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«Te ves desautorizado y, poco a poco, te vas dando cuenta de que los chavales te van perdiendo el respeto. Y el problema no son los alumnos de Primaria o Secundaria... el problema, en un tanto por ciento cada vez más elevado, son los ... padres». José -nombre ficticio- nunca se imaginó una situación como la padecida tras años y años dando clase. El profesor, con una dilatada experiencia y una trayectoria sin incidentes dignos de mención, se vio envuelto en un caso de acoso por parte de padres de alumnos que acabó con su tratamiento psicológico y una baja laboral. Las consecuencias fueron las mismas que las sufridas por Manolo -también nombre ficticio-, otro experimentado docente con alumnos de diferentes edades, y que en su caso en concreto fue objeto de amenazas por parte de uno de ellos.
Tanto José como Manolo acudieron en su día al 'Defensor del Profesor' de ANPE y hoy ofrecen su testimonio aunque lo hacen de manera anónima por lo delicado del asunto. Un testimonio, además, con un punto en común: unos equipos directivos que no supieron cómo afrontar un problema que pasó a ser solo y exclusivamente del docente... quedando, a su juicio, en clara situación de indefensión.
«Para comprender estos y otros casos conviene advertir el actual cambio social, que ha hecho entrar en crisis las figuras de referencia y de autoridad, entre ellas el profesor, y que, además, no entiende la escuela como un conjunto de profesionales que, en colaboración con las familias, pueden poner remedio a estas tendencias, sino como un espacio hostil al que se ataca exigiéndole que ponga remedio a problemas que no se generan en ella ni le son propios», precisan desde ANPE Rioja en el encuentro mantenido entre Diario LA RIOJA y ambos profesores.
jose
Poca valoración de la labor docente en general, menosprecio del trabajo del profesor en particular, sobreprotección del menor, infantilismo con cada vez edades más maduras... «Hay niños a los que se les dice que 'no' por primera vez en clase», confirman todos. Y es que, según añaden, «todos pensamos que nuestros hijos son el ombligo del mundo».
«A la que haya un padre o una madre que quiera cargarse la autoridad del profesor, incluso su reputación, lo tiene facilísimo», apunta José, quien advierte del peligro de los grupos de WhatsApp de padres del colegio. Y es que en su caso en concreto, el que unos padres cuestionasen sus métodos y se viese 'abandonado' por el equipo directivo del centro acabó con su ansiedad, su baja y su cambio de centro.
«Ganaron los padres, pero perdieron sus hijos y el colegio. Me han llegado a decir que me olvide de educar y me limite a enseñar y desde entonces ejerzo de profesor 'guay', es tristísimo pero es así», sentencia quien asegura que ha tenido que claudicar y renunciar a sus convicciones y a su forma de ver la enseñanza.
La autoridad de Manolo se vio menoscabada de la misma forma cuando fue amenazado por un alumno -las continuadas faltas de respeto hacia el profesor no acabaron en agresión, pero sí en su reacción violenta contra el mobiliario escolar- y la dirección «relativizó todo dejándolo pasar». ¿Resultado? «El alumno se creció y la situación se hizo insostenible», asevera mientras apostilla que los centros prefieren enfrentarse antes a los profesores que a los alumnos... y mucho menos a los padres.
Manolo
Y es que, además, para más inri, algunos profesores con conflictos en las aulas o con los equipos directivos ven agravado el problema debido a una situación de inestabilidad laboral, pues, al ser interinos, temen represalias en los tribunales de oposición si denuncian acoso. Ambos profesores hablan de términos tales como escala de valores y el binomio esfuerzo-capacidad de frustración, algo que también juega su papel en un cambio social en el que las revisiones de notas y la bajada de los niveles de exigencia -presiones para aprobar, en definitiva- parecen estar al día.
«Nadie reconoce que tiene problemas en clase; además, socialmente el acoso y la violencia, al menos de baja intensidad, son admitidos. Sería algo así como una rueda cerrada cuyo engranaje, de momento, no presenta fisuras para que algo la haga saltar por los aires», concluye José.
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