Los operarios retiran los letreros de Bankia de la sede principal de Logroño. MIGUEL HERREROS

El ocaso de los trabajadores de la banca

Cuesta abajo. Hasta hace apenas diez años, era un oficio envidiado, con prestigio, buenos sueldos y estabilidad. Hoy viven en continua zozobra

PÍO GARCÍA

Domingo, 30 de mayo 2021, 02:00

En las sucursales de los bancos apenas quedan cajas. Los mostradores han desaparecido, también las ventanillas. Hay en su lugar luces de colores insólitos y muebles de diseño futurista: mesas y sillas repartidas como al descuido, butacones por aquí y por allá, espacios diáfanos divididos ... por mamparas, gente que se mueve con prisas y determinación... Diríase que incluso el dinero se ha esfumado. Pero si uno se fija bien, en medio de toda esa escenografía de película de astronautas, a veces se cuela un hombre que sujeta con pavor una cartilla de ahorros y que mira a su alrededor estupefacto, como si los tramoyistas se hubieran equivocado de decorado.

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«Las oficinas no tienen nada que ver con las de hace unos años. No hay despachos, no hay cajas... Es todo muy distinto», reconoce Juan Sánchez-Merino. Antiguo director de las sucursales del Banco Catalán de Desarrollo y del Deustche Bank, Sánchez-Merino ejerció también como 'coach' de nuevos empleados. Lleva ya varios años jubilado y contempla desde la distancia la súbita transformación del oficio al que ha dedicado toda su vida. «No es solo que se hayan cerrado muchas oficinas; es que se van a cerrar más. Estamos viviendo una reconversión. Si juegas en bolsa, por ejemplo, ahora lo puedes hacer tranquilamente desde tu ordenador. La digitalización es imparable y avanzará mucho más».

Pero el cambio ha sido brusco, impulsado por las sucesivas crisis económicas y acelerado por la pandemia, y ha terminado por arruinar la imagen tradicional de un oficio, el de bancario, que hasta hace no mucho era un ejemplo de estabilidad, sueldos decentes e interesantes posibilidades de promoción. «Hace treinta años, yo tuve la suerte de entrar por oposición en un banco regional pequeñito, el Banco de Castilla, y eras un completo privilegiado: había estabilidad laboral, los salarios eran más altos que los de otros sectores... Pero ahora esto ha pegado una vuelta brutal», reconoce Francisco Hernández, delegado del sindicato de trabajadores de CaixaBank.

Todas las voces consultadas para este reportaje coinciden en señalar un año clave para este viraje: 2008. La caía de Lehmann Brothers supuso algo más que el desplome de un banco estadounidense cuyas malas prácticas quedaron impúdicamente al descubierto. Fue como si Adán hubiera comido otra vez de la manzana: en ese momento se acabó el paraíso financiero y comenzó un fatigoso peregrinar por un desierto de fusiones, quiebras, ayudas públicas, despidos y ajustes. El tsunami que se originó en Nueva York acabó llegando a orillas del Ebro, el paisaje bancario en La Rioja cambió por completo y el terremoto financiero todavía genera réplicas. A la reciente fusión entre CaixaBank y Bankia, con su corolario de despidos y cierre de sucursales, se ha unido el ERE de BBVA, y ambos llegan después de que otras entidades (Santander, Ibercaja) hubieran emprendido sus propios ajustes. Las movilizaciones de los trabajadores de banca, extrañas en un colectivo hasta ahora poco belicoso, subrayan la gravedad del problema. «El sector financiero se tiene que reinventar porque, cuando estamos en un entorno de tipos de interés negativos, el tratar de hacer negocio como se ha hecho siempre es muy difícil. Pero lo que no puede ser es que nos reinventemos reduciendo costes a base de despedir a la plantilla. Eso lo sabe hacer cualquiera. Si el sector está en transformación, como evidentemente está, debería reinventarse a todos los niveles no solo a base de echar gente», apunta Francisco Hernández.

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Pero las estadísticas revelan que el sector se está sometiendo a una brutal cura de adelgazamiento. Según los datos que maneja el Banco de España, antes de la caída de Lehman Brothers había 278.301 empleados en las entidades financieras españolas. En el año 2019 –último ejercicio disponible–, esa cifra se había reducido hasta los 181.575. En diez años, la banca nacional ha perdido casi cien mil trabajadores, lo que supone el 35% del total. No hay datos desglosados por comunidades, así que es imposible saber el impacto en la comunidad autónoma, pero fuentes del sector estiman que el porcentaje puede ser similar. Y queda por sumar el golpe de la fusión entre CaixaBank y Bankia. Según los planes de la nueva entidad financiera, en La Rioja acarreará el despido de 123 empleos: uno de cada tres trabajadores actuales se verá empujado a las listas del paro. La mitad de los afectados serán empleados menores de 50 años. «Esperábamos un ajuste grande, pero no tanto. Lo lógico es que lo hubieran enfocado más hacia las prejubilaciones y las bajas incentivadas», señala Víctor Miravete, responsable confederal del sector financiero de UGT. Las negociaciones están en curso, pero aunque se puedan acercar posturas, el futuro no pinta bien: «Estamos viviendo un proceso acelerado de reconversión; pero debería hacerse de una manera más progresiva», advierte José Sáez, responsable de la agrupación del sector financiero de CCOO y trabajador de CaixaBank. «Lo de los buenos sueldos de la banca tiene muchos matices –abunda–. El empleado con muchos años a su espalda ha estado bien pagado en comparación con otros sectores, pero los jóvenes que entran ahora son mileuristas. Y tienen sus licenciaturas, sus másteres, sus idiomas..., pero son mileuristas».

