Dos trabajadores del Parlamento limpian el atril en un pleno reciente, mientras Andreu espera para intervenir. JUAN MARÍN

El Parlamento calibra el estado de la región y del Gobierno

Andreu se estrena como presidenta en el debate clave del año legislativo tras haber superado los peores momentos de la crisis

Jorge Alacid

Logroño

Jueves, 25 de junio 2020, 07:24

Hace un año, Concha Andreu era una figura semifantasmal en la política riojana. Acababa de ganar las elecciones al frente de la lista del PSOE, un acontecimiento para la vida política de la región luego de 24 años de supremacía del PP y un ... hito histórico también para su partido, que se disponía a recuperar el poder perdido. Pero un mes después de su triunfo en las urnas, los pactos con sus potenciales socios de Unidas Podemos no progresaban y el sueño de Andreu tampoco terminaba de materializarse. Aquel 25 de junio, delegaciones de ambas formaciones se citaron en un hotel de Logroño para negociar la investidura de la hoy presidenta; se iniciaba sin saberlo tal vez sus protagonistas un sainete que tuvo en vilo a toda la región durante aquel largo verano. Se iniciaba también el abrupto camino de Andreu hacia el Palacete, desde donde se encaminará hoy a bordo del coche oficial hasta el Parlamento. Durante dos días, se someterá como sus predecesores al debate del estado de la región, que examinará los biorritmos de la política regional y servirá para calibrar el estado de salud del Gobierno.

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Porque Andreu llega a la sesión que se inaugura a las 10 horas inmersa en una doble crisis. La primera, más leve, se desarrolló en los días previos a decretarse el estado de alarma y quedar dinamitada por lo tanto la estructura de poder a todos los niveles. La destitución de Diego Iturriaga al frente de Cultura, más allá de evidenciar las fisuras observadas en el seno de la Consejería que comanda Luis Cacho, reflejó también las grietas detectadas en el interior del conjunto del Gobierno. Y del partido. El binomio ganador que formaron la presidenta y Francisco Ocón, consejero de Gobernanza y patrón de Martínez Zaporta, empezó a quebrarse. Y la gestión de la otra crisis, la más profunda, derivada del coronavirus, acabó por ensanchar las diferencias en el seno del equipo de Andreu, con especial influencia en las relaciones entre dos de las grandes protagonistas de la estrategia contra la pandemia: las consejeras de Salud y de Servicios Sociales. Sara Alba y Ana Santos, como representación de las dos almas que confluían en el Palacete, donde la influencia del entorno de Andreu no deja de crecer, en perjuicio de su conexión con Ocón. Y con todo lo que Ocón representa.

La crisis del coronavirus ha puesto a prueba la talla de Andreu como gobernante. Inmersa todavía la región, como el conjunto de España, en la política de resistencia frente al virus, será lógico que ese capítulo pueble esta mañana buena parte de los párrafos de su discurso. La pandemia y sus derivadas todo lo tapan. Porque resulta difícil encontrar en el mandato de Andreu, a dos meses de cumplir un año en el cargo, descollantes momentos entre su gestión, muy embarullada durante demasiado tiempo en demasiados frentes. Las obligaciones del pacto de Gobierno suscrito con UP han tendido a embarrar la escena pública en dos escenarios muy comprometidos: el ámbito sanitario y el educativo. Entre los mandamientos suscritos en aquel documento sellado en agosto del 2019 y su reflejo en la realidad media un largo trecho, como no se cansa de recordarle su socia más rebelde, Henar Moreno (IU). Y la puesta en marcha de un modelo de Salud que se aleje del implantado por el PP durante casi un cuarto de siglo también puede esperar a que se solvente la crisis sanitaria, que entre otros factores ha puesto en cuestión la validez de principios que parecían inmutables en esa Consejería y que ahora se someten a revisión, en una suerte de limbo cuya resolución deberá aguardar a superar todos los efectos del seísmo sanitario.

También tendrá que someterse a su propia cuarentena otra de las joyas del Palacete: la intención de vertebrar un nuevo modelo económico, un encargo que el consejero José Ignacio Castresana empezó a desplegar justo en los días previos al estallido de la pandemia. Con la economía en estado yacente, Andreu ha sido capaz de enhebrar el flamante pacto con los agentes sociales con que comparece en el Parlamento, un acuerdo de mínimos, sin grandes compromisos. Un catálogo de buenas intenciones que excluye a la mitad del Legislativo, una perfecta metáfora del ambiente de división que reina en la política riojana. A ese escenario ajeno a la unidad se asoma hoy la presidenta, obligada como sus antecesores en la misma tribuna al más difícil todavía: vencer (los números juegan a su favor) y también convencer.

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