Ernesto Sáenz | Calahorra
Antonio Rodríguez Basulto | Alfaro
César de Marcos | Fuenmayor
Salvador Pérez | Villarroya
Calahorra
Cuando en 1979 se confirmó la convocatoria de elecciones municipales, la Unión de Agricultores celebró una asamblea en Calahorra. Las agrupaciones del campo competían en fuerza social con los partidos, y la entidad caviló que sería bueno tener voz en el nuevo Consistorio si llegaran a obtener un edil en una agrupación que llamaron Concejales Independientes para la Rioja (CIR). «La sorpresa fue que logramos cinco representantes, y gracias al apoyo del PSOE y Democracia Municipal, logramos la Alcaldía», relata Ernesto Sáenz, que pasó casi de súbito de socio de la Unión a alcalde de su ciudad. «Si lo llego a saber, no me presento; fue como si me hubieran metido en una nave espacial para ir a Marte», reflexiona medio en broma medio en serio sobre un día que fue la inauguración de un aprendizaje de urgencia en el que el voluntarismo y el esfuerzo colectivo suplían a la inexperiencia. «El Ayuntamiento era una máquina oxidada, y entre todos tuvimos que ponerla al día para que pudiera progresar Calahorra», sostiene dando las gracias a sus compañeros de corporación como artífices de un nuevo modo de hacer ajeno a los métodos de la dictadura. «Sin su fuerza, su tesón y su firmeza hubiera sido imposible», reconoce respecto a una legislatura «agotadora» con que zanjó su aventura política.
Alfaro
A diferencia de otros alcaldes primerizos, Rodríguez Basulto atesoraba un amplio bagaje político y social cuando las urnas le dieron la vara de mando. Como militante de largo recorrido en la clandestinidad primero en las Juventudes Obreras Católicas (JOC) y luego en la UGT y el PSOE, pero también como presidente de la Asociación de Vecinos de Alfaro. No cabía duda de que él debía ser el cabeza de cartel. Los apoyos de los agricultores del CIR y un candidato independiente - 'El Chapas'- le auparon a la Alcaldía mientras también ocupaba el cargo de diputado. «Fueron años intensos, apasionantes», resume quien más tarde y durante un breve periodo sería presidente de la Comunidad Autónoma. «La colaboración popular era brutal», abunda, «y la gente te animaba por la calle a hacer cosas, a avanzar». Obligado a abandonar temporalmente su negocio para volcarse en las tareas municipales, Rodríguez Basulto rememora aquella campaña «de mucho cartel, mítines barrio a barrio y reparto de papeletas casa por casa» junto a la participación que luego impregnó la gestión. «Había reuniones constantes y un sentido asambleario y colectivo en la toma de decisiones que ahora sería impensable, por más que alardeen de ello algunos partidos», agrega para agradecer a aquellos que permitieron sacar adelante el día a día del Consistorio, como el secretario Revilla. «Sin gente como él, novatos como nosotros no podríamos haber hecho casi nada», confiesa.
Fuenmayor
Recién acabada la carrera de Historia en Zaragoza y mientras preparaba oposiciones, César de Marcos volvió a su pueblo. De las reuniones con otros jóvenes nació la idea de que debían presentarse a las elecciones de Fuenmayor. Sin experiencia previa más allá de una fugaz militante en el Partido del Trabajo, De Marcos tuvo claro que su participación debía ir bajo el paraguas de unas siglas. «Era consciente de que la política tenía que hacerse a través de los partidos». Así se postuló por las filas del PSOE antes de afiliarse en 1982, y de esa forma lograron siete concejales en unos comicios donde confluyeron la emoción y la incertidumbre. «Emoción porque la democracia no llegó al mundo rural hasta aquel 1979; incertidumbre porque nadie teníamos claro cómo hacer las cosas», especifica para reconocer que «no tenía muchas ganas de presentarme, pero la política era entonces casi una exigencia moral». De la noche electoral rescata «una gran explosión de alegría, sobre todo de gente mayor que no reprimió las lágrimas», y de su primera legislatura, un esfuerzo mayúsculo. «Las basuras se recogían con un carro, los plenos se celebraban en una oficina minúscula... pero tomamos decisiones inmediatas, como retirar las placas y las calles franquistas», indica.
Villarroya
Salvador Pérez ya había ejercido primero como concejal y luego como alcalde de su pueblo antes que las urnas le refrendaran en las primeras elecciones democráticas. «El anterior alcalde era ya mayor, y todos decían que yo debía tomar el relevo». El 'todos' eran la veintena de vecinos de Villarroya que le dieron en 1979 un apoyo por AP que ha ido revalidando hasta hoy y espera prolongar. «Sería un bonito broche llegar a las bodas de oro», opina aludiendo a un tiempo en el que «todo era absolutamente nuevo y tuvimos que ir aprendiendo sobre a marcha hasta lo básico». Hasta el propio método de elección. «Al poco de abrir las urnas ya había terminado la votación, pero como presidente de la mesa dije que no cerrábamos hasta la hora fijada, no fuera que infringiéramos la normativa», explica.
Logroño
A María Teresa Hernández le dio vértigo la oferta de AP de encabezar la lista en las elecciones de Logroño. Con 47 años y un ingente reconocimiento social como presidenta de la asociación de amas de casa María de Valvanera, finalmente aceptó el reto «por responsabilidad y la conciencia de que se abría una nueva época con la ayuda compartida de todos, de políticos y ciudadanos». Las urnas le designaron edil por sus siglas junto a Nefatlí Isasi y Juan Jimeno, compartiendo corporación con José Luis Bermejo, que pasó de las aulas de Maristas y las canchas de balonmano al Ayuntamiento de la mano de Miguel Ángel Marín (UCD) en un trío completado por Antonio Andrés Castellanos. «Sí, había algo de romanticismo», confiesa quien luego llegó a convertirse en alcalde, «y la inexperiencia se suplía con mucha ilusión, algo de intuición, transparencia y el pulso que notabas en la cale», concluye.
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