Todo ha cambiado tanto que muchos trabajadores echan la vista atrás con nostalgia. José María González de Garay entró a trabajar en la antigua Caja Provincial de Ahorros de Logroño. «Lo que más añoro es la relación personal, pero no solo con los clientes –explica–. También con los compañeros y con los jefes. Antes todo era mucho más cercano. Ahora, sin embargo, las jerarquías siguen igual de firmes, pero el trato se ha vuelto más impersonal, más deshumanizado».

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El fantasma digital

En la base del cambio productivo está la digitalización de la banca. Las viejas cartillas han quedado arrumbadas en el baúl de los recuerdos y han sido sustituidas por las aplicaciones y las operaciones 'on line'. «Es un fenómeno que la pandemia ha convertido en irreversible. Nos ha llevado a la digitalización y la digitalización ha llevado a derivar a canales externos toda la operativa bancaria (cajeros, aplicaciones) y esto ha jugado a favor de la entidad y en contra nuestra», explica Francisco Hernández. «A los bancos les ha venido muy bien la pandemia –apostilla José Sáez– porque ha forzado a mucha gente a convertirse a lo digital. Y esta es la gran excusa para el cierre de oficinas».

Pero aún hay bastantes clientes que tienen sus ahorrillos en el banco y no se saben manejar con los móviles y las 'tablets'. Beatriz Ortiz, trabajadora del BBVA y delegada de CGT en La Rioja, conoce varios casos: «Es que esa tendencia no es real. Aquí en Logroño, en donde hay bastante gente mayor, te toca bajarles la aplicación y ayudarles o incluso hacérselo tú. Al final, el cliente quiere hablar con su gestor, lo necesita... Eso lo notamos. Eso de que ya se hace todo a través de la aplicación es rotundamente falso».

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La cifra

  • 35% En el año 2008, antes del inicio de la gran crisis económica, el sector financiero empleaba en España a 278.301 personas. En 2019, según datos del Banco de España, esa cifra se había reducido hasta los 181.575. Un 35% menos en poco más de diez años.

El goteo de ajustes no se detiene y está alcanzando proporciones de borrasca. El Banco Sabadell acaba de anunciar un nuevo expediente de regulación de empleo que afectará a más de 1.200 trabajadores en España. «Tenemos más sucursales que otros países europeos. Nadie habla de las 9.000 sucursales que se han cerrado en Alemania. Es un proceso natural con el que se trata de buscar soluciones», aseguraba hace unos días el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán.

Sea como fuere, da la impresión de que aún falta mucho para que escampe y no se sabe realmente el paisaje que amanecerá después de la tormenta. Quizá ni los altos ejecutivos, con sus sueldos de fantasía –tan hirientes para muchos de sus empleados–, lo sepan.

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«Siempre debe haber tensión comercial, pero ahora hay un nivel de presión exagerado»

Entre los trabajadores de banca, las presiones por alcanzar ciertos objetivos se han convertido en un tema frecuente de conversación. «Todos entendemos que tiene que haber una tensión comercial en cualquier tipo de negocio en el que la venta suponga el eje central de la actividad –apunta Francisco Hernández–. Pero ya hablamos de presiones comerciales a niveles completamente exagerados. Y la estabilidad con la que de alguna manera se justificaba esa presión ya no existe. Ahora mismo te puedes ver de patitas en la calle con cincuenta años». Desde su antigua experiencia en el sector, Juan Sánchez-Merino apunta que presiones las hubo siempre, pero que ha cambiado el momento: «El problema es que es mucho más fácil responder a las exigencias cuando la economía está en alza que cuando está deprimida», apostilla. Con los tipos de interés negativos, la banca busca explorar otras formas de negocio, pero los trabajadores advierten de que las entidades siguen reconociendo beneficios. Un empleado de una gran firma que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a represalias confiesa su frustración: «Antes sentía que con mi trabajo aportaba algo de mí. Ahora soy un mero tramitador de papeles o de órdenes».

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