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El clausura de una sucursal bancaria implica mucho más que el traslado (o el despido) de sus trabajadores. La bajada definitiva de la verja de esa oficina conlleva un impacto social que excede la estadística y se amplifica aún más en los municipios ... más pequeños donde los servicios son limitados y las distancias arduas de salvar.
La paulatina pero inexorable desaparición de sedes físicas que la utilización de unidades móviles aplaca sólo parcialmente tiene nombre: desertización financiera. El fenómeno dispone de datos estadísticos que cuantifican su alcance como los que recoge el último estudio de la Federación FINE. La organización sindical independiente que agrupa a más de 30.000 afiliados del sector ha actualizado una radiografía que concierne al conjunto del país y de cuyas consecuencias tampoco escapa La Rioja. A fecha de hoy, 90 municipios de la comunidad carecen de una oficina bancaria.
La cifra supone el 51,7% del total y confirma el avance de una situación que en el 2008 afectada a 75 localidades y ha experimentado un crecimiento el 20%. La población afectada por esta circunstancia ha operado un incremento parejo. Hace poco más de una década, 6.470 riojanos no disponían de una sucursal en los pueblos donde vivían para hacer algún tipo de gestión financiera. El número ha crecido ahora a los 9.263 (un alza superior al 43%), afectando por lo tanto a prácticamente el 3% del censo en la comunidad.
2008 Localidades: 75; Afectados: 6.470
2012 Localidades: 77; Afectados: 6.600
2016 Localidades: 87; Afectados: 9.233
2019 Localidades: 90; Afectados: 9.263
La noticia menos mala es que La Rioja no es la peor parada en una coyuntura de la que FINE responsabiliza a la banca y la masiva destrucción de empleo a consecuencia de la crisis que impacta directamente en la España vaciada. Castilla y León es el territorio más damnificado. Allí, prácticamente ocho de cada diez núcleos carecen de una sucursal bancaria en un ranking que completan en los puestos más destacados Aragón (el 57,2%), Navarra (54%) y Castilla-La Mancha (52,1%).
Roberto Varona | Federación Riojana de Municipios (FRM)
La supresión de instalaciones se combina con la extensión de la banca digital de la que FINE recela porque, como recoge el análisis, la mayoría de la población (el 64%) no es usuaria de esta fórmula y tanto las limitaciones para acceder a internet como la edad de la clientela agravan la situación.
La Federación Riojana de Municipios es consciente del problema. De hecho, la próxima junta abordará a petición del PR+ la cuestión encarnada en la reciente y traumática pérdida del único cajero de que se disponía en Galilea. «Cualquier minoración de servicios en poblaciones donde son limitados es negativo», reflexiona Roberto Varona. El presidente de la FRM alienta a que la iniciativa privada vuelque su interés hacia los pueblos, aunque asume que contra esa voluntad pesa la rentabilidad. «El cierre o la apertura de una sucursal obedece al proyecto de negocio de cada empresa y eso excede la capacidad de actuación de las administraciones», remacha Varona.
El Camero Nuevo es uno de tantos territorios de La Rioja donde la 'desertización financiera' ha dejado su huella. Dos oficinas (una de Bankia y otra de Ibercaja) en Torrecilla concentran los servicios que hace años también se ofrecían en sedes físicas en Ortigosa y Nieva. El cierre de ambas, suplido por una unidad móvil que dos días por semana recorre la zona, ha dejado una sensación de orfandad a la que los habitantes de esta parte de la comunidad se resisten. «La función social de una sucursal en este tipo de localidades es vital», reflexiona Inmaculada Sáenz desde la plataforma SOS-Cameros al advertir de cómo gran parte de los vecinos siguen fieles a las fórmulas clásicas. «Muchos mayores siguen usando la cartilla de toda la vida y ni si plantean utilizar internet; algunos porque aprender a manejarlo les supera, y en otras ocasiones porque la conexión es deficiente», apunta. Sabedora de que la dictadura de la rentabilidad es la causa del cierre, Sáenz apela a dotar de uso a las oficinas existentes y alejarlas así del riesgo de desaparición. «Lo que no se utiliza deja de tener sentido», asevera con el lamento por la desaparición de puestos de trabajo que comporta cada clausura e invitando a gestos como el que su propia familia ha consensuado: prescindir de realizar gestiones bancarias vía 'on line' y acudir presencialmente a cualquiera de las entidades de Torrecilla. La limitación de las posibilidades se compensa en el caso del Camero Nuevo con la cercanía de los responsables de ambas oficinas. «David y Beatriz son parte del entorno», asegura. «Excelentes profesionales y, sobre todo, dos personas amabilísimas que facilitan los trámites, conocen a cada uno de los clientes y les llaman por su nombre», concluye.
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