A VOTAR, CON BUZO Y ALGO DE HASTÍO
MARCELINO IZQUIERDO
Miércoles, 3 de abril 2019, 09:08
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MARCELINO IZQUIERDO
Miércoles, 3 de abril 2019, 09:08
No es de extrañar que la participación electoral en los primeros comicios municipales de la democracia, hace ya de esto cuarenta años, no fueran demasiado concurridos. De hecho, la participación en la capital tan sólo alcanzó el 59,1%. Ni las ansias de libertad ni ... las de urnas obraron el milagro.
Y es que la entonces provincia de Logroño, como el resto del país, sufría un empacho de votaciones concatenadas: referéndum sobre la Ley para la Reforma Política (15 de diciembre de 1976), elecciones generales constituyentes (15 de junio de 1977), referéndum para la ratificación de la Constitución española (16 de diciembre de 1978), elecciones generales (1 de marzo de 1979)... y las ya mentadas elecciones municipales (3 de abril de 1979).
Además, la euforia desbocada entre los ciudadanos tras la muerte de Franco había frenado su ímpetu a causa de los reflujos de la crisis económica mundial -más conocida como 'crisis del petróleo'- y de cierto recelo en torno a un futuro cuya única certeza era la incertidumbre.
Coincidió también la jornada electoral del 3-A con el paro del sector metalúrgico riojano, en lo que se convertiría en la huelga sectorial más dura y prolongada de la historia de la democracia regional. Los trabajadores del metal acudieron a depositar el voto enfundados en sus buzos en señal de protesta.
Dieciséis días después, el 19 de abril, elegía Logroño a Miguel Ángel Marín Castellanos -un independiente apoyado por la UCD de Adolfo Suárez- como primer alcalde de la nueva etapa democrática. Y lo fue en un pleno cargado de tensión, pues la huelga del metal seguía más viva y radical que nunca.
Decenas de manifestantes se concentraron ante la puerta del Ayuntamiento -por aquel entonces, en el Palacio de los Chapiteles- y, mientras en sala de plenos los concejales electos emitían sus votos de viva voz, los gritos de los huelguistas se dejaban oír en la calle Portales.
Por suerte, la Transición salió bien, dio paso a la democracia y, desde entonces, España ha vivido, sin lugar a dudas, los mejores años de toda su historia.
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