Uno de cada cuatro estudiantes de la UR abandona el grado en el que se matricula

Una tasa de abandono del 25,1% (cifra que representa a 225 alumnos, de los 895 que hubo de nuevo ingreso) que aunque «preocupa mucho» en la institución académica riojana, se ha reducido cinco puntos durante los últimos cinco cursos. No en vano, ha pasado de representar el 30,3% de 2015-16 al 31,7% del siguiente año académico; al 30% de 2017-18, al 27,2% de 2018-19 y al 25,1% del año 2019-20.

En todos estos cursos, el grueso de las bajas se produjo durante el primer año académico, todo debido a que es en esta etapa cuando los universitarios se dan cuenta de si su elección ha sido acertada o no. Así, en el caso concreto del curso 2019-20, último del que se tienen datos disponibles, la tasa de abandono fue del 13,5% durante el primer año (cifra que representa a 121 estudiantes), si bien el porcentaje cae a casi la mitad en el segundo año de carrera (fue del 6,6%, con 59 alumnos que decidieron dejar la titulación) y se minimiza al 5% en tercero (cuando 45 estudiantes abandonaron la titulación en la que se matricularon inicialmente).

Desglosado por áreas de conocimiento, la de Ingeniería y Arquitectura –denominación que se emplea en todo el territorio, aunque en La Rioja no se imparte esta segunda especialidad– fue la que registró la mayor tasa de abandono, con un 37,6% (cifra que representa a 67 estudiantes). Le sigue Artes y Humanidades con un 29,2% –en la UR tampoco se ofrece la rama artística– y después, Ciencias (área en la que el 24,3% de los estudiantes decidieron dejar la carrera en la que se matricularon) y Ciencias Sociales y Jurídicas (con una tasa del 23,2%).

La explicación que está detrás de esta alta de abandono está fundamentada, sin embargo, «en una casuística muy diversa». De hecho, como apunta la vicerrectora de Coordinación Académica y Calidad de la Universidad de La Rioja (UR), Montserrat Mendoza, uno de los factores que puede justificar que los estudiantes dejen sin terminar el grado en el que se matriculan es que «son personas que, con 18 años, no tienen muy claro lo que quieren hacer en un futuro». De ahí que «muchas veces tienen dudas y eligen una carrera de la que, después, se dan cuenta de que no les gusta o de que no quieren trabajar en esa profesión». En esa decisión también influye, no obstante, la dificultad que entraña el cambio de Bachillerato a la universidad o que un alumno que procede de otra comunidad «no se encuentre a gusto» al cursar sus estudios en la región.

El informe también recoge la tasa de cambio (porcentaje de alumnos que, tras haberse matriculado en un grado, deciden cambiarse de carrera), que fue del 9,9% en el caso de los estudiantes de nuevo ingreso que comenzaron la universidad en el curso 2019-20. La tasa, que ha caído casi tres puntos desde el curso 2015-16 (ha pasado del 12,8% al 13,2% del siguiente año académico, al 11,6% de 2017-18, al 10,1% del curso 2018-19 y al 9,9% de 2019-20), siempre es superior durante el primer año de universidad.

Todo debido, en parte, a que «en los primeros cursos se imparten asignaturas transversales, que son comunes a otras titulaciones». De ahí que haya estudiantes que «comienzan una carrera con la idea de una salida determinada y, después, deciden cambiarse a otra que está dentro de la misma rama de conocimiento, pero que tiene otra orientación, porque ven que pueden encajar». Así, de los 895 alumnos que comenzaron el curso en 2019, el 5,7% (cifra que representa a 51 personas) decidió buscar una alternativa al grado en el que se matricularon inicialmente; porcentaje que cae al 2,7% en segundo (24 estudiantes) y se minimiza más en el tercero (1,6%).