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El verdadero detonante del crimen de Entrena no fue el robo de unas monedas, sino el «atrevimiento de la víctima al entrar al domicilio del acusado». Esta es la conclusión a la que llegó la Guardia Civil, según ha explicado este martes en la segunda ... sesión de juicio el teniente de la unidad orgánica de Policía Judicial, área de personas, responsable de la investigación.
El agente ha descrito el perfil de víctima y acusado. Del primero, dijo que no llevaba demasiado tiempo en Entrena, conocía a O. P. R. desde hacía poco y «era un delincuente novato». Al procesado le ha dibujado como una persona muy conocida y «temida» en el pueblo y «con un historial delictivo bastante denso».
Tras la reseña de ambos, ha hecho un relato cronológico que arranca quince días antes. El 14 de julio el acusado preguntó a un conocido si tenía una cámara de vigilancia porque sospechaba quién le había robado su colección de monedas y billetes. Para cerciorarse, entre el 15 y el 23 de julio el acusado acudió a los distintos sitios donde sabía que la víctima había intercambiado las monedas sustraídas. A partir de ahí, empezó a planificar el delito, a idear «cómo atraer» a la víctima. El 29 de julio, el acusado contactó vía wasap con Javier Ovejas, le citó por un motivo ajeno al robo de las monedas. Le convocó para que le devolviera los 100 euros que le debía, pero aquello era una «trampa». «Le hizo ir por la zona de la rampa, no por la puerta y lo llevó a la zona del coche, eso lo aseguramos porque todas las evidencias científicas se recogen allí y no en el domicilio». «Es un ardid, le hizo llegar con engaño, le dio muerte, lo metió en la furgoneta y se deshizo del cuerpo», ha relatado.
En el lugar del crimen se halló lo que ha denominado 'triángulo de evidencias', es decir, indicios indirectos, como la telefonía, que ubica al acusado «y nos da pautas de comportamiento del procesado con silencios absolutos, es decir, de paradas de actividad de su móvil». La principal se registró entre las 21.28 y las 21.54, intervalo de tiempo en el que supuestamente O. P. R. asesinó a Javier Ovejas y llevó su cuerpo a un paradero desconocido. La Guardia Civil no descarta al hipótesis de que primero condujera el cuerpo a una zona próxima al domicilio y días después, a su escondite definitivo.
También había indicios directos, como la presencia del vehículo de Javier en el domicilio de O. P. R.. En el turismo, en el que se encontraba el perro de la pareja de Javier, hallaron varias de las monedas robadas, «efectos que le relacionan directamente con el móvil del delito». Y finalmente, había evidencias científicas, como la sangre y el ADN de la víctima y cuatro casquillos del calibre 22 que no se corresponden con ninguna de las armas del procesado porque «se deshizo de ellas» al igual que del cadáver.
A todo ello, ha asegurado el teniente, se suma que hay tres testimonios que respaldan las evidencias científicas y que «nos sitúan en el lugar en el que suceden los hechos». «Donde oyen los gritos es en la parte de atrás de la vivienda del acusado». Precisamente, el testimonio más relevante fue el de una vecina al que acusado supuestamente coaccionó para que no declarara.
A pesar de que el procesado tenía todo el plan previsto, su idea original se vio truncada por dos hechos concretos: que la víctima, a pesar de que vivía a escasos metros, había ido en coche y lo había dejado aparcado a las puertas de su casa. Y segundo, que la pareja de Javier había acudido el 2 de agosto a su casa «a voz en grito» porque algunos vecinos habían oído gritos y disparos en su patio. Aquello dio al traste con los planes del acusado que se puso «nervioso» y supuestamente llamó a una de las vecinas que había escuchado los gritos para intimidarla y que no declarara.
Otro de los hechos que jugó en contra del acusado, ha detallado el teniente, fue la llamada que hizo su hermano al 112 en la que dijo que Ovejas estaba muerto. Aquello, para los investigadores fue un «desliz» porque en ese momento se hablaba de desaparición.
Respecto del vehículo en el que presuntamente el acusado trasladó el cuerpo de Javier Ovejas, ha indicado que le faltaba la batería. La investigación concluyó que él mismo la había extraído y es la que llevó a Logroño en la mañana del día 30 de julio para tratar de ponerla en un turismo «en el que tenía mucho interés» con el fin de fabricarse una «coartada». Un matrimonio le acercó a la capital «y era palpable que la batería no encajaba».
El día 30, una vez que el procesado declaró en el puesto de Navarrete cambió la tarjeta SIM de su smartphone a un terminal analógico «de forma que toda la información que tenía en el smartphone desaparece». Esa misma mañana le había preguntado a un testigo cómo resetear su móvil. Poco después se halló el teléfono de la víctima en una acequia «estaba destruido intencionadamente».
Tras la denuncia que presentó la pareja de la víctima, se hizo una búsqueda muy intensa del cuerpo. Además, se desbrozaron los canales de riego, todo en un radio a cinco minutos de distancia de la vivienda del procesado.
El juicio continúa este miércoles con la declaración de varios agentes de la Guardia Civil y de los dos testigos solicitados el pasado lunes por la Fiscalía y la defensa.O. P. R. se enfrenta a una pena de 22 años de cárcel por el asesinato de Javier Ovejas y un año por tenencia ilícita de armas. La defensa pide su absolución.
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