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Cansados... en muchos casos sin haberse podido recuperar de los embates del SARS-CoV-2. El colectivo enfermero riojano se siente, en muchos casos, desbordado: falta personal, están sobrecargados en casi todas las áreas y los años pesan, sobre todo cuando llevan más de tres décadas de trayectoria. Todos tratan de dejar a un lado su desgaste físico y emocional, porque su vocación va más allá de proporcionar los mejores cuidados a los pacientes. Pero llegará un punto en que, de no darse un cambio en el sistema, su ilusión y desempeño quizá no puedan con todo.
«No damos abasto, no se han tomado en serio que hace falta sustituir al personal y reforzar las plantillas. Si ya de por sí estamos saturados, cuando alguien cae enfermo o tiene que coger el día libre, nos desbordamos y terminamos agotadas», asegura Luisa Seisdedos, enfermera de Atención Primaria. Lleva más de 36 años en la profesión y lo nota. «En tus primeros años puedes con todo, pero ahora con una jornada normal ya estás deseando que llegue el viernes». Está «bastante quemada», en parte porque la asistencia y los cuidados que reciben los ciudadanos son de «menor calidad».
«Antes de la pandemia me podía dedicar un poco más a la prevención de los pacientes, pero ahora no da tiempo a todo. Cuando no hay personal, terminas yendo a lo mínimo, a priorizar lo más urgente». Nunca pensó que podría perder la ilusión con la que comenzó en su profesión, pero «ya me queda muy poca». El agotamiento físico y emocional le han pasado factura, sobre todo tras la irrupción de la pandemia. «Pensé tirar la toalla varias veces, porque fue horroroso». También hay circunstancias en las que «te planteas no seguir adelante, porque en nuestra profesión, además del cansancio físico, tienes que lidiar con el dolor de las personas, y no es fácil hacerlo cuando no has cargado muy bien tus pilas». Pero su vocación le impide abandonar. «No nos han dejado recuperarnos desde la pandemia. Hay veces que sientes que no puedes más, pero sacas fuerzas a diario porque se lo merecen las personas a las que dedicas tu trabajo».
Luisa Seisdedos | Enfermera de Atención Primaria
Luis Alberto Pevidal | Enfermero de Atención Primaria
Ana Rosa Díez lleva 39 años trabajando en la Unidad de Cuidados Intensivos. «Es un servicio que llega a enganchar, un trabajo reconfortante, pero también duro, que pasa factura». «Físicamente se nota muchísimo y, sobre todo, a nivel emocional. No nos han dado tregua después de todo lo que hemos pasado con la pandemia». De ahí que, sin querer, «la ilusión se va perdiendo». «He pensado tirar la toalla muchas veces, pero sigo adelante por el apoyo de mis compañeros». También porque considera que «nuestra labor merece la pena, porque la mayoría de los pacientes salen adelante con nuestro sobreesfuerzo».
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Desde otro centro sanitario, Luis Alberto Pevidal constata cómo se han precarizado las condiciones laborales en Atención Primaria. «Como en toda España, nos falta personal, sobre todo porque ahora se ha tomado como norma que cuando un compañero se va de vacaciones, son los demás miembros del equipo los que acumulan el trabajo que pueda surgir del que se ha ido». La situación ha empeorado desde la irrupción de la pandemia, porque «ha derivado en que más compañeros estén de baja y en un cúmulo de circunstancias que, al final, abocan en un aumento del trabajo y en estar más estresados a la hora de atender a los pacientes, porque estás con lo tuyo más todo lo que pueda surgir».
De ahí el agotamiento. «Tengo la suerte de que disfruto con lo que hago, pero las fuerzas ya no son las mismas, porque ya no tienes 20 o 25 años. Ahora las jornadas completas y continuas son mucho más duras porque tu cuerpo te exige otra forma de trabajar». A pesar de ello, en sus casi 36 años de profesión, nunca se ha planteado tirar la toalla. «En la pandemia hemos tenido días muy duros, pero mi trabajo me gusta y eso es lo que me ayuda a seguir».
Ana Rosa Díez | Enfermera en la UCI
Rubén Escudero | Enfermero en el quirófano del San Pedro
Teresa Sebastián | Enfermera en el quirófano del San Pedro
Rubén Escudero comenzó hace casi cinco años su andadura como enfermero y, desde entonces, ha afrontado turnos de todo tipo. «Al ser joven, llevo más o menos bien la carga de trabajo y las noches, aunque hay momentos de estrés que te desgastan bastante». Este enfermero del quirófano del San Pedro está «a gusto», si bien hay veces que termina «bastante cansado». «Muchas veces vamos con la lengua fuera porque hacemos una intervención detrás de otra. Intentamos terminar cuanto antes, haciendo las cosas bien, para que el personal pueda descansar algo más». Aunque ha experimentado «noches bastante malas, lo llevo decentemente». «Si tuviese cierta edad no sé si me metería en un turno rotatorio o si pediría el traslado a otra especialidad, porque el primer día de libranza suelo estar machacado; muchas veces me encuentro tirado en el sillón de lo cansado que estoy». Su profesión es su vocación y, por eso, seguirá ejerciendo. «Lo bueno que tenemos en quirófano es que hay mucho compañerismo. Si necesito librar, sé que puedo pedir el favor; se trata de ceder todos un poco para poder descansar».
Desde que se graduó hace casi cuatro años, Teresa Sebastián pudo descubrir el desempeño de su profesión en distintas áreas: en las plantas de hospitalización, en el servicio de Urgencias del San Pedro, en sus quirófanos... pero ninguna resultó tan dura como la UCI o el área de hospitalización, donde trabajó durante la pandemia. Fueron momentos muy duros que, casi tres años después, todavía pesan. «Después de la pandemia se ha acumulado mucho cansancio, sobre todo psicológico, porque vivimos situaciones muy duras». Su trabajo es vocacional. «Hay días y días. Hay veces que se abusa mucho de nosotras, pero no me imagino haciendo otra cosa». De ahí que «la inestabilidad, la sobrecarga o dar por hecho que por ser enfemeras valemos para todo, te termine quemando un poco». La fatiga no se queda ahí. «La inestabilidad laboral, los pocos derechos que tenemos y el que hoy estés en un sitio y mañana en otro, pesa bastante, porque no podemos desempeñar al máximo nuestro trabajo».
Si en algo coinciden los enfermeros es que el principal problema que afrontan es la falta de personal. «Cuando no hay personal la calidad baja bastante. No es algo que nos guste, pero no está en nuestras manos», lamenta Luisa Seisdedos, enfermera de Atención Primaria. Su compañero de área, Luis Alberto Pevidal, cree que «con una mayor inversión no faltaría personal y se podría atender la demanda de los pacientes». Desde la UCI riojana, Ana Rosa Díez apunta que «hace falta más personal porque la carga de trabajo ha aumentado. Son pacientes muy críticos que requieren de mucha atención de Enfermería y, muchas veces, tenemos sensación de sobrecarga». En otras áreas, como en quirófano, falta una mayor organización. «No saber cómo vas a trabajar dentro de 15 días dificulta mucho hacer planes», critica Rubén Escudero. A lo que su compañera de área Teresa Sebastián añade que «mejoraría los contratos sin vacaciones o sin ubicación, y la especialización, para poder llevar a cabo mejores cuidados».
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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