EBAU

La dejadez ortográfica en la cuna del castellano

La Rioja, cuna del castellano y tierra de Gonzalo de Berceo; la que ha fiado al idioma uno de sus motores de desarrollo con el Perte Valle de la Lengua; la que acogerá la futura sede del Centro de Inteligencia de la Nueva Economía de la Lengua... Esa misma comunidad, no hablamos de otra distinta, es una de las tres de España que menos penalizan la comisión de faltas de ortografía en la prueba de Lengua y Literatura de la selectividad. Frente a la estricta disciplina de algunas, que con cinco o seis fallos suspenden al alumno, la evaluación en La Rioja es más laxa y, como mucho, el estudiante puede perder el 20% de la nota del examen.

Armado de paciencia, Iván Teruel, un profesor de un instituto de Gerona, ha peritado, con el apoyo posterior de El Mundo, los criterios que cada autonomía aplica a la hora de valorar los errores ortográficos en la EBAU. Su conclusión es que, «como ocurre en otras áreas, caso de la sanidad, también hay diecisiete sistemas distintos». Y eso provoca una «desigualdad» manifiesta y, lamentablemente, confirma que «el correcto uso de la lengua cada vez tiene menos prestigio», cuando «dominar una lengua no es sólo importante en su aspecto más prescriptivo, sino también para tener un pensamiento cada vez más complejo y crítico».

La región más inflexible con las patadas al diccionario es Extremadura: penaliza con medio punto cada error ortográfico, pero si el alumno acumula cinco, el profesor deja de corregir el examen y le suspende ipso facto. Otra comunidad con mano dura es Castilla-La Mancha: las dos primera faltas no se penalizan, pero a partir de la tercera se van descontando puntos y el estudiante catea si supera las cinco.

¿Cómo se evalúa en La Rioja? Pues junto a Aragón y el País Vasco es la autonomía más laxa, ya que, además de no tener concertado cuánto resta cada falta perpetrada, o a partir de qué número determinado de ellas, el máximo descontable es el 20% de la nota de la prueba. Algo que «llama la atención» por tratarse de la cuna del castellano.

El coordinador de la Universidad de La Rioja de la materia de Lengua Castellana y Literatura II para la EBAU, Fernando García Andreva, ratifica que «no tenemos una concreción de cuánto se resta por el error». «Algún docente ha manifestado su deseo de que fuera una cosa estipulada, como se hace en algunas comunidades, pero, al final, por amplio consenso, se ha decidido que no», añade.

Según el acuerdo alcanzado «con el profesorado» se valora «la capacidad y la calidad de la expresión, y no sólo en lo negativo». Así hay un 20% de nota del examen que puede ir a la baja, «pero también puede ser positivo, al alza», en función de «las destrezas que presenta el estudiante tanto en la ortografía, como en cuestiones de estilo, de léxico, uso de marcadores textuales, coherencia y cohesión». Es decir, «cómo expone y cómo se expresa por escrito».

García Andreva que, además de coordinador de la UR para la EBAU es director de Estudios del Grado en Lengua y Literatura Hispánica de la UR, cree que los universitarios deben saber «dominar el lenguaje». «Cualquiera de ellos, sea de la rama que sea, debe saber expresarse por escrito con corrección» y, si a esas alturas de su formación no lo ha logrado, esto requiere «hacer una reflexión sobre por qué falla». Porque, «aun en Cuarto de nuestro grado», una etapa en la que los alumnos «ven el horizonte laboral muy cercano, uno se encuentra con algunas faltas de ortografía». «Con eso le digo todo», enfatiza.

Por ello se hace necesario meditar cómo es posible que esto siga ocurriendo «con tantos años de experiencia que tienen los estudiantes desde que comienzan sus estudios de Primaria hasta el Bachillerato». «Algo tiene que fallar», reitera, y «no sólo por los errores en la ortografía, sino por cuestiones que abarcan más, como lo que es la propia madurez intelectual, que está totalmente relacionada con cómo escribimos, con los estilos y con cómo organizamos nuestros escritos».

Además, recuerda que La Rioja es la comunidad con mayor tasa de aprobados en la EBAU (el porcentaje de aptos el año pasado fue el 99,36%), la última maratón para acceder a la universidad, a la que «el nombre de selectividad ya no encaja bien, porque aquí no hay selección». «Ya no hay ese filtro; sólo vale la puntuación, si es más alta o más baja, pero, en realidad, todo el mundo aprueba», sostiene.

Los exámenes de 2023 se celebrarán a partir de mañana en Logroño, en la Universidad de La Rioja, y en Calahorra, en el Pabellón Europa y en el polideportivo del IES Marco Fabio Quintiliano. Los 1.456 estudiantes de la comunidad (1.367 se examinarán de las materias obligatorias y de las voluntarias que hayan elegido, y sólo 89 lo harán de materias voluntarias) serán los primeros de toda España junto a murcianos y cántabros en enfrentarse a la convocatoria ordinaria de este año. La extraordinaria tendrá lugar entre el 5 y el 7 de julio.

La calificación para el acceso a la universidad se calculará ponderando el 60% de la nota final del Bachillerato y el 40% de la calificación de la fase obligatoria, siempre y cuando se hubiera obtenido en esta fase una nota igual o superior a 4 puntos.

A priori, esta será la última EBAU con el formato conocido. La nueva, impulsada por el Ministerio de Educación, debería entrar en vigor en 2024, ya que el calendario marcado por la Ley Orgánica así lo obliga, aunque el decreto se apruebe tras las elecciones generales del 23J.

El objetivo de esta futura selectividad es que «sea más homogénea en toda España», pero García Andreva intuye que la igualación será «a la baja. Por la prueba piloto que se ha hecho este año, me da la impresión de que el examen va a resultar más sencillo», dice.

Pero, «no sólo eso: se busca que ahora se valoren las competencias» y, aunque uno de los objetivos es evitar del todo la memorización, «creo que va a ser imposible, que no va a desaparecer». «Porque –pone como ejemplo–, la pregunta de Literatura es muy probable que se haga siempre con unos mismos fragmentos de autores» y, lo lógico es que durante el último curso de Bachillerato «se harán comentarios de texto en las clases siempre con los mismos fragmentos que van a entrar después en el examen». De manera que los estudiantes, al final, «acabarán posiblemente memorizando también las respuestas».